Mujer iroqués

jueves, 28 de julio de 2011

LA FALACIA DE LA AUTORIDAD PAPAL (I)


Ahora que se acerca la fecha de la visita papal, es un buen momento para echarle un ojo a la figura del pontífice. No al propio Benedicto, sino al concepto del obispo de Roma como jefe y guía de la Iglesia Católica.

Para un ateo el asunto no tiene más trascendencia. El Papa es, simplemente, el jefe de una estructura piramidal, la Iglesia, que persigue, bajo un manto de espiritualidad, objetivos de poder económico, social y político de lo más terrenales. Sin embargo un cristiano católico, a priori, debe reverencia y obediencia al Santo Padre, ya que es la suprema autoridad eclesial y, en consecuencia, sus decisiones y declaraciones son irrebatibles.

He dicho a priori, pero ¿y en una segunda mirada? Después de todo la Iglesia sostiene que el cristianismo no es un edificio pétreo e inamovible, sino una fe viva y abierta al diálogo. Siendo así, un católico tiene, no sólo el derecho, sino el deber de hacerse preguntas. Y una de ellas podría ser ¿Es legítima, desde un punto de vista racional, la autoridad del Vaticano sobre el conjunto de la Iglesia? Bueno, yo no soy cristiano, pero puesto que en su momento fui bautizado, la Santa Sede me incluye en su feligresía y se me puede considerar un católico a efectos burocráticos. Así pues, me considero autorizado para plantear el tema desde un punto de vista estrictamnte cristiano.

La autoridad papal nace de tres argumentos básicos. El primero es la infalibilidad del Pontífice en asuntos de fe. El segundo es el reconocimiento de la sede episcopal de Roma como suprema autoridad ante el resto de obispados desde el mismo inicio del cristianismo. El tercero, y lógicamente el más importante, es la propia voluntad de Cristo, que nombra a Pedro su sucesor. Vamos a revisar estos puntos.

El más problemático es el segundo, y ha sido la principal causa de cismas en la Iglesia, incluyendo la separación de la Iglesia de Oriente, la Reforma y la creación de la Iglesia Anglicana. El argumento básico es que, siendo Roma la capital imperial, era lógico que el obispo romano tuviera autoridad sobre sus colegas de otras diócesis. Al fin y al cabo Pedro, el predilecto de Jesús, fue el primer obispo de Roma. Sin embargo éste es un razonamiento a posteriori, porque en los dos primeros siglos del cristianismo las diócesis funcionaban de forma independiente y las decisiones se tomaban de forma consensuada, sin una autoridad central indiscutible. Es lógico que fuera así dado que las comunicaciones no eran fáciles y en ese tiempo el cristianismo pasaba por persecuciones de forma periódica.

La autoridad central de Roma en el cristianismo no se consolida hasta el reinado de Constantino, que legitimó el culto y además procuró ganarse la voluntad del obispo Melquiades y su sucesor, SIlvestre, siendo éste el primero en usar la tiara papal. Hasta entonces, la sede gozaba de gran prestigio entre lo demás obispados al ser una de las más importantes en cuanto al número de feligreses, el volumen de las donaciones recibidas y las conexiones con la administración imperial. Se consultaba al obispo de Roma para que arbitrara entre las diócesis, y se acudía a él en busca de apoyo económico, pero no dictaba cuestiones de fe, ni convocaba sínodos o concilios. No es hasta finales del siglo IV, cuando el gobierno imperial se centra en oriente, que el obispo Dámaso empieza a dictar órdenes explícitas a otras sedes. Su sucesor, Siricio, adopta por primera vez el título de Papa, tutor.

Es decir, la autoridad papal no proviene tanto de la capitalidad como del apoyo decidido del emperador Constantino, necesitado de una cabeza central que articule al cristianismo y trabaje a su favor. A partir de ahí la influencia del papado irá poco a poco en aumento en la mitad occidental del Imperio, donde la autoridad imperial va dejando de notarse, mientras que en Oriente se ve contrarrestada por la del patriarca de Constantinopla, que a su vez es nombrado directamente, por el emperador. Siendo éste el caso, está claro que una decisión política tomada por un gobernante en el siglo IV no es un argumento de fe demasiado sólido para sustentar la supremacía del Vaticano.

El papado era consciente de que su preeminencia se apoyaba en bases frágiles, pese al enorme prestigio ganado por Leon I al convencer a Atila de no atacar Roma (aunque no hizo lo mismo con Alarico en el 410, y Genserico en el 455). Así pues, a finales del S. VIII, coincidiendo con el debilitamiento de la autoridad de Bizancio (que había ocupado parte de Italia en tiempos de Justiniano, y nominalmente seguía gobernando todo el Imperio), el papa Adriano se sacó de la manga un documento milagrosamente reencontrado en los archivos pontificios. En él, el emperador Constantino el Grande le regalaba al papa Silvestre el imperio romano, así, por la cara. Por supuesto la Donatio Constantini era más falsa que un euro con la cara de Messi, pero se usó como prueba irrefutable hasta entrado el siglo XV.

Igual de falsa, dicho sea de paso, resulta la asunción de que Pedro fuera el primer obispo de Roma. Primero, porque no había obispos en las primeras comunidades cristianas, sino diáconos. Segundo, porque no existe ni una sola alusión en los evangelios o en los Hechos a un traslado del apóstol a la capital imperial. La única mención conocida a su residencia tras la muerte de Cristo está en las epístolas de Pablo, y éste le localiza en Antioquía, Siria. El obispado de Pedro y su muerte en Roma, es, tal cual, una tradición inventada para justificar la autoridad papal, como lo es la del supuesto viaje de Santiago a Hispania para así dar legitimidad al milagroso hallazgo de sus restos en Galicia y, de paso, mantener bien surtido el sustancioso grifo de las peregrinaciones a Santiago de Compostela. El paripé organizado en los años 60 por Pablo VI para localizar la tumba y los restos del apóstol no resiste el más mínimo análisis arqueológico, y la identificación de los restos es, como todo lo referido a la vida de Pedro en Roma, una suposición bienintencionada, cuando no un fraude puro y duro.

miércoles, 20 de julio de 2011

DE AMAR, FOLLAR... y lo que nos gusta complicarnos la vida (II)


Continúo divagando sobre sexo y amores. Nos habíamos quedado en mis antinaturales confesiones homoeróticas.

