Deambulaba yo a mis tiernos 19 abriles (recien cumpliditos) por la librería de un centro comercial cuando me llamó la atención un título: Solaris. El autor no me sonaba de nada pero recordé que un tema musical de la serie Cosmos se llamaba El mar llamado Solaris. La edición (a cargo de Minotauro) era sencilla, casi austera, pero me entró bien por los ojos y dado que el precio no era abusivo me hice con el libro. Así, de la manera más tonta, empezó mi historia de amor con Stanislaw Lem.
El primer fin de semana me leí esa novela tres veces y durante los siguientes años me lancé a la caza de todo lo que pudiera encontrar de su autor. Tuve mucha suerte: Minotauro sólo había editado otra de sus obras (El Invencible) pero Bruguera tenía una buena cantidad de títulos en su entrañable colección LibroAmigo (aquella del gatito en el lomo ¿recordáis?) y Alianza Bolsillo acababa de sacar algunos más. A fecha de hoy mi biblioteca incluye 22 volúmenes de Lem y para mi felicidad de cuando en cuando se editan nuevos títulos en castellano.
¿Qué tiene Lem de especial? Es difícil de explicar. Sus libros se consideran ciencia ficción, pero son más bien ensayos filosóficos. Una filosofía amarga y desesperanzada, porque el tema central de su obra es la imposibilidad de la verdadera comunicación y lo inadecuado de las escalas humanas de valores al confrontarlas con el mundo que nos rodea. Para Lem no estamos mirando las cosas de la forma adecuada, y nos quedamos con lo anecdótico porque somos incapaces de asumir lo importante. Hasta ahí nada demasiado llamativo, hay mucha gente que ve la vida de forma pesimista, pero lo asombroso de Lem es su manera de explicarse. Probablemente sea el mejor escritor europeo de la segunda mitad del siglo XX, a la altura de Graham Greene o Borges, por citar otros dos de mis predilectos.
Uno podría esperar que los libros de Lem fueran oscuros y desesperanzados. Algunos lo son: Solaris, el Invencible, Fiasco, retorno de las Estrellas, regreso a Entia, La voz de su Amo… obras que apenas dejan pasar un rayo de sol en medio de la tristeza, pero también tiene otras formas de narrar.
Algunas de las novelas menos conocidas de Lem son frías, distantes. Observamos los hechos de forma desapasionada, como si los diseccionáramos en un laboratorio. Es el caso de La Fiebre del Heno o La Investigación (dos extrañas historias que podrían describirse como literatura estadística) sus curiosas colecciones de críticas e introducciones a libros no escritos (Vacío Absoluto y Un valor Imaginario) o las desapasionadas (pero fascinantes) andanzas del Piloto Pirx. Pero de lejos lo más llamativo de su producción es su obra humorística, centrada en torno a las andanzas del absurdo cosmonauta Ijon Tichy y los estrambóticos maquinoconstructores Trurl y Klapaucius.
Ijon Tichy navega por un universo surrealista en el que las plantas carnívoras de un planeta turístico fingen ser bares con barra libre para atraer a sus víctimas, las lavadoras y las mesas crecen en ordenadas hileras en campos de cultivo y las máquinas cuentachistes para amenizar el viaje se averían antes de que hallamos salido de la órbita de Júpiter, lo que es una suerte porque son unos chistes horrendos. Los mundos que visita suelen estar gobernados por tiranos con ambiciones incomprensibles (lograr que sus súbditos se vuelvan anfibios, sin ir más lejos) y el vacío entre esos mundos puede estar mucho más lleno de lo previsto, como en el extraño viaje en el que la nave de Tichy cae en un bucle espaciotemporal y la nave acaba atestada de Tichys paradójicos.
Las dos novelas largas protagonizadas por Tichy, Regreso a Entia y Congreso de Futurología, son más realistas, sobre todo la última, en la que nuestro viajero visita el futuro de nuestro mundo, descubriendo una pesadilla frente a la cual las más negras historias de Orwell parecen alegres cuentos de hadas.
Por el contrario las aventuras de Trurl y Klapaucius siempre se mantienen dentro de un registro humorístico. Amigos, rivales y Constructores de gran prestigio, sus servicios son requeridos en las más asombrosas circunstancias. Por cierto que no son personas: la Cyberiada es una recopilación de fábulas para robots. Sus historias desbordan emociones, gallardía, amores imposibles… siempre protagonizados por máquinas, como la IV Expedición, o como Trurl se sirvio de un mujerotron para liberar al príncipe Pantarctico de las torturas del amor, y como luego tuvo que usarse un Lanzaniños (y no miente: éste título describe con notable exactitud la historia referida) Nuestros audaces constructores se enfrentan a piratas espaciales, religiones tecnológicas, totalitarismos militares e incluso criaturas imposibles, como en el magnífico relato Los Dragones y la Probabilidad. Porque no es que los dragones no existan, sino que la probabilidad de encontrarlos aquí y ahora es muy baja.
