La mejor forma, para mí, de visitar el
museo del Prado es paseando, sin prisa, disfrutando no sólo de las
pinturas, sino de la historia que narran, la que reflejan y la que
llevan detrás de cada pincelada. Hoy quiero hablaros de una de esas historias que suele pasar desapercibida, por lo impresionante de la
obra que la contiene.
Buena parte del público cree, erróneamente,
que el cuadro de Goya del 2 de mayo es el de los fusilamientos de la
Moncloa. En realidad ese lienzo refleja lo sucedido al día
siguiente del alzamiento de Madrid, el 3 de mayo. El 2 de mayo es,
como su hermana, una pintura de inmensa carga dramática, pero mucho
más caótica, y con un título, cuanto menos, sorprendente: Carga de
mamelucos en la puerta del sol. Y digo, sorprendente, porque lo que
vemos no es una esplendida carga de caballería, con lanzas y sables
refulgentes, sino una carnicería, hasta el punto de que el cuadro,
informalmente, es conocido como Matanza de mamelucos.
Evidentemente
el título se refiere a los cinco jinetes de aspecto oriental que,
junto a un coracero imperial, hacen frente a una muchedumbra armada
con palos, piedras y navajas. Pero ¿quienes son esos guerreros
ataviados a la turca? Y ¿que están
haciendo en Madrid, ese fatídico 2 de mayo de 1808?
El origen
de los mamelucos es anterior a la expansión de los turcos por el
islam, pero fueron turcos en sus comienzos. Turcos paganos,
capturados por las tropas del emirato persa samánida en el suglo
VIII, durante los conflictos fronterizos con los pueblos nómadas del
asia central. Estos prisioneros eran vendidos como esclavos, de ahí
su nombre, mamluk, los que tienen dueño, los poseídos. Islamizados
durante su esclavitud, los mamelucos alteraron la sociedad
musulmana en dos formas: por una parte, facilitaron la conversión de sus hermanos nómadas, integrándolos así en la esfera del
califato abásida. Por el otro, los propios esclavos fueron
volviéndose poco a poco una parte importante de la estructura de
gobierno del califato y sus emiratos, ocupando puestos de confianza,
convirtiéndose en secretarios primero, gobernadores e incluso emires
al final, y nutriendo las filas de sus ejércitos, ya que eran
jinetes muy apreciados por su valor y eficacia
Con el tiempo los califas confiaron en
ellos para nutrir sus tropa de élite y su guardia de corps, y en la
práctica acabaron siendo prisioneros de la voluntad de sus poderosos
y muy bien armados esclavos. El califato abasí se hizo pedazos en el
siglo X y a partir de ese momento los mamelucos se convirtieron en el
poder en la sombra de los diversos califatos independientes surgidos
de sus ruinas. La tradición de los mamelucos seguía bebiendo de sus
orígenes turcos, pero sus filas se nutrían ahora también de niños
y jóvenes de los pueblos de las estepas rusas, caucásicos, como los
armenios, y también de esclavos sudaneses y etíopes.
Surgieron estados mamelucos, siendo el más importante de todos el de Egipto, cuyos
sultanes compraban para engrosar sus tropas esclavos georgianos,
circasianos y turcos cumanos, vendidos en el Cairo por mercaderes
genoveses, y que al igual que sus predecesores abásidas acabaron
siendo meras marionetas en manos de sus oficiales. Los mamelucos
egipcios sólo se sometieron bajo la mano de hierro del gran
Saladino, y fueron cruciales en las batallas que acabaron con el
reino latino de jerusalén, pero en el siglo XIII Egipto era ya,
virtualmente, un reino mameluco indendiente, y seguiría así
hastaque en 1515 el sultan selim I se adueñó de El Cairo,
retornándolo a la esfera del islam, ahora bajo la sombra del
poderoso imperio turco.
