Mujer iroqués

sábado, 27 de noviembre de 2010

TOCARSE


Esta semana hemos estrenado en casa una camilla de masajes y me parece excusa suficiente para hablar de un tema que me encanta: los tocamientos.

Aclararé desde el principio que no me refiero al acto de tocarse en el sentido más directo de la forma verbal reflexiva, (marranos, que sois todos unos marranos, y os vais a quedar ciegos de tanto ver porno en el ordenador, pasadlo a AVI y podréis verlo en pantalla grande, mucho más saludable) ni al tocamiento mutuo con intenciones masturbatorias (ya está bien, que parecéis mandriles ¿y luego me llamáis a mí enfermo?) sino al hecho de tocarse sin más, el puro placer del tacto.

Una buena amiga me dijo hace cosa de un año (¿te acuerdas, laura?) que lo que le llamaba más la atención de nuestra pareja era que resultaba difícil vernos juntos sin que de alguna manera estuviéramos manteniendo algún contacto, ya fuera un abrazo, una caricia, un beso… y ya sabéis como somos los obsesivo-compulsivos: esa misma noche empecé a darle vueltas al tema en la cabeza. Empecé a fijarme en la gente a mi alrededor, y pude ver que la mayoría de la gente evita tocar a otras personas, al menos en público. Eso me resultó chocante, ya que siempre he mantenido una relación bastante física con mis amistades.

Bueno, puntualizo: con mis amistades femeninas.

Sí, de acuerdo, los tíos mantenemos contacto de forma bastante habitual, sobre todo entre los 15 y los 20 años, pero es más una suerte de pugilismo amistoso que otra cosa. Llegas al banco donde te espera el resto de la tropa con la litrona y no falta algún cariñoso empujón (¡Hola, cabroncete!), un puñetazo en el pecho sin ánimo ofensivo (¿Qué passssa?) o incluso algún pellizco al vientre (¡Estás echando tripa, gordaco!). Pero eso no son tocamientos, sino una suerte de combate ritual entre machos, que relaja tensiones y deja clara la jerarquía del grupo.

Puntualizo de nuevo: a esa edad mi estatus masculino era bastante bajo, así que me llevaba una buena cantidad de palmetadas. No olvidemos que así como hay machos alfa, la estabilidad social requiere que también existan los machos épsilon (en física, aplícase a la partícula diminuta y de valor despreciable)

La cuestión es que cuando estaba con la sección femenina de la pandilla (es decir, casi siempre, yo era una chica honoraria) veía que ellas sí se tocaban de forma cariñosa. Se abrazaban, se hacían alguna carantoña, se peinaban entre sí… cosas todas ellas impensables entre hombres. Lo más cercano desde un punto de vista masculino era las palmadas en la espalda cuando algún amigo acababa de ser plantado por su ligue y se encontraba vomitando tras atizarse unos cuantos copazos, un proceso catártico bastante eficaz, aunque dañino para las abundantes figuritas de porcelana que llenaban la casa de L, donde tuvieron lugar un par de borracheras asistenciales.

Años después, pasada la etapa de las cariñosas agresiones entre adolescentes, me encontré con una excepción, mi amigo P, que entre otras cosas fue la persona (bueno, las personas, él y su hermana C) que me enseñó las técnicas básicas de masaje. Recuerdo alguna cara escandalizada a nuestro alrededor mientras nos dábamos un masaje en la orilla de un pantano, y sin motivo, dado que ambos somos heterosexuales verdaderos. Quizás ahí estaba la clave, dado que sospecho que los pseudoheteros evitan el contacto físico entre sí por miedo a que su virilidad quede en entredicho.

Las enseñanzas de P me fueron de gran utilidad, ya que, como he dicho, yo formaba parte del grupo de las chicas, y determinados patrones culturales (como el abuso de los tacones altos) hacen que, en general, las mujeres estén más necesitadas de un buen masaje que los hombres. He sido durante dos décadas el fisioterapeuta de cabecera de casi todas mis amigas (P –of course–, M. A. Mo. AA, , J y su hermana C, S… creo que hay como docena y media de mujeres cuyas espaldas y pies me son mucho más familiares que su cara) y aún hoy, cuando nos vemos, no falta quien necesite un poco de relax.

