Suele debatirse si el T-rex era carroñero o cazador. El
león, que tenemos entronizado como señor de la caza, es un holgazán nato, y
siempre preferirá darse un banquete de carroña gratuita antes que correr tras una presa viva. La hiena manchada, que la gente señala como carroñero por
excelencia, es un cazador muy eficaz, y es mas normal que los leones
le roben la caza a las hienas que a la inversa. Si no podemos separar con claridad
ambos modos de vida en animales vivos ¿cómo vamos a hacerlo en criaturas
extinguidas hace millones de años?
Aquí tenemos otro titular
bien llamativo: predador prehistórico comía a sus presas vivas.
Primero, una afirmación así no resulta novedosa: cientos de
predadores modernos hacen eso, empezando por las ballenas y acabando por
las avispas. Además el que su mandíbula permitiría a este
animal arrancar grandes trozos de carne a su víctima, no implica que ésta siguiera con vida durante el proceso. Por supuesto vende más
la idea del monstruo descuartizando en vida al aterrado herbívoro, pero
ni es algo sorprendente, ni un hecho probado.
Si nos alejamos más atrás, las deducciones se vuelven muy
peregrinas, porque trabajamos con criaturas tan ajenas a nosotros que podrían
pasar por extraterrestres. Hablar de anomalocaris como terrorífico
mónstruo depredador o materia de pesadillas parece muy exagerado, más cuando la noticia es el análisis de su estructura ocular. Como mínimo, creo que
deberían usarse adjetivos un poco más sosegados, sobre todo porque un estudio
casi paralelo sobre la boca de este animal viene a concluir que no sabemos
realmente cómo se alimentaba.
Tenemos la cuestión del aspecto visual de los
animales extintos. A priori, una buena reconstrucción se ajustará a la
información disponible en el registro fósil, y será más fiable cuanto más
detallado sea éste. Una vez más, es más fácil
recrear un animal si está más cerca de nosotros. A veces incluso contamos con
información de primera mano Como la que nos ofrecen las pinturas rupestres, que nos indican
que megaceros tenía una marca de color en la espalda, o que los leones de las
cavernas carecían de melena. Hace poco, por añadir otro ejemplo, se ha averiguado que las pinturas de
caballos salvajes cubiertos de manchas son sorprendentemente exactas en ese aspecto.
Pero cuando más nos adentramos en el pasado la información a nuestra disposición se vuelve menos detallada y empiezan a entrar en juego varios factores subjetivos,
empezando por las modas. Los velociraptores, por ejemplo, suelen ser
representados como seres feroces, siempre en actitud sanguinaria, por no decir
de psicópatas. Sin embargo es posible interpretarlos como animales mucho más
reposados y, a mi modo de ver, más naturales, como en este boceto. Ambas
recreaciones se atienen a los datos disponibles, las diferencias se deben a una
simple elección personal. En la otra imagen tenemos un dinosaurio aviano, Anchiornis.
Tanto el agresivo monstruito dentudo como el pajarote de aspecto feliz se basan en los mismos datos anatómicos, pero me decanto mucho más por la criatura relajada.
Puede parecer que los paleoartistas nos inventamos las cosas: no es así, pero es inevitable que te veas influido por las
ideas en boga, y que incorpores elementos que, a su modo, son ideológicos
antes que estrictamente científicos. Por ejemplo, sigue siendo muy normal
representar a los primeros humanos modernos con piel clara, como en esta soberbia imagen de Burian. Sin embargo nuestra especie nació en África y lo lógico sería que nuestros antepasados tuvieran la piel oscura. Esto se debe
a un prejuicio heredado del siglo XIX, cuando se presuponía que los hombres
blancos eran la cumbre de la evolución.
Hay veces que los detalles obedecen a puras decisiones estéticas, como en mi recreación de una pareja de neandertales: el pelo claro de la mujer fue una elección personal, simplemente quise darle
un aire más actual, y no había ningún motivo para suponer que no tuvieran ese
color de pelo. Pocos días después National Geographic publicó un estudio sobre la presencia de
cabello pelirrojo en neandertales. Hubo quien pensó que yo había accedido a esa información antes de ser publicada, pero fue una simple casualidad, como digo,
la elección del pelo fue totalmente subjetiva.