El tema de la homosexualidad, dicho sea de paso, tiene dos grados diferentes de antinaturalidad. La homosexualidad masculina (lo que vienen a ser los gayers) está hoy en día bastante aceptada, hasta por sectores bastantes tradicionales a los que, incluso, les hace gracia. Es lógico, las locas han dado mucho juego en el humor tradicional, y los editores de casettes de chistes (esas que se vendían en los baretos de carretera, alternando en el mostrador con cassetes con tías en tetas en la portada) les deben muchos dividendos, por no decir su propia razón de ser. Pero resulta que las chicas (o sea, las boyers) no tienen tan buena prensa y siguen siendo vistas como desequilibradas, viciosas, enfermas o frígidas*. Quiero decir, no creo que a muchos tíos homosexuales les hayan soltado por la calle eso de ¡A ti lo que te hace falta es que te folle un buen coño para quitarte las tonterías! pero a ellas se lo siguen diciendo (reemplácese el elemento anatómico, por supuesto)

¿Cual es el problema? ¿Qué daño hacen dos mujeres que se quieren y se disfrutan? O mejor dicho ¿Qué daño hacen ellas que no hagan dos tíos? Y llegamos al meollo. Dos tíos que gustan de follar juntos no causan ningún trastorno en una sociedad que, como la nuestra, sigue siendo patriarcal, porque no suponen una amenaza para los hombres heteros, es más, implican una reducción de la competencia. Pero dos chicas que se quieren, son dos coños menos en el mercado ¡y eso no, eso no puede ser! ¡a la hoguera con ellas!

¿A alguien le escandaliza el concepto mercado de coños? Pues es lo más natural del mundo. La familia tradicional, esa que la Iglesia defiende a capa y espada, se consolida, en la mayor parte del planeta (y en España hasta no hace mucho) cuando un hombre se compra un coño para su uso exclusivo, a ser posible con un útero para que críe a sus hijos. Eso no impide que él pueda seguir metiéndola fuera del matrimonio, porque es cosa de hombres, pero ¡ay de ella como deje que otro pene entre en su sagrado agujero!

No pongáis esa cara. Ése es el modo en el que entienden el matrimonio demasiados millones de personas, y en nuestro civilizado país esa forma de pensar sigue estando muy extendida. Tras los asesinatos de mujeres a manos de su ex, no hay celos, inseguridad ni frustración por la desvalorización del rol masculino, sino la idea natural de que tu coño me pertenece y te mataré antes de dejar que lo folle otro.

Ojo, los argumentos sobre lo natural no se ciñen al lado conservador. Podemos encontrar debates similares en todas partes. Por ejemplo, el Dr. Robin Baker sostiene que en el eyaculado masculino hay espermatozoides especializados en combatir a los espermatozoides de otros machos, lo que demostraría que estamos evolutivamente adaptados para el sexo en tropel. Al margen de que su tesis tiene muchos puntos débiles, la observación de los primates promiscuos muestra que los machos compiten entre sí incrementando el volumen de espermatozoides. Los chimpancés tienen unos güevos el doble de grandes que un humano medio, y dado que pesan un tercio menos que nosotros, en proporción sus pelotas nos triplican. Vamos, que para ser unos promiscuos naturales, nuestras gonadas dan un poco de penita.

Lo curioso es que los machos humanos gastamos un nardo impresionante. Quiero decir, incluso mi humilde colita es un cipotón king size si se compara con el de cualquier otro simio. Lo que me lleva a preguntarme ¿qué ventaja reproductiva supone? A lo mejor en algún momento de nuestra evolución (puede que en la fase erectus) el modo de atraer a las hembras fuera hacer volatines con la polla, y al llegar el celo todos los machos se pusieran a hacer el avioncito, ganando el que lograra las cabriolas más vistosas. Eso explicaría también el porqué del alegre color del glande, que daría mucho más vistosidad al revoloteo.

Bromas aparte, sí hay justificaciones naturales acerca de nuestra conducta sentimental y sexual. Aunque no resultan agradables de oír. Porque he conocido a bastantes parejas, incluída alguna muy cercana, que siguen juntos por pereza, por ignorancia o por miedo. Y eso sí es natural. Personas que arrastran una relación que lleva muerta años, si es que no nació ya malherida, pero nunca se deciden a soltar amarras. Porque ya se han acostumbrado a vivir juntos sin mirarse, porque no se imaginan que fuera puedan encontrar algo mejor, o por puro miedo a la soledad. Porque otra cosa que nos han vendido, es que no tener pareja es un fracaso.

Es un argumento muy triste, y la idea me parece absurda. Yo tengo la suerte de haber compartido media vida con una mujer maravillosa, pero sé que igualmente podría haber disfrutado mi vida sin pareja estable, y ella sería igual de feliz sin un hombre siempre a su vera. Además ser un individuo no implica estar solo, y sería una opción mucho más extendida de no ser por las dificultades económicas que apareja organizar una vida de forma individual. No nos engañemos, hoy por hoy es muy difícil pagarse un piso en solitario, y los problemas logísticos que pueden ir surgiendo, como criar un niño sin ayuda de una pareja, no son desdeñables. Pero volvemos al mismo problema: en muchas parejas, al final es una persona (usualmente ella) quien apechuga con la crianza, así que los retos pueden ser similares.

Precisamente ahora asistimos a la reafirmación de la individualidad en todos los aspectos, incluyendo el sexo y el amor. ¿Porqué no vas a poder amar a otra persona sin verte obligado a compartir casa e hipoteca? Claro que eso implica un grado de madurez que no todo el mundo alcanza, y más cuando entramos en el terreno de las relaciones abiertas, ya sean polisexuales o poliamorosas.  Otra opción que demasiada gente tilda de antinatural (debería patentar esa palabra y cobrar royalties cada vez que alguien la pronuncie con tono indignado: me iba a forrar).

Pero hombre
, dirá alguno (porque es un modo de pensar muy de tíos) eso del poliamor es un chollo, ¿no? Viva la virgen y a pillar cacho. Puede que lo fuera en los 70, cuando todo el mundo se lanzó al desmadre (a mí no me cogió, siempre llego tarde a todo ¡ay!) pero no hoy, precisamente porque la individualidad, y sobre todo la individualidad de la mujer, se ha reforzado**. Además, hablando siempre desde fuera, entiendo que este tipo de situaciones sólo pueden funcionar con una buena dosis de sentido común y capacidad de negociar y resolver conflictos, que haberlos, los habrá. Porque cuando intimamos, siempre hay consecuencias, ya sean positivas o negativas.

Y puesto que hablamos de nuestra afición a complicarnos la existencia, si alguien se plantea esa forma de vivir el amor, debe tener en cuenta que las complicaciones serán, como mínimo, tan numerosas como personas tomen parte.

Otra característica que sospecho necesitan las personas poliamorosas es una capacidad organizativa muy superior a la mía. Yo sólo necesito cuadrar mi agenda con mi chica, y aunque vivimos juntos a veces es un problema. Ése, junto al de la inevitable tensión emocional, es el principal problema que veo a este tipo de relaciones, y de ahí que, a priori, vea imprescindible la madurez. No sé si yo sería capaz de gestionar mi vida de esa manera.

Me diréis, igualmente se necesita madurez en una relación monógama. ¡Pues claro, joder, y en cualquier otra! pero como es lo natural demasiada gente se tira de cabeza sin pensar. De hecho hay más de uno y más de mil que se emparejan con la primera persona con la que follan medio a gusto, no vaya a ser que se les pase el arroz y se queden solos. Y así esas personas igualmente se complican innecesariamente la vida, por obstinarse en creer que quedarse solo es un fracaso.

