domingo, 30 de agosto de 2015
HOY HABRÍA CUMPLIDO 107 AÑOS
La Yaya era delgada, no muy alta. Guapa, con todas esas arrugas en su rostro alargado, muchas de ellas labradas, no a fuerza de años, sino de sonreir.
Menudita, y móvil. A mis amigos les sorprendía que tuviera una abuela tan activa, más de una vez se la encontraban por el parque, paseando, camino de la iglesia, yendo a comprar, y siempre les saludaba. Eso también les sorprendía, porque había muchas personas mayores que ya no reconocían. Ella reconocía, y más, que tenía buena memoria.
La memoria de la Yaya era, a veces, un dolor para mis amigos, porque en esos años jugamos mucho al Trivial, y juntos formábamos un equipo imbatible. Literalmente, no sólo no nos ganaron nunca, además dábamos una vuelta extra tras tener los seis quesitos, en plan humillante (no me miréis así, que yo pasé muchas veces por debajo del futbolín)
También les sorprendía que, a veces, esos fines de semana en que organizábamos una fiestecita en mi casa, aprovechando que mis padres estaban fuera, ella estuviera ahí, sentada en su lado del sofá, tan a gustito, leyendo y charlando con ellos.
Era un gusto compartir una lectura con ella, como lo era charlar, como era agradable verla llegar cada año, para pasar con nosotros seis meses. Rocko era el primero en darse cuenta: antes de que sonara el timbre ya había oído subir en el ascensor a mi padre con ella y las maletas, y estaba en la puerta, con el almohadón en la boca, moviendo la cola como si no hubiera un mañana. El almohadón de la Yaya, nunca se confundía.
Rocko también sabía que no debía entrar en su dormitorio. Era una habitación pequeña, y ella se sentía un poco agobiada ahí con ese perro tan grande que se echaba a sus pies, así que nunca pasaba de la puerta. Años después, cuando ella ya no estaba, él seguía negándose a entrar.
Cuando la Yaya se quedaba en su dormitorio, leyendo, o tocando el piano, con sus auriculares puestos, parecía que no estaba. Era la persona más discreta que he conocido. Todo lo que hacía lo hacía así. También su fe la vivía de forma discreta, callada. Nunca la escuché alardear de cristiana ni escuché beaterías de su boca. Incluso, cuando creía que lo que estábamos viendo en la tele no era adecuado, no decía nada: se limitaba a aprovechar ese momento para rezar el rosario, paseando por delante de la tele.
La última vez en mi vida que fui a misa* fue una Navidad. La Yaya no había ido a la misa del gallo, estaba muy cansada esa nochebuena, y cuando salió a la mañana siguiente pensé que no estaba bien que fuera sola, así que la acompañé. Volvimos despacio, ella de mi brazo. No me lo pidió, nunca hablamos de ello. Con ella era todo natural. También mi falta de fe, que aceptó sin una mala cara, sin un sólo pero
Era bueno estar con la Yaya, Y hubo un día, un verano, en el pueblo, que estar con ella fue providencial. Estábamos solos con Pili, muy pequeña entonces. La niña se tragó una pieza de un juego y empezó a asfixiarse. Yo tenía ¿14 años? y me quedé congelado, pero me dijo, cógela de las piernas y levántala, rápido, y mientras yo la tenía cabeza para abajo, en vilo, metió sus dedos en la garganta, y logró sacar el trocito de plástico, justo cuando su cara se estaba poniendo azul. Si ese día yo hubiera estado solo, mi hermanita habría muerto delante de mí.
Porque ser suave no significa ser blando, ni frágil.
Nunca he olvidado esas manos. Largas, de dedos finos. Creo que las mías se parecen un poco.
Tampoco he olvidado su cabellera. Un verano estuvo viniendo con nosotros a la piscina de la huerta. A veces se soltaba el pelo: una melena larga, larguísima, resplandecientemente blanca.
Y, finalmente, un año nos dejó. Supo que le quedaba poco tiempo, apenas unos meses, puede que menos, y se volvió a su Zaragoza, para morir allí, tranquila. Sonriendo, como siempre.
Nos dejó sonrisas. Nos dejó esos muebles que siguen en el pueblo y que tan a gusto la hacían sentir en verano, los de su vieja casa, que espero sigan con nosotros muchos, muchos años. Como sus copas, que procuraré mantener a salvo en mi casa. Ahí las tengo, reluciendo en un armario: cristal de más de un siglo, de cuando el champán se bebía en copa abierta.
