Anton Schmid, sargento (oberst) del ejército alemán, murió fusilado en 1942. Su historia empieza 19 años después, en Jerusalén, durante el juicio a Adolf Eichmann.
Entre los testimonios de diversos supervivientes de la guerra, hubo uno que llamó la atención de Simon Wiesenthal, el incansable cazador de nazis. Uno de los miembros de la resistencia judía en Polonia, A. Kovner, mencionó que un sargento llamado Schmid le ayudó, a él y a su gente, no una sino muchas veces. Nunca pidió nada a cambio y lo pagó con su vida.
Algunas personas investigaron sobre ese desconocido benefactor y sacaron a la luz la historia de un humilde electricista austriaco, ya mayor. Un cuarentón apacible, que formaba parte de los servicios de la Wehrmatch, y que en octubre de 1941 asistió a las matanzas de Ponary. Nada extraño hasta aquí, muchos soldados fueron testigos o participes de las carnicerías que empaparon Europa Oriental bajo la bota nazi. Pero Anton no podía olvidar lo que había visto. Meses después, poco antes de morir, escribió a su mujer e hija una carta desgarradora, explicándole lo que no podía sacar de su cabeza, los motivos por los que se le juzgaba como traidor.
... los milicianos se los llevaron, los fusilaron en un descampado, en grupos de 2000 o 3000... a los niños, por el camino, los aplastaban contra los árboles...
Tenía a su cargo, en la oficina de reagrupamiento, un centenar de trabajadores judíos. Tras lo que había visto, les ayudó a huir
... ya sabes como soy, un blando de corazón, y les ayudé...
Escondió en su vivienda a un matrimonio y empezó a ir de tapadillo al gheto de Vilna, con paquetes de medicinas y leche en polvo para los bebés, escondidos bajo la ropa. Por casualidad, tiempo después se encontró con Kovner y otros miembros de la resistencia. Le sorprendió escondiéndose y, en vez de denunciarles, les proporcionó ayuda. Documentos, pases, comida, incluso vehículos.
Escondía fugitivos también en los edificios del servicio. Uno de ellos le preguntó por qué lo hacía, por qué se arriesgaba así.
Morir, moriremos todos. Si puedo elegir entre morir asesinando gente o salvándola, elijo lo segundo.
En cuatro meses logró salvar a 350 personas con pases falsos. Y en febrero fue detenido, juzgado y condenado a muerte. La naturaleza de su delito, ayudar a judíos, era tan aberrante que no supieron como catalogarla, así que se le acusó de corrupción y soborno. Le fusilaron el 13 de abril.
... por favor, Steffi, Grete, perdonadme, sólo actué como persona, sin querer hacer daño a nadie...
Los vecinos de su mujer e hija no le perdonaron. las insultaban por la calle ¡traidores a la patria! ¡amigos de judíos!, apedreaban su casa... Steffi pidió las actas del juicio, pero se las negaron. Tampoco pudo recuperar el cuerpo de su marido, enterrado en Vilna.
... ojalá os hubiera ahorrado todo esto a ti y a Grete...
En 1967 Israel rindió homenaje a Anton, Justo entre los Pueblos. Alemania y Austria han necesitado mucho más tiempo para honrarle. En 2000, el cuartel de Rendsburg, antes Cuartel Gunther Rudel, pasó a llamarse cuartel Anton Schmid. Hubo protestas, al parecer había quien consideraba más digno de mención y recuerdo el general de la LuftWaffe que, tras el atentado de 1944, participó como juez, con febril entusiasmo, en los juicios populares contra los militares sospechosos de desafección al régimen, condenándoles a morir ahorcados de un gancho de carnicero (el almirante Canaris, uno de los condenados, fue ahorcado, reanimado y vuelto a ahorcar para satisfacer la sed de venganza de los tribunales)
No importa demasiado: Anton no buscaba recompensas ni reconocimiento. Sólo intentaba ser fiel a sí mismo, mirarse al espejo sin sentir nauseas, y , quizás, poder mirar a la cara de su familia sin sentir vergüenza de sí mismo.
... acabo las últimas lineas que os escribo y me despido, y vuelvo a enviaros muchos besos desde este mundo y desde el otro, donde pronto estaré en manos de Dios. Vuestro Toni, que os querrá siempre
1 comentario:
Esos son los verdaderos heroes. Los que hacen algo positivo dentro de su radio de accion, inspirados por sus propios valores, y sin buscar aduladores.
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