El surrealismo presente en la obra de Lem fue parte esencial de su vida. Superviviente del holocausto, combatiente frente a los nazis, enfrentado a las absurdas hipótesis bioestalinistas de Lysenko, medico e ingeniero frustrado, filósofo de la ciencia, acabaría saltando a la fama por sus cuentecillos cibernéticos y vería Solaris llevada al cine por Tarkovsky a primeros de los 70, en pleno recrudecimiento del neoestalinismo bajo Breznev, y por Hollywood ya en pleno siglo XXI. Dado su periplo, no es extraño que uno de sus ensayos sobre estadística demostrara, entre otras cosas, su propia inexistencia.
En los últimos años, Alianza y Minotauro se han lanzado a reeditar en castellano la obra de Lem, y Editorial Impedimenta ha adquirido los derechos de sus trabajos inéditos, incluyendo sus ensayos científicos, así que animo a todos los amantes de la buena literatura a darle una oportunidad a este singular polaco. Y sí, dije literatura, porque para Lem la ciencia ficción era un vehículo para llegar a todos los lectores, y sus libros van mucho más allá del diminuto ghetto del fandom.
Si alguien quiere intentarlo, le recomiendo que empiece por las distancias cortas: la cyberiada y los Diarios de las estrellas son un modo excelente de abrirse el apetito. El siguiente paso es Solaris y a partir de ahí el límite es el cielo. Sí, yo empecé al revés, pero siempre he sido bastante raruno.
En cuanto al cine, la peli estrenada en 2002 es fácil de conseguir, pero yo no me molestaría ni en echarle un vistazo a la carátula. El propio Lem se llevó una gran decepción ya que lo único mínimamente salvable era el culo de Clooney. La de Tarkovsky, al contrario, es una verdadera joya para los amantes de la ciencia ficción, pero antes de intentar verla recomiendo precaución: son cuatro horas de ciencia ficción de arte y ensayo en ruso subtitulado. No es para mentes débiles.
Poco más puedo decir. Esta semana voy a releer una de sus obras más extrañas, Memorias encontradas en una bañera, que podría describirse como la novela que habría escrito Kafka si hubiera follado de cuando en cuando y no se hubiera tomado la vida tan en serio. La disfrutaré, estoy seguro, pero no tanto como la primera vez que le hinqué el diente. De hecho acabo de darme cuenta de que os envidio. Sí, envidio a todos los que no habéis leído Solaris porque podréis hacerlo cualquier día de estos y quizás (sólo quizás) alguno de vosotros sentirá el mismo asombro que disfruté hace casi tres décadas.
Y si encima vuestra máquina de contar chistes funciona bien os habréis ganado mi odio para toda la eternidad, cabritos suertudos.
El primer fin de semana me leí esa novela tres veces y durante los siguientes años me lancé a la caza de todo lo que pudiera encontrar de su autor. Tuve mucha suerte: Minotauro sólo había editado otra de sus obras (El Invencible) pero Bruguera tenía una buena cantidad de títulos en su entrañable colección LibroAmigo (aquella del gatito en el lomo ¿recordáis?) y Alianza Bolsillo acababa de sacar algunos más. A fecha de hoy mi biblioteca incluye 22 volúmenes de Lem y para mi felicidad de cuando en cuando se editan nuevos títulos en castellano.
¿Qué tiene Lem de especial? Es difícil de explicar. Sus libros se consideran ciencia ficción, pero son más bien ensayos filosóficos. Una filosofía amarga y desesperanzada, porque el tema central de su obra es la imposibilidad de la verdadera comunicación y lo inadecuado de las escalas humanas de valores al confrontarlas con el mundo que nos rodea. Para Lem no estamos mirando las cosas de la forma adecuada, y nos quedamos con lo anecdótico porque somos incapaces de asumir lo importante. Hasta ahí nada demasiado llamativo, hay mucha gente que ve la vida de forma pesimista, pero lo asombroso de Lem es su manera de explicarse. Probablemente sea el mejor escritor europeo de la segunda mitad del siglo XX, a la altura de Graham Greene o Borges, por citar otros dos de mis predilectos.