Bueno, hasta aquí mis divagaciones. Quizás alguien se sorprenda de que no haya hablado de cosas tan de moda como el swinger o el bondage. Aparte de no querer extenderme más, no veo esas tendencias como formas de entender una relación, sino como juegos. Por otra parte el swinger no acaba de darme buenas vibraciones. No veo ningún problema si ambos miembros de la pareja están enteramente de acuerdo al respecto, pero, como apunté arriba, hay demasiadas cosas que se hacen por miedo a la soledad, o por dependencia hacia la otra persona. El BDSM me parece menos problemático, mientras se mantenga en los límites de la diversión. Sólo veo preocupante el coste del atrezzo, que debe ser todo menos barato: la artesanía en cuero o látex tiene un precio muy alto*** . Claro que a lo mejor buscando en las tiendas chinas se encuentran opciones más asequibles, pero la calidad será siempre muy discutible.

En fin. Por desgracia no hay recetas magistrales para evitarnos las complicaciones, precisamente porque no existe una forma natural de hacer las cosas. Así que no deberíamos ponérnoslas aún más chungas buscando excusas y justificaciones. Ya seamos monógamos, polígamos, promiscuos, solitarios, heteros, bisex, homo, transgénero... siempre vamos a encontrarnos con problemas, porque follar y amar siempre tiene consecuencias. Y dado que no amar ni follar resulta igual de problemático, si no más (no hay más que ver la cara de vinagre de Rouco o Ratzi****, que en teoría no follan y desde luego no aman) no nos queda otra opción que apechugar y tirar p'alante. Al menos nosotros, de cuando en cuando, nos reiremos por el camino.

(Actualización a fecha de 2015: tras varios años metido en el mundo de las relaciones poliamorosas, entendidas como relaciones no monogámicas, éticas y afectivas, confirmo que el esfuerzo personal que requiere este tipo de planteamiento es intenso, y el dolor puede ser tan grande como la alegría, pero estrellarse es un precio pequeño si logras volar)

* ¿Frígidas? Sólo de pensar lo que debe sentir una mujer con otra me estremezco de pura envidia.

** Se acusa al feminismo de ser un enemigo de la sexualidad. Nada me parece más alejado de la realidad: es en igualdad como una mujer puede vivir realmente su sexualidad, no como esclava atenta a satisfacer al amo, sino como persona que goza de su cuerpo en compañía o sin ella.


*** Ojo, que lo vale: he visto auténticas maravillas en algunos catálogos, de esas que requieren muchas horas de trabajo y mucha experiencia detrás.

**** Ya creíais que me había olvidado de ellos ¿verdad? Pues no soy amigo de dar hilo sin puntada.

sábado, 16 de julio de 2011

DE AMAR, FOLLAR... y lo que nos gusta complicarnos la vida (I)


Hace tiempo una amiga me preguntó porqué uso tan poquito la expresión hacer el amor. Aparte de encontrar que se ha aplicado a tantas situaciones que se puede vaciar de contenido, creo que es una fórmula que llama a la confusión. Para entenderlo, primero necesitamos definir los términos. En esencia, amar es compartirse, y follar es disfrutarse. Son conceptos diferentes, y juntos resultan geniales, pero pueden vivirse por separado.

El problema es que cuando follamos (bien) con alguien lo normal es cogerse cariño, aunque sólo sea por la propia relajación del post-polvo. Estoy seguro de que cuando nuestro compañero de escuela, el gran humanista S, se follaba un melón*, charlaba un ratito de forma amigable con la cucurbitácea mientras se fumaban el cigarrito de después. Porque la situación se presta. Y ahí viene el conflicto, porque sí, podemos hacer el amor con la persona a quien amamos, pero también podemos hacerlo justo al revés y poner la carreta delante de los bueyes.

Con dos dedos de frente, la follada no tendría consecuencias negativas, si acaso ayudaría a mejorar nuestras relaciones. Pero nos gusta complicarnos la vida e intentamos darle a nuestros actos una trascendencia que probablemente no tengan. Estás con un amigo-amiga, os gustáis, tenéis un ratito de intimidad, la temperatura sube, una polla lleva a la boca digoooo... una cosa lleva a la otra, folláis como mandriles, os corréis en comandita... hasta aquí nada que objetar, pero entonces uno (o ambos, o más si ha sido un triplete o grupo superior) empieza a comerse la cabeza con que ese polvo significa algo, porque desde siempre nos han vendido la burra de que el sexo va unido al amor.  Y no es así, a veces (muchas) simplemente nos disfrutamos. Pero el runrun no ceja y llegan las complicaciones.

La primera y más clásica es obsesionarse con que esa otra persona es especial. Que lo es, porque todos somos especiales, y si nos gustamos, pues mucho más. Pero un polvo, por rico que nos sepa, no se traduce en un amor para toda la vida.

Este es un error que antes se asociaba más a las mujeres, pero todos podemos caer. Cuando nos regocijamos, bajamos las defensas, y somos vulnerables. Tomar decisiones al calor de los genitales es una imprudencia, mantenerlas contra viento y marea cuando el calor se ha pasado es una estupidez. Y construir una relación de pareja en base a un apretón es una garantía para el desastre: el amor de tu vida se construye día a día, no te cae del cielo entre arrullos y sábanas de seda.

Esta primera complicación se debe, como digo, a la confusión, pero otras nacen de nuestra perra manía de complicarnos la existencia y complicársela a los demás. Y cuando amamos y follamos, nos la complicamos mucho. O mejor dicho, nos la complicamos mucho más. Porque demasiada gente intenta hacer de su costumbre un patrón para todos. ¿Cuántas veces no hemos oído decir que determinadas formas de amar son antinaturales? Un adjetivo que engloba TODO salvo la monogamia heterosexual. De donde se sigue que esa es la manera natural ¿no?

Bueno, si algo es natural, debe estar ampliamente representado en la naturaleza. Miremos a los primates, tan naturales ellos. Nuestro pariente monógamo más cercano es un primo tercero, el género Hylobates (los gibones, para entendernos), y el resto son grupos bastante alejados, incluyendo algunos prosimios. Pero si miramos a nuestra familia más directa, resulta que los gorilas son poligínicos (un macho, varias hembras), los orangutanes son polígamos dispersos (emparejamiento al azar, sin formar familias) los chimpancés son polígamos múltiples (grupos de machos y hembras, que follan de acuerdo al rango social) y los bonobos, además de múltiples, son bisexuales (un follón en el mejor sentido de la palabra, todo el mundo con todo el mundo, estableciendo el rango social en función de con quién se folle).

Bueno, a lo mejor los monos, además de pajilleros, son unos antinaturales, pero seguro que entre el resto de mamíferos la cosa cambia ¿no? No. La práctica más extendida es la poliginia. Nos queda el fascinante mundo de las aves, repleto de alegres pajarillos monógamos y fieles, esforzándose en hacer nidos cuquísimos para criar a sus tiernos y hambrientos polluelos. Pero cuando se ha estudiado el adn de las puestas, la imagen de fidelidad se ha caído al suelo. En la mayoría de las especies supuestamente monógamas, los cuernos múltiples (machos follando con todas las hembras de la zona, hembras tirándose a todo macho que pase cerca del nido) son de lo más habitual.