Podría pensarse que se aprovechaban de mí, pero no es cierto, porque pronto sentí que el contacto físico es agradable para ambas partes. No me refiero a que me empalme como un burro sobando a mis compañeras (alguna ereccioncilla de cuando en cuando, pero eso es inevitable, mis hormonas son como son y no puedo cambiarlas) sino a que el propio contacto de la piel con la piel es muy placentero. Además el que mis servicios como masajista fueran bien recibidos contribuyó a que mis amigas me incluyeran en su círculo de confianza física, con su punto de morbillo, ya que para entonces había cogido bastante confianza en mí mismo como para superar mis complejos adolescentes (se me podía considerar un macho delta).

El placer que me produce el contacto físico tiene tres partes claramente diferenciables. Por una parte el puro gozo del tacto: la piel humana es cálida, flexible y firme, muy agradable de tocar sin necesidad de actividad sexual por en medio. Igual de agradable es que te toquen, siempre y cuando sea dentro de un marco de confianza. Esa es la segunda parte: al acariciar o permitir que nos acaricien bajamos nuestras defensas y mostramos vulnerabilidad ante el otro, lo que resulta un gesto de confianza muy explícito. Cuando alcanzamos esa confianza además de relajarnos nos sentimos más cercanos, y eso siempre es placentero. Probablemente sea una herencia de nuestro pasado primate, ya que nuestros parientes dedican largas horas acicalarse mutuamente la espalda, rebajando así las tensiones sociales y reforzando vínculos familiares y amistosos. Finalmente, y centrado en el caso del masaje, está el placer positivo que surge de lograr que la otra persona se sienta mejor, ya sea disipando su tensión con una presión suave y prolongada, o ayudándole a eliminar un dolor o una incomodidad con un masaje más firme: lo que estás haciendo ayuda a la otra persona, y eso (al menos para mí) hace que la experiencia sea placentera.

He especificado sin necesidad de actividad sexual. Por supuesto la caricia sexual es maravillosa, pero los gestos de cariño no necesitan ir seguidos de una buena follada para resultar agradables. Cuando cae la tarde y mi chica y yo por fin tenemos un ratito para sentarnos juntos y relajarnos suelo encontrarme sus pies en mi regazo, lo que da comienzo a una sesión de masaje que puede prolongarse durante horas, sin que pasemos a caricias más íntimas. Vale, sí, a veces la mano se me va a zonas más arriesgadas, pero sin malicia, más que nada porque con el ajetreo que llevamos lo normal es llegar cansados a la noche y el saber que al día siguiente hay que ponerse en marcha a las 7'30 rebaja bastante las posibilidades libidinosas entre semana.

Lo que decía nuestra amiga es cierto: cuando vamos juntos siempre mantenemos contacto, aunque sea sólo cogernos la mano (somos unos cursis, me temo, siempre de la manita), y me pasa lo mismo cuando estoy con mis mejores amigas, ya sea paseando medio abrazados, o arrebujados mutuamente en un sofá mientras nos ponemos al día. En la Uni, allá por el cuaternario, J y yo solíamos saludarnos y despedirnos con un picolengua, lo que sorprendía a más de un compañero que sabía que no estábamos liados y apenas nos veíamos fuera de la escuela. Lo mismo me sucede cuando quedo con M, con el agravante de que esa supermujer mide más de 1'80 y para darla un beso tengo que subirme a algo (escalón, banco, bolardo) y la gente se nos queda mirando*. No hay dobles intenciones: simplemente nos sale natural, y es algo muy agradable. No entiendo porqué hay personas que se niegan a si mismas ese placer como si fuera algo pecaminoso o comprometedor.

Insisto, está muy bien con barrillo, pero son placeres diferentes. Por desgracia la mayoría de los hombres (la mayoría de heteros al menos) no llegan a entenderlo, y mantienen un muro a su alrededor, no sólo en lo referente al contacto con otros hombres, sino al contacto con mujeres. O mejor dicho, al de sus mujeres con otros hombres ya que lo ven como una amenaza sexual (pero no objetan nada al contacto entre féminas: sospecho que el cine X ha hecho mucho más daño del que creemos). Bastantes de mis amigos prefieren meterse al cuerpo una buena dosis de farmacopea antes que pedirme que yo les solucione una contractura, así que sospecho que si intentara romper el hielo dándoles un beso cordial tendría que aprender a recoger del suelo mis dientes con los dedos rotos.

La presión social del rol masculino y dominante es una carga bastante pesada, pero existen mujeres (pocas, pero ahí están) con fobia al contacto. Sospecho que detrás hay problemas de represión sexual, pero también falta de aceptación. Son personas que no sólo rehuyen el contacto táctil más allá del sexo, sino que seguramente tampoco se tocan demasiado a sí mismas, y sienten algo de rechazo hacia su propio físico. Por desgracia de nuevo se trata del resultado de la presión social, esta vez orientada hacia un ideal femenino tan tópico y machista como inexistente. Es difícil disfrutar del contacto de la piel con la piel si de partida te avergüenzas de tu cuerpo.