Uno podría esperar que los libros de Lem fueran oscuros y desesperanzados. Algunos lo son: Solaris, el Invencible, Fiasco, retorno de las Estrellas, regreso a Entia, La voz de su Amo… obras que apenas dejan pasar un rayo de sol en medio de la tristeza, pero también tiene otras formas de narrar.
Algunas de las novelas menos conocidas de Lem son frías, distantes. Observamos los hechos de forma desapasionada, como si los diseccionáramos en un laboratorio. Es el caso de La Fiebre del Heno o La Investigación (dos extrañas historias que podrían describirse como literatura estadística) sus curiosas colecciones de críticas e introducciones a libros no escritos (Vacío Absoluto y Un valor Imaginario) o las desapasionadas (pero fascinantes) andanzas del Piloto Pirx. Pero de lejos lo más llamativo de su producción es su obra humorística, centrada en torno a las andanzas del absurdo cosmonauta Ijon Tichy y los estrambóticos maquinoconstructores Trurl y Klapaucius.
Ijon Tichy navega por un universo surrealista en el que las plantas carnívoras de un planeta turístico fingen ser bares con barra libre para atraer a sus víctimas, las lavadoras y las mesas crecen en ordenadas hileras en campos de cultivo y las máquinas cuentachistes para amenizar el viaje se averían antes de que hallamos salido de la órbita de Júpiter, lo que es una suerte porque son unos chistes horrendos. Los mundos que visita suelen estar gobernados por tiranos con ambiciones incomprensibles (lograr que sus súbditos se vuelvan anfibios, sin ir más lejos) y el vacío entre esos mundos puede estar mucho más lleno de lo previsto, como en el extraño viaje en el que la nave de Tichy cae en un bucle espaciotemporal y la nave acaba atestada de Tichys paradójicos.
Las dos novelas largas protagonizadas por Tichy, Regreso a Entia y Congreso de Futurología, son más realistas, sobre todo la última, en la que nuestro viajero visita el futuro de nuestro mundo, descubriendo una pesadilla frente a la cual las más negras historias de Orwell parecen alegres cuentos de hadas.
Por el contrario las aventuras de Trurl y Klapaucius siempre se mantienen dentro de un registro humorístico. Amigos, rivales y Constructores de gran prestigio, sus servicios son requeridos en las más asombrosas circunstancias. Por cierto que no son personas: la Cyberiada es una recopilación de fábulas para robots. Sus historias desbordan emociones, gallardía, amores imposibles… siempre protagonizados por máquinas, como la IV Expedición, o como Trurl se sirvio de un mujerotron para liberar al príncipe Pantarctico de las torturas del amor, y como luego tuvo que usarse un Lanzaniños (y no miente: éste título describe con notable exactitud la historia referida) Nuestros audaces constructores se enfrentan a piratas espaciales, religiones tecnológicas, totalitarismos militares e incluso criaturas imposibles, como en el magnífico relato Los Dragones y la Probabilidad. Porque no es que los dragones no existan, sino que la probabilidad de encontrarlos aquí y ahora es muy baja.
El surrealismo presente en la obra de Lem fue parte esencial de su vida. Superviviente del holocausto, combatiente frente a los nazis, enfrentado a las absurdas hipótesis bioestalinistas de Lysenko, medico e ingeniero frustrado, filósofo de la ciencia, acabaría saltando a la fama por sus cuentecillos cibernéticos y vería Solaris llevada al cine por Tarkovsky a primeros de los 70, en pleno recrudecimiento del neoestalinismo bajo Breznev, y por Hollywood ya en pleno siglo XXI. Dado su periplo, no es extraño que uno de sus ensayos sobre estadística demostrara, entre otras cosas, su propia inexistencia.
En los últimos años, Alianza y Minotauro se han lanzado a reeditar en castellano la obra de Lem, y Editorial Impedimenta ha adquirido los derechos de sus trabajos inéditos, incluyendo sus ensayos científicos, así que animo a todos los amantes de la buena literatura a darle una oportunidad a este singular polaco. Y sí, dije literatura, porque para Lem la ciencia ficción era un vehículo para llegar a todos los lectores, y sus libros van mucho más allá del diminuto ghetto del fandom.
Si alguien quiere intentarlo, le recomiendo que empiece por las distancias cortas: la cyberiada y los Diarios de las estrellas son un modo excelente de abrirse el apetito. El siguiente paso es Solaris y a partir de ahí el límite es el cielo. Sí, yo empecé al revés, pero siempre he sido bastante raruno.