Dejemos de buscar lecciones en los bosques. La monogamia no está impresa en nuestros genes, sólo depende de los condicionantes sociales, siendo el más importante la dependencia económica de la mujer respecto al hombre. A medida que las mozas ganan el control sobre sus recursos, la pareja deja de ser un pilar inamovible y se convierte en una opción más entre otras.

Al menos, dirán los bienpensantes, sí hay algo claramente natural, y es la cópula heterosexual, Adán con Eva, Eva con Adán. Ja, y de nuevo ja, ja, y aún añadiría otro ja. Se conocen centenares de especies en las que las relaciones homosexuales son de lo más corriente, no sólo entre los mamíferos, sino en aves, reptiles e incluso insectos. Y aunque no fuera así, aunque fuéramos la única especie con prácticas homosexuales, daría lo mismo, porque la heterosexualidad sólo es obligatoria para tener descendencia, pero los humanos normalmente no follamos para tener niños, sino porque nos gusta follar. Y ahí no hay normas que valgan.

Yo me considero heterosexual en alto grado (si hetero es negro y homo es blanco, vengo a ser un gris oscuro) Encuentro atractivas a la mayor parte de las mujeres de edad adecuada** que me cruzo por la calle y muy, muy, muy atractivas a casi todas mis amigas. Soy un rendido devoto del coño, maravilla genital y centro del universo, al menos del mío. Pero de cuando en cuando se me queda en la mirada algún hombre que me hace exclamar (mentalmente, que uno es tímido) joder, me lo follaría. El último, un megaviril mulato que atendía en un macdonald, con un cuerpazo que quitaba el hipo. Aunque en este caso el follado sería yo, porque con un macizo así sales del armario sabiendo que te van a matar, pero morirás bien relleno...

Pero dejemos las confesiones para otro momento porque nos estamos desviando del tema. Lo que quiero decir es que poca gente es 100% hetero o 100% no hetero, luego no deberíamos llevarnos las manos a la cabeza si alguien se cambia de equipo a mitad de la partida...

(to be continued one day of these)

* Lo que resulta más complejo de lo que parece, pero S, que es un pozo de sabiduría, nos ilustró en su momento sobre las diversas técnicas y usos.

** Es decir, a día de hoy (editado en 2022) entre los 40 y los 65, asín a ojo

sábado, 9 de julio de 2011

SEXO EN NIUYORS (bueno, en Génova, pero casi viene a ser lo mismo)



Alberto Ruíz Gallardón tiene fama de dilapidar en proyectos faraónicos. Algunos dicen que es su modo de avanzar hacia el poder en el partido Popular, pero se equivocan. El alcalde acomete tuneles, estadios e intercambiadores con saña asiria por el más triste de los motivos, el desamor.

El pobre Alberto rotura la tierra para impresionar a la mujer a la que desea en secreto y con locura. Quizás, de forma inconsciente, trata de afirmar su virilidad autoidentificándose con fálicas tuneladoras. En el fondo sabe que es un esfuerzo inútil, porque ante ELLA siente como su masculinidad se empequeñece y sólo un orgullo mal entendido le impide arrastrarse en actitud suplicante. Y es que Esperanza Aguirre le pone burro. Pero burro, burro.

Él siempre ha soñado con ser un esclavo sexual, y, tiempo ha, reconoció en Espe al ama severa e implacable que lleva buscando desde hace años. Cada vez que se la cruza por los pasillos de Génova, su mente se nubla y su entrepierna se inflama imaginando el instante en que ella, con ceñido traje de cuero y afiladísimos tacones, empiece a golpear sus nalgas con el látigo.

¡Has sido infiel a la memoria de Aznar! (zas, zas, zas) ¡Toma, zapaterista mal disfrazado! (zas, zas, zas) ¡prueba el sabor de la justicia, emboscado del socialismo! (zas, zas, zas)
Sí, dame, dame, me lo merezco, ama, he sido tan malo... ¡soy tu perra!

Pero el pobre ignora la terrible realidad. Nunca cumplirá sus deseos, porque las fantasías de Espe no incluyen azotar alfeñiques de pelo rizado. Ella, secretamente, se excita imaginando que las turbas proletarias asaltan su casa y desgarran sus ropas con dedos libidinosos.

Y, claro, Alberto no es el único con problemas. Porque, como todos sabemos, Esperanza no siempre es consciente de lo que la rodea (ahí están sus continuos deslices a micrófono abierto para probarlo), y el choque de sus ensoñaciones con la realidad puede tomar matices extraños.

¡A las buenas tardes, el butano!
¡Vienes a tomar mi virginal cuerpo de condesa a la fuerza! ¿Verdad, rojo obsceno?
errr…no, señora presidenta, yo venía a traer la bombona, pero si es mal momento, pues ya me paso otro día ¿eh? que uno es un mandao...
¡Sacia tus viles deseos, inmundo garañón a sueldo de Rubalcaba!
No, si yo soy de Repsol... bueno, una subcontrata, pero tal y como están las cosas no puedo quejarme, ¿sabe?
– ¡Tómame, sudoroso butanero! ¡Ultrájame, haz de mi lo que quieras!
– (ya empezamos, unos crían la fama…) mire, señora, que no es por no hacerla el favor, si yo lo haría encantado, pero mi MariJuli se lo tomaría a mal ¿sabe? y además ya casi es la hora del bocata, y el convenio no contempla este tipo de servicios...
– ¡Maricón! ¡Inútil! ¡Menchevique! ¡Mucha boquilla, pero al final no valéis para nada!... Noooo, si ya os tengo calados a vosotros, yaaaa...¡!Que todos los holgazanes os hacéis socialistas!

Y así transcurre el día a día del alcalde y la presidenta: dos barcos solitarios, que nunca verán cruzarse sus rutas en la inmensidad del océano.

domingo, 3 de julio de 2011

INCREIBLE PERO MENTIRA (I) ¿Las rubias son tontas?


Damos comienzo a una nueva serie, centrada en esas cosas que todo el mundo sabe, aunque nadie sabe por qué lo sabe. Hay ejemplos a puñaos, pero yo he elegido como introducción un mito al que le tengo una particular tirria.

Todo el mundo sabe que las rubias son tontas . Eso facilita mucho el trabajo de los guionistas de sitcom. ¿Qué no sabes cómo resolver una escena? Rubia entra por la puerta, abre la boca y dice una estupidez. Risas. Aplausos, el público asiente con mirada cómplice. Crisis de creatividad solventada.