Y nos dejó recuerdos. He compartido con mis primas muchos de nuestros recuerdos con ella, recuerdos que, en principio, eran sólo de cada una de nosotras**, pero han acabado siendo de todas. Como son de todas las lágrimas que nos atropellan la mirada cuando escuchamos ese mensaje que grabó para toda la familia.
Y fue una de mis primas la que dijo la frase que más me viene a la cabeza cuando pienso en ella.
La Yaya es una hipótesis muy necesaria
* Quiero decir, a una misa normal, no a las de bodas, comuniones, funerales... etc
** Cuando pienso en la familia Artero, aunque hay algunos chicos, nos veo sumergidos en una marejada de primas, así que me incluyo orgullosa en ese nosotras
viernes, 14 de agosto de 2015
MI VIDA COMO EFÍMERA
Si yo naciera efímera, no habría espacio en mi vida para la reflexión, sólo para la acción. Cuando tu vida se reduce a apenas unas horas, no tienes tiempo para lo superfluo.
Si fuera una efímera, tendría breves recuerdos del agua, donde mi anterior yo habría crecido con paciencia, masticando despacio algas y restos. Tal vez rememoraría, como en un sueño, un breve vuelo buscando donde nacer, y poco más, porque nacer, incluso para una efímera, es lento y difícil
Las efímeras nacemos a la última hora del atardecer, y mientras mis alas se secan y estiran, trabajosamente, mis ojos verán, por primera y última vez, la luz perdiéndose a poniente.
Como efímera nazco cuando el día muere. Y cuando remontó el vuelo por primera vez, dejo muerte tras de mí, aunque nunca sepa quién perteneció la cáscara sin vida que queda a mi espalda. Tampoco es importante, porque nunca me haré preguntas. No hay tiempo para preguntas, dudas, ni esperanzas. Sólo tengo el instante, y debo apurarlo.
Las efímeras no notamos el frío, y la noche, incluso en verano, es fría. Tampoco el hambre, y a medida que pasa mi vida el hambre me devora, literalmente. No hay espacio en mi mente para lo banal, sólo una urgencia, que resuena en mi diminuta cabeza: busca, encuentra, ama.
Ama, ama, ama.
Si no tuve suerte, si nací demasiado lejos, o demasiado pronto, o tarde, mi vuelo será en vano, y mi vida se perderá. Pero si todo es correcto, sentiré un perfume. Primero sutil, apenas un trazo perdido en el viento; luego creciente, un brochazo, un camino, un río de fragancia que me envuelve, me atrae, me arrolla como un torrente, emitido por cien, mil, un millón de efímeras que me aguardan, y me invitan a sumarme a su danza.
Frenesí.
Si soy hembra, danzaré sobre el río, llamando a los machos, para que me sigan sobre las aguas. Si soy macho, la llamada embriagará mis sentidos y volaré hacia la noche, fundiéndome en el enjambre que crece y crece.
Éxtasis. Porque no hay espacio en mi vida para el miedo, la duda o la espera: la noche termina, como mi tiempo.
Si soy hembra, buscaré el agua para dejar mi puesta y, agotada, me dejaré llevar antes de que amanezca. Si soy macho, tal vez tenga fuerzas para revolotear unos minutos más, buscando otro enjambre, otra danza, un último instante de pasión.
Si soy una efímera, la noche muere conmigo, y lo último que verán mis ojos será un resplandor naciente, incendiando la mañana. Nacer con la oscuridad, vivir la pasión, morir en el fuego, tal es mi vida como efímera.
Tal vez os parezca una existencia sin sentido. Triste, incluso. No tendré nada más, no veré siquiera un segundo anochecer. Pero no os dejéis llevar por las apariencias, porque yo no tengo nada que lamentar. Como efímera, viviré exactamente lo mismo que cualquiera de vosotros:
Toda una vida.
Si fuera una efímera, tendría breves recuerdos del agua, donde mi anterior yo habría crecido con paciencia, masticando despacio algas y restos. Tal vez rememoraría, como en un sueño, un breve vuelo buscando donde nacer, y poco más, porque nacer, incluso para una efímera, es lento y difícil
Las efímeras nacemos a la última hora del atardecer, y mientras mis alas se secan y estiran, trabajosamente, mis ojos verán, por primera y última vez, la luz perdiéndose a poniente.