Como norma básica debemos recordar siempre que, en
condiciones normales, la piel o el color no se conservan, y la mayoría de los restos
se limitan a esqueletos u otras partes
duras. Lo mismo sucede con las plumas, la estructura de las escamas, las
crestas de tejido blando... Un caso como el de Anchiornis, en el que la
fosilización ha preservado no sólo el plumaje, sino indicios de su patrón de
colores, es tan excepcional que casi parece un milagro. Lo usual es interpretar
esos elementos en base a evidencias mucho menores, o por pura intuición.
Resumiendo un poco todo lo dicho, a la hora de valorar
una información paleontológica debemos
recordar que lo que se nos dice puede tener diferentes grados de
veracidad, en función de la información realmente aportada por los hallazgos.
La datación temporal en principio debe aceptarse: los métodos
empleados son fiables y contrastados, siempre dentro de unos márgenes de error
aceptables
La identificación de los restos igualmente debe considerarse
válida siempre y cuando hayan pasado por el proceso estándar de publicación, es
decir, la revisión por pares.
Los parentescos con otras especies modernas o extintas
pueden verificarse hasta un cierto punto: podemos establecer con bastante
seguridad la filiación de una especie, pero no podemos afirmar que sea
exactamente un ancestro directo ni un
descendiente. En ese sentido es preferible usar cladogramas antes que arboles
evolutivos.
Todo lo referente al comportamiento debe analizarse con precaución.
Algunos fósiles incluyen detalles muy concretos de la vida de una criatura,
otras características pueden extrapolarse con razonable seguridad, pero algunas
afirmaciones sobre el caracter o los hábitos de los seres extintos son
puramente especulativos, incluso gratuitos.
En cuanto al aspecto físico, en principio, debemos considerar que las
reconstrucciones son acertadas, pero dentro de un mismo abanico de datos
podemos encontrarnos reconstrucciones muy diferentes e igualmente válidasno debemos olvidar que incluso
los mejores paleoreconstructores tienen sus propios gustos y costumbres a la
hora de trabajar, y algunas cuestiones van un poco con la moda.
Y eso es todo. Espero no haberos aburrido y, si en algo
ayuda lo dicho a mejorar nuestro ojo
crítico a la hora de evaluar una información, podré darme con una piedra en la
boca.
8 comentarios:
El león de la primera imagen qué es un león sin melena de Tsavo?
Un ejemplo de lo difícil que es reconstruir especies extintas: si no conociéramos a los leones ¿podríamos imaginar un gato no moteado, que vive en manadas y cuyos machos tienen una espectacular melena...?
Por cierto José Antonio, tú que te dedicas a esto ¿por qué se suele representar al Smilodon con melena o viviendo en grupos? ¿Hay alguna prueba de esas cosas o sólo es/era una moda leonina?
Lo de los grupos se debe a que se han encontrado acumulaciones de restos, pero podría ser un artefacto (por ejemplo, una trampa como la de La Brea). EN cuanto al leonismo, yo no los he visto con melena, siempre en la línea de Diego, el de IceAge.
En cuanto al ejemplar de la foto, simplemente puede ser un macho subadulto.
Ok. Con lo de la melena no me refiero a una tan llamativa como la de los leones pero mira algunos ejemplos:
http://ferrebeekeeper.files.wordpress.com/2012/04/smilodon1.jpg
http://monstermadnezz.blogspot.com.es/2011/01/smilodon-extinct-monster.html
Ya veo. La primera intenta ser leonina, cierto. No me gusta nada, no pega. Y la otra es simplemente patética, no es melena, es un absurdo erizamiento dle pelo para darle un aspecto más monstruoso al animal.
Sigo leyendote y sigo aprendiendo.
Por mi parte puedes darte con una piedra en la boca. Pero no te des muy fuerte.
Saludoss
Gracias, guapetona! soy muy consciente que estos últimos posts no me han ganado demasiados lectores, pero el contador me da bastante igual.
No te pongas asín, habemos mucho por aquins. Pero yo sigo con mi fijación con las orejas, a que ceporroprotomaiferoide se le ocurriría esto de tener orejas. Oye, pues la gracieta tuvo su éxito, ríete tú de las melenas de los leones. Y otra gracieta, el paladar secundario, mira que es rizar el rizo del barroquismo calavérico, pues ahín está. Ves, para soltar estas majaderías mejor ni comento. Un saludo.
Pues, solo por el maravilloso escalofrío que produce un suave pellizco con los labios en los lóbulos, ya merece la pena. Bendito protomamífero orejón.
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