Yo discrepo. He conocido alguna rubia tonta, pero también conozco morenas, pelirrojas y castañas tontas. Y conozco rubias listas o muy listas, como mi amiga P, que supera  la categoría lista y entra en la de brillante. De hecho conozco más hombres rubios, morenos, pelirrojos y castaños tontos de solemnidad que rubias tontas, luego parece que el argumento del color del pelo no se sostiene tanto como el del gen Y. Así pues ¿De donde sale esa idea?

El bulo tiene un origen y fecha muy concretos: Hollywood, años 50. En décadas anteriores las rubias que se veían en la gran pantalla no era tontas, sino malvadas y pecaminosas. La rubia era la vampiresa sinuosa y sibilina que robaba el corazón del protagonista y lo rompía en pedacitos para su placer, obligándole a cometer todo tipo de sinsentidos y delitos: Marlene Dietrich enloquecía a los hombres más sensatos arrastrándolos al abismo en el dogal de sus rubios cabellos (sus vertiginosos muslos también tenían algo que ver, pero no debemos desviarnos del tema). En cambio la novia casta y pura, que lograba redimir al muchacho y apartarlo del mal camino, solía ser una chica morenita con cara inocente y virginal.

La malignidad de pelo dorado llegó a su culmen con la inolvidable, inigualable e inagotable Mae West. Era la mujer sobre la que tu madre te advirtió y tu padre siempre te envidió. Mae decía PECADO en todas sus dimensiones, curvilineas y reventonas. Dicen que el primer contacto de John Wayne con el cine fue un fin de semana en el que la West se lo folló junto al resto de miembros (nunca mejor dicho) de su equipo de futbol americano. El lunes ella fue al estudio fresca como una rosa, mientras ellos balbuceaban ¿Alguien puede arrastrarse hasta el teléfono y pedir una ambulancia?

Por supuesto la West era odiada por todos los pacatos y estaba en el punto de mira del infame código Hayes. Frases como A story about a gal who lost her reputation - and never missed it! no dejaban demasiado sitio para la moral y la decencia. Pero lo que más alarmaba a los bienpensantes era que el tipo de mujer que encarnaba Mae dominaba a los hombres, torpes juguetes de su voluntad. La rubia era peligrosa.

Entonces vino la guerra, y mientras los hombres iban al frente las mujeres estadounidenses fueron a las fábricas y descubrieron el sabor de la independencia. Tras la guerra el gobierno Truman y las administraciones que le siguieron iniciaron la tarea de devolver a las mujeres al hogar, a ocupar otra vez papeles secundarios. El cine puso mucho esfuerzo en esa tarea: no era posible hacer desaparecer a las vampiresas del cine (ahí está Gilda para demostrarlo) pero sí convertirlas en seres menos amenazantes. Y entonces llegó Marilyn.

Marilyn era, como Mae West, el pecado carnal que ningún hombre podría resistir (que se lo digan a Groucho) pero tenía una candorosa expresión que la permitía hablar con inocencia mientras a su alrededor las gónadas masculinas se incendiaban. Era rubia, era deseable y no era amenazante. Los productores dieron con la fórmula perfecta, plasmada de forma impecable en Los caballeros las prefieren rubias: La rubia era una bomba sexual pero no dominaba a los hombres porque era tonta mientras que la morena era inteligente ,pero no era peligrosa porque no era rubia*.

El estereotipo sobrevivió a la propia Marilyn, como demuestran las películas de Doris Day y Rock Hudson, en las que ella siempre interpreta a una eficiente e hiperactiva trabajadora ejemplar (y rubia) y el es un dicharachero holgazán que, por supuesto, acabará por engañar, seducir y llevarse al huerto a la chica. Porque, por muy diligente y profesional que parezca, es rubia, y las rubias son tontas.

En resumen, la mujer rubia, prototipo del pecado y la carnalidad, icono de malignidad y lascivia en los años 30, que esclavizaba a los hombres, acabó convertida en un adorno: linda de ver, agradable de usar, e inofensiva por su estupidez.

En cualquier caso, podemos ver que no hay un enlace natural entre el color del pelo y la falta de intelecto. Sin embargo la leyenda tiene una base de veracidad indirecta, debido precisamente al estereotipo hollywoodiense.

Las rubias naturales no tienen nigun motivo para ser más o menos tontas que las morenas o las pelirrojas. Hasta ahí, todo es lógico. Pero hay una causa no natural que justifica la fama estupidez de las rubias, al menos de una categoría de rubias: las teñidas.

¿Cuantas rubias naturales hay? Pocas, ya que los genes que controlan el tono del pelo claro son recesivos. Más allá de los países nórdicos la población de pelo claro es siempre minoritaria o simplemente inexistente, ya que el color del pelo está determinado por la concentración de melanina y la ausencia de ese pigmento suele aparejar problemas de salud, entre otras causas por falta de vitamina D (cuando toquemos el tema  los rubios se extinguirán en el siglo XXI veremos el porqué del melanismo en las poblaciones noreuropeas)

Ahora bien, el modelo de belleza vendido por Hollywood desde sus orígenes es rubio. Los caballeros las prefieren rubias, y las productoras de cine también. En consecuencia tenemos un factor social que asocia los conceptos rubia-guapa. Una mujer con dos dedos de frente y seguridad en sí misma no hará caso de esos estereotipos porque la belleza no depende del color del pelo (y si alguien se atreve a decir lo contrario merece ser muerto a pedradas en nombre de Sofía Loren y Ava Gardner). Una mujer así puede decidir teñirse el pelo de rubio si realmente ese color le sienta bien. Y hasta aquí no hay nada que objetar.

Pero una mujer con falta de carácter, sin discernimiento e influenciable, es decir, tonta , sí hará caso de los estereotipos y creerá que tiñéndose de rubia será más guapa. El resultado es una proliferación de falsas rubias que bajo su pelo teñido tienen (muy) escasas luces. Ese volumen de rubias fraudulentas es, evidentemente, muy superior al conjunto de rubias naturales: debido a ello, aparentemente hay un porcentaje muy alto de rubias tontas porque al porcentaje natural de rubias tontas se suma una enorme cantidad de morenas, castañas y pelirrojas tontas que se han teñido el pelo. El efecto es doble, porque las morenas, castañas y pelirrojas tontas acaban teñidas de rubio, pero las rubias tontas no se tiñen de moreno, castaño o pelirrojo, con lo esos tonos de pelo parecen incluir un mayor volumen de mujeres inteligentes. Y así las morenas, castañas y pelirrojas tontas siguen existiendo, sólo que disfrazadas de rubia.

En conclusión, podemos afirmar con solemnidad que LAS RUBIAS NO SON TONTAS pero lo parece porque MUCHAS TONTAS SE TIÑEN DE RUBIO.

* No puedo enfadarme con Marilyn: su imagen hizo daño a la causa de la mujer, pero cada vez que la recuerdo cantando poh poh pe tooh, pooh! se me derriten los cromosomas, junto a mis escasas neuronas funcionales.