Como efímera nazco cuando el día muere. Y cuando remontó el vuelo por primera vez, dejo muerte tras de mí, aunque nunca sepa quién perteneció la cáscara sin vida que queda a mi espalda. Tampoco es importante, porque nunca me haré preguntas. No hay tiempo para preguntas, dudas, ni esperanzas. Sólo tengo el instante, y debo apurarlo.
Las efímeras no notamos el frío, y la noche, incluso en verano, es fría. Tampoco el hambre, y a medida que pasa mi vida el hambre me devora, literalmente. No hay espacio en mi mente para lo banal, sólo una urgencia, que resuena en mi diminuta cabeza: busca, encuentra, ama.
Ama, ama, ama.
Si no tuve suerte, si nací demasiado lejos, o demasiado pronto, o tarde, mi vuelo será en vano, y mi vida se perderá. Pero si todo es correcto, sentiré un perfume. Primero sutil, apenas un trazo perdido en el viento; luego creciente, un brochazo, un camino, un río de fragancia que me envuelve, me atrae, me arrolla como un torrente, emitido por cien, mil, un millón de efímeras que me aguardan, y me invitan a sumarme a su danza.
Frenesí.
Si soy hembra, danzaré sobre el río, llamando a los machos, para que me sigan sobre las aguas. Si soy macho, la llamada embriagará mis sentidos y volaré hacia la noche, fundiéndome en el enjambre que crece y crece.
Éxtasis. Porque no hay espacio en mi vida para el miedo, la duda o la espera: la noche termina, como mi tiempo.
Si soy hembra, buscaré el agua para dejar mi puesta y, agotada, me dejaré llevar antes de que amanezca. Si soy macho, tal vez tenga fuerzas para revolotear unos minutos más, buscando otro enjambre, otra danza, un último instante de pasión.
Si soy una efímera, la noche muere conmigo, y lo último que verán mis ojos será un resplandor naciente, incendiando la mañana. Nacer con la oscuridad, vivir la pasión, morir en el fuego, tal es mi vida como efímera.
Tal vez os parezca una existencia sin sentido. Triste, incluso. No tendré nada más, no veré siquiera un segundo anochecer. Pero no os dejéis llevar por las apariencias, porque yo no tengo nada que lamentar. Como efímera, viviré exactamente lo mismo que cualquiera de vosotros:
Toda una vida.
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lunes, 13 de julio de 2015
DISFRUTEN DEL CALOR (disfruten lo votado)
No suelo meterme en temas de política, así que asumo que esta entrada me va a costar muchos lectores. Pero oye, es mi blog y me lo follo como quiero.
Como todos los veranos, tenemos encima la ola de calor de julio, y las televisiones rellenan su parrilla con los usuales consejos de los expertos. Hidrátense, vayan por la sombra, no salgan a mediodía, cuidado con los mayores y los niños...
Es cierto que este año el calor se está notando mucho más, y hace que muchas personas empiecen, por fin, a tomarse en serio el tema del calentamiento global, y a aceptar que las causas de ese calentamiento somos nosotros. Y lo somos mucho más de lo que la gente está dispuesta a aceptar, al menos en Madrid (y también, sospecho, en Sevilla*, pero dado que no vivo ahí no puedo elucubrar con la misma seguridad)
La Corte y Villa lleva disfrutando de alcaldías del Partido Popular desde 1991, es decir, 24 años seguidos. En ese tiempo se ha producido una transformación paulatina de la cara de la ciudad: la capital del reino ha sido alicatada. Ha habido otras muchas transformaciones, pero esa es la que más nos está afectando ahora mismo.
Los que peinamos canas recordamos la zona de Recoletos sin asolar: el tramo de paseo era de tierra, como buena parte del Paseo del Prado, sin ir más lejos. Como buena parte de las plazas de la ciudad, donde había arbolado, cesped, tierra, columpios y bancos. Muchos bancos.
Y sombra. Los bancos solían situarse en las zonas de sombra.