En fin, poco más puedo añadir. Algún día me liaré la manta a la cabeza y hablaré de los otros tocamientos, ya sean mutuos o autoabastecidos, pero hoy el cuerpo me pide otra cosa, como irme a la cama y antes de dormirme abrazar un ratito a mi compañera, sentir el calor de su cuerpo a mi lado y, si se tercia y no me llevo demasiadas patadas, mangarle un poco de edredón calentito para arrebujarme en condiciones.

Buenas noches y muchas caricias para todo el mundo.

*Sospecho que algo parecido ha pasado más de una vez con mi amiga V, otra gran aficionada a la caricia amistosa, porque en varias ocasiones he visto a gente mirándonos con expresión de aquí hay barrillo, y no lo hay.

10 comentarios:

Dinorider d'Andoandor dijo...

solo una vez dejé que me hiciera masaje un fisioterapeuta varón y me dije ni más pues con el cuento que por ser varón debia ser mas energico quedé fatal, como electrificado, que al menor roce en la espalda sentia que me ponian electricidad, como 3 o 4 dias tuve que dormir boca abajo

José Antonio Peñas dijo...

Mi fisioterapeuta (y la de mi pareja) es una mujer la mar de agradable, pero con una fuerza en los brazos asombrosa: si tiene que aplastarme contra la camilla para acceder a una contractura, me aplasta y me deja sin respiración, y después de una buena sesión tengo agujetas para varios días. Yo se lo agradezco, porque no voy a que me hagan mimitos, sino a que me reparen (y con mi trabajo eso no admite discusión: si me tiene que doler la paliza, pues que duela).

Ella está encantada porque dice que como ni mi chica ni yo nos quejamos puede emplearse a fondo y trabajar sin interrupciones.

Una vez me tocó con otro fisio, un chaval con el que no había estado nunca, y tuve que decirle que apretara con más fuerza, porque ni me estaba enterando. Luego me dijo que con el nivel de presión que estaba ejerciendo cuando dije eso, la mayoría de su pacientes le pedían que parase. Yo le pregunté, hombres ¿verdad? y en efecto, eran hombres: el umbral de dolor masculino es muy bajo.

Dicho sea de paso, también fue mi primera monitora de pilates, y es inmisericorde: si tocan abdominales, haces abdominales hasta que se te desprenden las orejas del esfuerzo. la actual monitora también es dura, pero de cuando en cuando nos deja coger aliento (debajo de mi pancita debo tener ya unos abdominales como piedras).

Paranoica empedernida dijo...

Esta entrada me ha hecho pensar, y me he dado cuenta de que yo también soy de las que se pasan el día sobando a la pareja. Cuando conduce le acaricio la nuca, cuando paseamos vamos de la mano o de la cintura, en el sofa me arrebujo en su pecho y cuando estamos durmiendo lo busco constantemente, bien con una patita o bien para dormir espalda con espalda. El calor humano es de lo mejorcito.

Humano solamente no. Creo que por eso me gusta mi gatita, acariciarla es un ritual altamente terapéutico y relajante.
Tocarse mola.
Y si mola tocarse solo, tocarse en compañía es lo mejor.

Con lo que has dicho de pilates de acabo de imaginar con unas mallas bien ajustaditas y una cinta en la frente dando saltitos cual monitor de aerobic. Has perdido rigor...

Un besazo y un montón de caricias

José Antonio Peñas dijo...

Craso error: en pilates haces ejercicio (al menos nosotras*) con chandal, y no damos saltitos: abdominales a punta pala y ejercicios de piernas.

Yo es que no me veo haciendo spinning, o cualquier cosa de esas en las que tienes que hacer el chorra en grupo mientras un monitor te da voces de ánimo y se preocupa si no sonríes lo suficiente para demostrar lo energético que te sientes. Tengo una dignidad.

* usualmente somos cuatro-cinco chicas, más la monitora, más un servidor, ergo, nosotras)

Mónica Quesada Juan dijo...

Simple y llanamente, me encanta. Ójala todo el mundo empezase a valorar más el contacto físico como un fin y no como un medio...ganaríamos tanto...

Y la forma en que describes a los machos alfa heterosexuales...no sólo me encanta, sino que recomendaré tu blog para que se vea que otra masculinidad es posible :).

Puedo compartir?

besotes!