** Lo que no depende ni de su sexo, posición social, bienes o educación: se puede ser tonto independientemente de cualquier otro factor personal

lunes, 20 de junio de 2011

LOS OKUPAS DEL QUINTO (y otros encuentros con la naturaleza)


Como ya he mencionado, tenemos  una abundante fauna gracias a nuestra cercanía a diversas zonas campestres. Eso es algo que puede apreciarse especialmente en los meses de mayo y junio, cuando las florecillas se abren airosas por todas partes y los animalicos, repletos de hormonas, se dedican a procurar que una nueva generación venga al mundo (lo que viene a ser, dicho vulgarmente, follar sin condón, pero en plan zoológico)

Es en estas fechas cuando más fácil resulta encontrarse de frente (o de costado) con la vida en plena ebullición, y nuestra casa ha sido mudo testigo de varios de esos encuentros. El último, y uno de los más prolongados y ruidosos que recuerdo, empezó a finales de abril.

Nuesto piso es un cuarto, que en esta zona es la máxima altura permitida para una vivienda, pero la azotea encima nuestro se ha convertido en un quinto habitado. No por humanos, sino por una animosa familia de mirlos. Al principio y sólo de cuando en cuando oíamos un revoloteo encima de nuestra cocina seguido de algunos tímidos pi, pi, pi poco perceptibles.

A finales de mayo hubiéramos tenido que ser completamente sordos para no saber lo que teníamos encima. Por que los mirlitos crecen, y muy rápido. Y crecen sus exigencias de alimento y sus voces, a la par que empeoran sus modales. Francamente, espero que los mirlos disfruten de la follada mientras la echan, porque las consecuencias de la misma no se parecen demasiado a las románticas imágenes de niditos acogedores con educados y alegres pollitos cantando felices ante sus orgullosos padres.

El escenario usual de un plácido sábado por la mañana, cuando un servidor de ustedes se dispone a desayunar con la mujer de su vida en un ambiente de relajación y, por qué no decirlo, todavía una agradable somnolencia, se veía interrumpido aproximadamente cada cinco minutos por la llegada de alguno de los emplumados progenitores, verdaderos estajanovistas de la alimentación. Al veloz revoloteo seguía una serie de estruendosos ¡PIO!¡PIO¡PIO! a cuatro voces, acompañados del sonido de una batalla campal, con arrastrones, empujones y forcejeos, seguidos en las últimas semanas de una ruidosa persecución mientras el papi o la mami intentaban arrojar las viandas a las bocas de sus hijines mientras intentaban no ser devorados en el proceso. Luego, mientras los hermanitos se zurraban por los despojos, los responsables, no sin alivio, se alejaban a toda velocidad en busca de más provisiones para su plaga familiar.

Ya hace una semana que no oigo peleas pajariles, así que probablemente nuestros ruidosos inquilinos han abandonado ya el hogar que les vio nacer. Por desgracia no parecen haber logrado comerse a sus papis, luego la próxima primavera volveremos a ser deleitados por tan musical crianza.

Otro contacto usual en esta ciudad abundante en picos y plumas es el avistamiento de nidos de paloma torcaz. En teoría encontrar sus nidos no es fácil, dado que suelen situarlos en lo alto de árboles muy frondosos para escapar al calor y las solaneras, pero un sutil detalle permite al observador atento descubrir su presencia. Se trata del acúmulo de ñordos que se forma a sus pies, ocupando de media una superficie de dos metros cuadrados por nido, y veteado de un lamentable color violáceo motivado por la ingesta abusiva de moras de árbol. Ingesta que, sospecho, también se relaciona con el enorme volumen de las deposiciones.

Eso no supondría un problema demasiado grave de no ser por dos motivos. El primero es la escasez de plazas de aparcamiento, que obliga a los conductores a dejar sus vehículos en zonas extremadamente peligrosas. En el caso de automóviles que no se mueven entre semana, el resultado puede ser la pérdida casi completa del color original bajo el bombardeo caquil, salvo que por casualidad el coche fuera previamente de color morado (e insisto, no es un morado especialmente atractivo).  El otro es la abundancia de parques donde, indefectiblemente, los bancos se sitúan bajo árboles frondosos para ofrecer una sombra adecuada a las mamis en los calores del estío. Por desgracia ese es el tipo de árboles más apreciado por las simpáticas avecillas, y los bancos suelen necesitar un repintado a su color original cada mes y medio, precedido de un cuidadoso raspado de deposiciones y (espero) un buen desinfectado con zotal.

No quiero que penséis que todos los encuentros con el mundo animal son incómodos. Hay contactos muy instructivos gracias a la abundancia de insectos que nos rodea. Tenemos afanosos y culigordos abejorrotes zumbando por todas partes, con una curiosa predilección por los setos de madreselva (no tan curiosa, ya que huelen maravillosamente, con un tono a vainilla que casi hace salivar) y una buena cantidad de avispas cazadoras. No me refiero a la clásica avispa papelera negrigualda, que suele hacer nidos comunales de cartoncillo gris, sino a avispas alfareras, de cintura larguísima y vida solitaria, siempre ocupadas en la confección de nidos individuales donde depositar un huevecito y algo de comida, generalmente en forma de larva anestesiada.

Estos elegantes himenópteros buscan lugares resguardados, tranquilos y frescos, y han decidido que nuestro hogar es uno de ellos. En lo que va de año nos hemos encontrado ya cuatro vasijitas de barro adheridas a nuestras cortinas, tanto en el salón como en la cocina, que sólo esperaban el regreso de su autora con provisiones para recibir el sellado y los toques finales. Son una verdadera curiosidad, recipientes formados a base de pedacitos diminutos de tierra masticada por la avispa hasta formar un anforita alargada o rechoncha de hasta tres centímetros, firmemente adherida a a tela. Por desgracia mi chica no comparte mi entusiasmo por la observación en directo de la naturaleza y ha procedido en todos los casos a un inmediato desahucio.

Las avispas no se dan por aludidas. Parece que nuestra vivienda está clasificada en su guía michelín como un alojamiento de muchas estrellas, porque no pasa una semana sin que alguna de esas abnegadas artesanas ronde por nuestras ventanas, buscando una oportunidad para aportar su granito de arena (o de barro) a l ajuar.

Como punto final quiero mencionar un simpático encuentro que tuve hace una semana. Estaba en mi dormitorio calzándome cuando vi una forma gordota y llena de patas moviéndose al lado de nuestra camilla de masajes. Afortunadamente para el visitante, fui yo quién le localizó. De haber sido avistado por mi chica, ésta hubiera empuñado la zapatilla y sólo a posteriori hubiera intentado intentado una identificación, si es que hubiera quedado algo lo bastante entero como para un análisis forense. Porque nuestro torpon amiguete no era una cucaracha (animal fascinante, sin duda, pero al que creo que todos preferimos mantener a una distancia razonable de nuestras casas) sino una regordeta cetonia, uno de los escarabajos más bellos de la cuenca mediterránea. 