Los mamelucos conservaron su
influencia, actuando como gobernadores, y en los siglos sucesivos
fueron recuperando su poder de modo que, a finales del siglo XVIII,
Egipto volvía a ser, virtualmente, un reino independiente en sus
manos, cuando una flota francesa enviada por el Directorio desembarcó
un ejército a las órdenes del ambicioso general Napoleón
Bonaparte
El futuro emperador derrotó a los mamelucos en una
feroz batalla a los pies de las pirámides. Los jinetes, ataviados de coloridos y fastuosos ropajes, armados con
espadas y pistolas bellamente decoradas con todo tipo de filigranas,
cargaron una y otra vez contra las tropas francesas, siendo rechazada
por la artillería y las andanadas de la infantería. Los
supervivientes seguirían combatiendo en docenas de esacaramuzas,
pero ese 21 de julio de 1798 el poder de los mamelucos cayó para no
volver a levantarse jamás. En 1806, tras asumir el poder, el nuevo
bey de Egipto, Mehmet Alí, se deshizo de sus úttimos líderes
asesinándolos durante un banquete
Tras la victoria de Guizah
Napoleón incorporó a sus fuerzas algunas tropas mamelucas que se
habían rendido o habían sido capturados, y tras su regreso a
Francia solicitó la formación de un escuadrón egipcio de
caballería en Marsella, para emplearlos de forma similar a sus
unidades de húsares, en tareas de reconocimiento y persecución.
Reducidos inicialmente a solo dos compañías, tras la victoria de Austerlizt ya sumaban un
regimiento completo y despertaban la admiración de toda uropa por
lo exótico de sus uniformes y el valor que derrochaban en
batalla.
Y así llegamos a marzo de 1808, cuando el mariscal
Murat entra en Madrid, a la cabeza de un nutrido ejército,
convencido de que la corona española, que el estúpido Carlos IV y
su estúpido y además miserable hijo Fernando van a poner en manos
del Emperador, recaerá sobre su cabeza. Decidido a impresionar a
los que cree que un día serán sus súbditos, trae como escolta una
compañía de mamelucos. Dos meses después, al saber que los últimos
miembros de la familia real están a punto de ser enviados a Francia,
estalla la lucha en las calles de la capital, y allá van los jinetes
musulmanes, sable en mano, en medio de la muchedumbre
Un
escuadrón ha quedado aislado del resto, al fondo vemos las cabezas
de sus compañeros, incapaces de auxiliarles. Acostumbrados a
combatir en campo abierto, los mamelucos se han visto arrastrados y
arrinconados por una multitud furiosa que no retrocede por muchos de
los suyos que caigan, presas de esa ira ciega que ya no se detiene.
Leemos el pánico en los ojos de los soldados esclavos, que
probablemente ni saben ni entienden porqué están ahí, ahogados en
un mar de furia imparable y que, quizás por primera vez en sus vidas, tratan desesperadamente de huir, sabiendo que no lo
lograrán, y que serán pisoteados y descuartizados vivos por una muchedumbre hastiada, que ha gritado ¡Basta! y se ha alzado contra la
tiranía, ignorando que sólo lograrán traer una tiranía aún
peor
Y así los plasmó la mirada de Goya: en medio de los
relinchos aterrados de sus caballos, los últimos mamelucos, a miles
de kilómetros de sus hogares, alzan sus armas intentando resistir un
instante más, congelados para siempre ante nuestros ojos, en un
escorzo imposible, una agonía que nunca tendrá final.
2 comentarios:
Es un post magnífico, mira que yo encuentro complicado juntar historia con el relato del presente. Tengo entendido que el imperio turco exigía que los pueblos fronterizos sometidos les pagaran el tributo del primer hijo varón para convertirlo en mameluco (?). También se me ha venido a la cabeza la importancia de los esclavos en los imperios preindustriales, yo creo que esto debería explicarse en la historia que se estudia en el colegio. Recuerdo una cita de Zeldin que me impresionó, venía a decir que todos procedemos de esclavos.
Pues si te apetece saber un poco más sobre la esclavitud, le dedicamos un programa estupendo no hace mucho en antena historia http://www.ivoox.com/ah-36-la-esclavitud-roma-y-audios-mp3_rf_19575749_1.html (mi colaboración, el rincon de episcophagus, saldrá en el blog en un par de días, es que he estado un poco agobiado de curro)
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