José Antonio Peñas dijo...

Por supuesto, Mónica. Y espero que no te importe que enlace algunas cosas de tu blog en mi muro, porque me han parecido muy dignas de mención.

Anónimo dijo...

Pues fíjate tú qué casualidad... mi marido es fisioterapeuta de los que aprietan, así que de masajes bien hechos entiendo algo por la parte que me toca (... y nunca mejor dicho)

Como yo soy del club de las sobonas recalcitrantes, entre mis amigos, amigas y yo (y en mi relación de pareja, ya ni te cuento) siempre ha habido mucho achuchoncete y muchos besos. No obstante, supongo que cada cual pone sus propios límites físicos en sus relaciones de amistad, y entiendo perfectamente que haya personas a las que, sin necesidad de que haya ninguna patología de por medio, sencillamente no les guste que las soben.

Eso sí, ellos y ellas se lo pierden.

Un abrazo,
Imma

José Antonio Peñas dijo...

Tú lo has dicho: se lo pierden, y es una lástima. Si tienes confianza con alguien como para abrazarle compartes un placer real, y hoy en día hay muy pocos placeres que no sean de pega.

Anónimo dijo...

Buenas, en persona soy de las que tienen la barrera muy alta a tocarse, no cerrada pero sí lo hago mucho menos que muchas amigas mías, con la gente en general y con los amigos también, en parte hay un fondo que no explico, y en mucha mayor medida es mi personalidad, que me gusta tener y dar espacio. Ya en mi relación de pareja es completamente distinta la situación, y valoro y busco el contacto.
Eso sí, me gusta ver cómo son las posturas de la gente, en pareja, entre amigos, en la calle, y por lo general son muy envaradas, cerradas a la comunicación.
Y el tema del tacto y contacto lo englobo, yo, no quiero decir que es lo que hagas tú, en el aspecto general de relacionarse. Para mi son muy importantes las conversaciones, y las que mantenermos todos en general son muy pobres, tenemos muy poca capacidad de expresión y vocabulario muy pobre cuando hablamos, generalmente nos apoyamos contínuamente en pretendidos sobreentendidos, exclamaciones contínuas y cortes cada dos por tres; ni sabemos hablar con calma ya.
Enhorabuena por el post y por decir las cosas como las sientes.

ps, me ha encantado la foto. Me gustan mucho los chimpancés y los bonobos, tan distintos, tan iguales.


Susana

Ingrid dijo...

Pues mira tu que casualidad!!! Aquí tengo discrepancias... Me encantan las caricias, los besos, los abrazos, el roce, en fin, el contacto físico en general, algunos amigos incluso me han dicho que se sienten incomodos conmigo... Incluso he perdido amigos por pensar cosas que no son, y eso que yo soy muy clarita y digo las cosas desde un principio, pero se ve que a la mayoría de los hombres, eso de ir agarrados del brazo paseando, o de ir al cine y agarrarte en un momento critico, o toda la peli, o saludarse con un "abrazo" efusivo... Pues lo entienden como que quieres algo mas... Digo "abrazo" por que como les de un pico te llevan directa al hotel!!!!

PEEERO!!!! En los masajes... Tengo muy mala experiencia, ya no por malos fisios, mas bien por mala espalda... Tengo la espalda demasiado sensible, así que depende de los masajes acabo rota, pero no como tu dices de unos días de agujetas... Te cuento, en uno de los masajes, fui por que era el fisio del gim donde yo trabajaba, yo preparador físico y socorrista, bien, me coji la baja una semana, se me engarrotaron los músculos de la espalda que no podía ni mover los brazos!!! El simple hecho de sentarme constituía una ardua tarea...

Durante el embarazo me cojio ciática, y la fisio del CEM me dijo, ven y te lo miro... Acabe pasando por su consulta, y la tia no se como lo hacia, casi no me tocaba la espalda, ni el punto donde tenía la ciática, si me daba un poco mas fuerte debajo de la nalga, donde empieza la pierna, pero la tia conseguía que me pudiera mover con normalidad en los 3-4 siguientes días!!!! Y también me arreglo una tendiritis por contusión que tenía en el codo... Y los médicos ya querían infiltrarme cuando naciera la bebe...

Así que si me preguntas por masajes... NO! no me gustan... Aunque se darnos de maravilla... Mi marido cuando me da masajes lo único que hace es acariciaría la espalda con las manos abiertas hasta que me duermo...

Ah!! Me encantan los masajes en los pies, son mi debilidad!!!

Ya me callo!!!! Besitos!!!