Supuse que se trataba de eso cuando vi su forma robusta y un ligero brillo metálico en su dorso, incluso en la penumbra del dormitorio. Debió ser arrastrada por el viento, que ese día soplaba muy fuerte y buscó refugio entrando por nuestra ventana. Avisé a mi chica y nuestro hijo, les pedí un vaso y una hoja de papel para cogerlo sin dañarlo y luego lo llevé al balcón para que lo vieran al sol, con todo su esplendor. Allí pudimos deleitarnos con el soberbio verde irisado de su cuerpo, producto de un asombroso efecto de polarización lumínica. Bueno, mi hijo y yo nos deleitamos. Ella lo vio, dijo sí, muy bonito, y ahora sácala de casa, así que procedí a dejarla en una maceta del balcón para que se recuperara del susto (en cuanto notó que lo cogían se hizo el muerto) y al caer la tarde ya se había largado.

Pese a las molestias que pueden surgir de forma ocasional, creo que vivir en una población con tantos vecinos no humanos es una suerte. Siempre me paro a observar cuando noto un movimiento inusual en la hierba, o escucho algún trino desconocido, y teniendo hijos es bonito dar en directo una breve clase sobre entomología u ornitología, de esas que despiertan el entusiasmo de los chavales, con espontáneas frases del tipo  Papá,  ¿queda mucho? y vámonos ya, que quiero llegar a casa. De acuerdo, no me darán el premio al papi más divertido y enrollado del año, y sí, reconozco que cuando me encuentro con un bicho interesante me pongo un poco plasta. ¿Qué puedo decir en mi defensa? Me fascinan las cosas vivas, incluyendo algunas que suelen dar bastante repelús a mucha gente.

Soy rarito, lo sé, y en general mis intentos de interesar a mi chica por un nuevo espécimen son recibidos con miradas cansadas y gestos de somnolencia. Pero aún no me ha echado a la calle, así que supongo que compenso mis defectos frikunos con mis virtudes como compañero y amante. Y no os riáis, no, porque tengo en marcha un experimento a largo plazo para saber si ése es el caso. Seguiré dando la vara con los bichos año tras año, y si el día en que ya no se me levante la picha me toca dormir en el rellano, sabré que tenía razón. Será un momento triste y frío, pero podré consolarme diciéndome José Antonio, amiguete, eras lo bastante bueno follando* como para que te aguantaran tus rarezas.

* Ya pensabais que no iba a hacer ninguna alusión marranilla ¿eh? Qué poco me conoceis.

jueves, 9 de junio de 2011

MADRES VARIADAS (y II)


Continuando con el repaso a los grupos de mamis, hay uno que resulta interesante porque sus miembros sufren una evolución relativamente rápida. Se trata de...

• Las comeflores

Este tipo de señora, usualmente madre primeriza, cree que la infancia es un precioso jardín donde angelicales niñitos de grandes sonrisas y brillantes ojos viven con candor el descubrimiento del mundo. Esta actitud suele deberse a una excesiva exposición a manuales de crianza bienintencionados, de esos que suelen escribir personas con un  doctorado en psicología y ningún niño en su haber para respaldar sus ideas.

No dudo que en algún rincón deben existir esos preciosos y sonrosados retoños, pero los que pueblan los colegios son, en su mayoría, una tribu de bárbaros bajitos cuyos principales intereses en la vida son gritar hasta desgañitarse, correr como un ejército de lemmings, sacar de quicio a los adultos a su cargo y zurrarse con sus compañeros. Tienen muy pocas ganas de aprender, esforzarse, o comportarse bien y, por supuesto, resultan impermeables a las benignas influencias de la educación no represiva.

Como he dicho, lo interesante de esta categoría de ingenuas mujeres es la rapidez de su evolución. Antes de un año y medio sólo unas pocas irreductibles creen todavía en la natural bondad de sus vástagos. La mayor parte se convierten en madres normales y lidian junto al resto de nosotras para desbravar a su progenie mediante el viejo sistema del palo y la zanahoria, tarea que debería estar reconocida como ocupación laboral de alto riesgo. Las restantes, en cambio, sufren tarde o temprano otro tipo de metamorfosis, transformándose en...

• Las vencidas.

Fáciles de reconocer por su actitud pasiva ante la vida. No han resistido la presión y han tirado la toalla, justificando su actitud con expresiones del tipo es que no puedo con ella o el pobrecito es así. El sueño dorado de estas mamis es conseguir que algún psicólogo demuestre que su criaturita sufre algún tipo de desmotivación, dislexia, hiperactividad, autismo... vale cualquier cosa, incluso un certificado de borderline. Lo que sea con tal de poder esgrimir un papelito que las desvincule de cualquier responsabilidad al respecto. Y dado que esas clasificaciones tienen unos límites generosamente amplios, suelen salirse con la suya, porque los médicos también son humanos y al final firman lo que sea con tal de sacarse a una pelmaza de encima.

Ojo, no estoy hablando de gentes que se rinden ante un adolescente problemático con tendencias sociopáticas, sino de madres que no soportan la responsabilidad de educar a una niña de 6 o 7 años, incluso de menos. Y a veces hay rendiciones colectivas, como la de una clase que tuvo la desgracia de dar con una profesora de infantil bastante incompetente. La chiquillería llegó a primaria sin saber siquiera leer o escribir sus nombres, salvo un par de niñas cuyas madres se negaron a aceptar esa situación como algo normal. El resto lleva ya varios años viviendo en  en la comodidad de la excusa (es que es un grupo que va más lento, es que no hay que agotar a los niños con tanta teoría). De hecho, cuando su actual profesora ha cogido el toro por los cuernos y ha tratado de solucionar las cosas, se ha encontrado con un coro de protestas por parte de un montón de madres que temen que la presión pueda traumatizar a sus pequeños holgazanes.

• Las que no se rinden.

En el polo opuesto a las anteriores están estas esforzadas mujeres que cuentan con toda mi admiración. En vez de apalancarse en la excusa, ellas se esfuerzan por que sus peques salgan adelante, buscando mil y una maneras de motivarles, echando sobre sus espaldas responsabilidades de maestra, buscando actividades de refuerzo... L, una chica joven, bastante ingenua y, a priori, no demasiado bien preparada para lidiar con un hijo tirando a vaguete (hablemos claro, un vago con calzas coloradas) no cejó hasta encontrar un colegio con un proyecto educativo adecuado para el niño y, con un montón de esfuerzo, ha logrado sacarlo adelante. Mi aplauso para ella y todas las que son como ella. Y para...

• La supermami

Y no lo digo peyorativamente. Hay mujeres que merecen ese título, como mi vecina M, que tiene tres vástagos (nena, nene, nena) de esos que parece que desayunan anfetas y rezuman energía por todos sus poros. Yo acabo el día roto con un niño ¿Cómo se las apaña ella con tres? Y no es que simplemente sobreviva, porque siempre que me cruzo con su pequeña tribu veo tres críos alegres y vivarachos, rodeando a una madre con aspecto agotado, pero un brillo en los ojos que habla de felicidad y optimismo. No sé cual es su secreto, pero espero que algún día me acepten en su logia y me lo cuenten.