En cuanto al cine, la peli estrenada en 2002 es fácil de conseguir, pero yo no me molestaría ni en echarle un vistazo a la carátula. El propio Lem se llevó una gran decepción ya que lo único mínimamente salvable era el culo de Clooney. La de Tarkovsky, al contrario, es una verdadera joya para los amantes de la ciencia ficción, pero antes de intentar verla recomiendo precaución: son cuatro horas de ciencia ficción de arte y ensayo en ruso subtitulado. No es para mentes débiles.
Poco más puedo decir. Esta semana voy a releer una de sus obras más extrañas, Memorias encontradas en una bañera, que podría describirse como la novela que habría escrito Kafka si hubiera follado de cuando en cuando y no se hubiera tomado la vida tan en serio. La disfrutaré, estoy seguro, pero no tanto como la primera vez que le hinqué el diente. De hecho acabo de darme cuenta de que os envidio. Sí, envidio a todos los que no habéis leído Solaris porque podréis hacerlo cualquier día de estos y quizás (sólo quizás) alguno de vosotros sentirá el mismo asombro que disfruté hace casi tres décadas.
Y si encima vuestra máquina de contar chistes funciona bien os habréis ganado mi odio para toda la eternidad, cabritos suertudos.
9 comentarios:
Pues mira..envidiame mucho porque yo no he leído nada de Lem y eso que lo tengo en mi lista desde hace siglos..a ver si hoy en la biblioteca hay suerte.
La odiamossss, mi tesssssoroooo, la odiamosssss, ssssíiii…
Hablo de memoria y por tanto con mucha facilidad para equivocarme de lleno. Admiro a Lem, y desde entonces admiro a Jadwiga Maurizio, que resulta que es mujer, pero como ponía "traducido por" siempre había creído que es un hombre. También tiene otros traductores en español directamente desde polaco, españoles, un mérito tremendo, pero es que el primero que me llamé la atención fue Maurizio, esos sufijos, palabras compuestas desinencias verbales...
Un post para enmarcar, y muy trabajado. Primero, felicitarte por la sistemática en la lectura y en recordar y explicar lo leído. Segundo, por la descripción de Lem, para mi es un gran superviviente de esperanzas fracasadas y de absurdos existenciales, además de enormes tragedias, quien piense que no hay salida porque la vida no responde a sus expectativas, quizás encuentre consuelo en la bigrafía y la bibliogrfía de Lem.
Los libros de bruguera, joer cómo echo de menos la editorial, tenían unos gatitos negros y otros gatitos azules, no recuerdo si a santo de algo.
Compré Viaje a las estrellas en la cuesta de Moyano por 25 pts en un revoltijo de libros de 2ª mano, en realidad no lo hubiera hecho si un amigo no me hubiera comentado que le sonaba que el tío era bueno -a mi la portada me parecía sosa, y pensaba que era una colección de relatos de cowboys espaciales-. Tenía 22 tacos.
Gracias por la reseña de que están sacando nuevos títulos, a ver si soy capaz de organizarme, de casualidad que tengo unas ganas locas de releermelo, pero con nene no puedo con las lecturas interruptus, es que me saca de quicio lo de engancharme y que me interrupan.
Y la probabilidad de que un agrónomo sea un gran admirador de Lem es 0, porque Lem no existe, ni yo tampoco. Un saludo!
Susana
Yo ni siquiera sabía que existía... así que me envidiarás doble!
Es lo malo de tener buena memoria. Hay gente que puede disfrutar de una buena historia muchas veces, porque no se le queda grabada. A mí si una peli, un libro, una obra… me gusta, se me queda clavada en la mente. Me encanta volver a leer un libro que me ha gustado, y disfruto viendo mis pelis favoritas, pero la primera vez, para mí, es irrepetible.
¡Por fin he leído la reseña! Está muy bien hecha, de verdad que sí.
A mí me gusta muchísimo Lem, voy a leerme dos estas vacaciones. Por cierto, tengo como cuatro o cinco de Bruguera en el trastero (con otros 400 ó 500 de cuando liquidaron a 20duros, entre ellos, Solaris).
¡Va por usted!
Yo me llevaré de vacas el Hospital de la transfiguración, a ver que tal (es su novela primeriza, antes de que se decidiera por la cifi)
Ya hablaremos, si me pillas deshinibida como estos días.
Jo, qué bien suena eso de pillarte deshinhibida...
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