• La agobiadora profesional.

No suele haber más de una por curso. Esta señora vive convencida de que su nene es una víctima de la incomprensión, un ser angelical al que todo el mundo tiene manía porque la gente es envidiosa y no reconoce al Mesías cuando lo tiene ante sus ojos.  La agobiadora se dedica a la zapa continua, quejándose casi a diario ante las profesores de lo frágil, especial y delicada que es su criaturita y cómo es injustamente tratada por sus compañeros, la sociedad y el Universo en general. A fuerza de dar la murga un día tras otro acaba por erosionar la capacidad de la docente para discernir la realidad y al final, quizás víctima de un síndrome de Estocolmo a nivel escolar, la maestra acaba por aceptar que dos más dos son cinco. La agobiadora profesional, en nuestro caso, ha llegado al extremo de amenazar al colegio con una denuncia por acoso contra su inocente y maravillosa niñita, un querubín que, según sus propias palabras, hay que tratar con especial atención porque  no es como los demás niños. Debe estar hecha de carnes más nobles, o a lo mejor es que en vez de follar a la mami, su papi metió la polla en una jarrón de porcelana de sevres, vaya usted a saber.

Dentro de esta categoría tenemos la sublclase de la Separada profesional. La mayoría de madres separadas que conozco, pese a lo duro de su situación personal*, se esfuerzan por sacar adelante a sus hijos con la mayor normalidad y dignidad posible, pero la profesional es de otra pasta. Ella ha hecho de la separación un arma, y le saca partido. ¿Que la niña apalea a sus compañeros? Es que la pobre ha sufrido mucho por la separación ¿Que jamás entrega sus deberes? Es que, como sus padres están separados, la pobre no se centra ¿Que ha intentado sacrificar a su compañera de pupitre a Moloch-Baal? Es que su triste situación la ha vuelto un ser muy sensible. La excusa se repite més tras mes, año tras año, hasta que, como hemos visto, las profesoras, hartas de que las monten un pollo cada vez que intentan hacer bien su trabajo, acaban por ceder.

Lo malo no es sólo la diferencia de trato (y es malo que un alumno reciba un trato preferencial porque sí, no nos engañemos), sino que la niña o el niño acaban comprendiendo que pueden subírsele a las barbas a quien quieran. Porque sea cual sea el caso, ahí estará su mamá dispuesta a rechazar todas las evidencias y defenderles a muerte, y en poco tiempo se convierten en unos tiranos insoportables y resabiados. Como digo, la agobiadora es un ejemplar escaso, y mientras que en una clase tenemos a una agobiadora estándar (el curso está dividido en dos clases) en la otra nos encontramos con la separada profesional. Una desgracia, porque quizás, de haber coincidido en la misma aula ambas niñas tiranas, la cosa se solucionaría con un enfrentamiento a muerte entre sus progenitoras, en un espectáculo marcial de esos que atraen al público.

• Las cotillas.

Más abundantes que la anterior, las cotillas requieren un mínimo de dos para funcionar adecuadamente, ya que resulta muy frustrante tener la boca repleta de noticias sin nadie dispuesto a compartirlas y añadir más de su cosecha. Estas señoras no parecen dedicarse a nada en especial, no trabajan fuera de casa, no tienen ninguna actividad de ocio conocida y siempre pululan por el colegio o las cafeterías cercanas (conozco al menos tres grupitos que desayunan juntas todos los días, y hablamos de desayunos muyyyyyyyy largos). Pero esa falta de actividad es engañosa, ya que oculta su verdadera vocación: el comadreo. De alguna manera siempre están al tanto de todo y saben que Z ha perdido los nervios, M ha tenido una trifulca con P, N le pone ojitos al marido de R, H va de Reina de Saba pero no tiene donde caerse muerta...

No os sorprenderé si os digo que este colectivo forma el núcleo duro de las mamibulto del AMPA, anteriormente mencionadas, ya que así al espionaje a nivel del patio añaden detallados análisis de los problemas del profesorado. Y lo que no saben, se lo inventan ¡Si será por tiempo libre! Y no lo digo por decir, porque resulta que vivo esa experiencia debido a mi amistad con S.

• La amiga

Inicialmente no pensaba hablar de S, pero lo cierto es que ella forma una categoría por sí sola. Es normal hacer amistades en el patio. Conoces gente de edades parecidas a la tuya, con preocupaciones similares, nos cruzamos en el parque, charlamos, quedamos si los críos se llevan bien... pero hacer una verdadera amiga es raro. Nuestro caso empezó como una amistad más, S y yo nos caímos bien, charlábamos a menudo... lo normal. Y un día, debido a un accidente (que no detallaré, pero no se trata de nada escabroso, no seáis mal pensados), conectamos. Y ya va para siete años. Casi todas las semanas nos vemos alguna tarde, sacamos a los niños a que se desfoguen, les preparamos una pizza, les reñimos colectivamente... hemos intimado, y no sólo entre nosotros, ya que ambas parejas nos entendemos bien.

Es una mujer alegre, inteligente y con carácter. Y paciencia, mucha, muchíiiiisima. J, su chico, viaja mucho por temas de trabajo, y donde mi chica y yo somos dos contra uno, ella lucha en clara desventaja, una contra dos. Y qué dos. Sus niñas, si se empeñaran, harían desesperar al Mahatma Gandhi. Como mi hijo, pero en femenino y por partida doble.

Si tuviera que clasificarla en las categorías anteriores, entraría holgadamente en las de las normales, las que no se rinden y, si no fuera porque suele vestir de forma muy discreta, en la de las macizas. Bueno, creo que sería así. Lo cierto es que no soy muy objetivo, dado el cariño que nos tenemos, pero es guapetona y puedo afirmar que tiene buena planta y un trasero estupendo. Y sí, sé que me estás leyendo, S, y espero haberte sacado los colores.

Pues bien, hace unas semanas llevamos a los niños a la feria, y por el camino nos cruzamos con otra madre de clase. Entonces le dije, uno de estos días van a pensar que estamos liados, y ella me dijo, no, te equivocas, ya lo piensan. Resulta que el núcleo de cotillas nos ve juntos a menudo, en el cole y fuera de él, y como no entienden el concepto amistad sin roce han llegado a la conclusión de que ella se ha divorciado de su marido y está enrollada conmigo. Lo que demuestra una vez más que el exceso de tiempo libre nunca es bueno. Claro que eso no deja de tener sus ventajas, porque si algún día nos diera por liarnos, eso que llevaríamos adelantado.

Y con esta nota personal, doy por terminado mi repaso. No obstante, si podéis sugerirme otras categorías (como las de las mamás del Hummer ¡qué hallazgo!) estaré encantado de abrir un apéndice, porque estoy seguro que el tema aún puede dar mucho de sí.

* De los casos de parejas separadas que conozco, como un 40% son gente que nunca debió juntarse, y el resto se separan por culpa de él. Muy rara vez por culpa de ella, con lo que en general las mujeres  se llevan la peor parte.