Entonces el PP, de la mano de Álvarez del Manzano, empezó a apostar por la modernidad, lo que al parecer consistía en cubrirlo absolutamente todo de hormigón. Como ejemplo de las nuevas plazas duras (un término tan repugnante como el del brutalismo de los años 60 y 70) tenemos la explanada situada en Goya, frente al Corte Inglés, la plaza de Salvador Dalí: un infierno de losetas refulgentes veteado con algunas pirámides de hormigón. En algunas de esas pirámides agoniza un árbol cuya sombra no sirve de gran cosa, debido precisamente a estar en una pirámide. Intentar pasar por ese erial urbano en julio no sólo te deja abrasado, también medio ciego, por la reverberación del sol.
Ese es el modelo de plaza adorada por los populares. En todas partes hemos visto el mismo proceso, primero se arrasa la plaza original con cualquier excusa (un aparcamiento, unas obras del metro, conducciones de gas... será por excusas, Madrid es una obra permanente) y luego se rediseña de acuerdo a un proyecto moderno e integrador, que consiste en dejar una explanada de cemento y, si hay suerte, algunos árboles en cajoneras, que acabarán muriendo y serán eliminados poco a poco.
El ayuntamiento aduce que esas plazas son más económicas de mantener**, pero la excusa deja de funcionar cuando te planteas qué problema dan los bancos, porque además de quitar hasta el último fragmento de verde, los/las alcaldes peperos parecen tener algún tipo de problema con los bancos, ya que los eliminan. Apenas quedan ya aquellos viejos bancos de madera, como de 1'80 de largo, donde podían sentarse cuatro abuelos a charlar a la sombra. En su lugar hay bancos de hormigón o metal, muchos menos, situados usualmente al sol, y con reposabrazos en medio, delimitando claramente el número de asientos. O bancos unipersonales, de modo que en el mejor de los casos se pueden sentar dos personas, si es que han puesto dos bancos, y colocados de forma que sea incómodo hablar.
Lo de los reposabrazos en los bancos largos es para que la gente sin techo no los use para dormir. La idea es que si no tienen bancos para dormir, ya no habrá gente sin techo. Y para asegurarnos de que eso es así, eliminamos de paso TODAS las fuentes de agua potable que había antes por Madrid, a ver si además de morir de sueño, los mendigos mueren de sed y dejan de afear la ciudad.
Hay otra explicación, pero esa está tapada. Lo que han hecho los alcaldes populares es robarle la calle a los viandantes. Se trata de que la gente no haga vida en la calle, y se limiten a usarla para ir de su casa a comprar, o al restaurante, y de vuelta a casa, sin que queden espacios donde la gente pueda simplemente estar, disfrutando la tarde, la sombra, la compañía. Porque cuando la gente hace eso, no consume.
Haced la prueba, coged un libro e intentad buscar por el centro de Madrid un rincón para leer un rato, sentados a la sombra. En Sol, imposible, en Gran Vía, imposible, en Alcalá, imposible, en Huertas, imposible, en Callao, imposible, en Chueca, imposible, en Embajadores, imposible... quedan algunos reductos, la plaza del dos de Mayo, la de Tirso de Molina, Plaza de España, el parque de Debod... pero incluso esos los van cercando poco a poco de terrazas de pago, como la Plaza de Santa Ana, donde ya no queda un solo sitio donde poder sentarte salvo que vayas a hacer consumición. De hecho, y dado lo que hemos visto en estos últimos años en el Retiro, tal vez haya algún proyecto para alicatar también ese parque, y quitar de una vez todos esos árboles tan peligrosos con tendencia a caerse, casualmente desde que se recortaron los gastos de mantenimiento.
Hay lugares como Callao que ya solo sirven para que el Corte Inglés ponga sus promociones, convirtiendo una vía pública en un escaparate privado. Ese es el sueño de los alcaldes de la gaviota: una ciudad donde la gente no tenga espacio para vivir, sólo para consumir. Un espacio donde las aceras pertenezcan a las empresas, no a los viandantes
¿Pensáis que exagero? Pensad en vuestros lugares nocturnos favoritos ¿cuantos siguen abiertos? De noche la gente de bien debería quedarse en casa, así que desde hace veinte años los locales nocturnos han sido sometidos a acoso y derribo por parte del municipio, que se ha dedicado a cambiar la reglamentación una y otra vez, de forma que los dueños, en demasiadas ocasiones, han tenido que tirar la toalla al no poder hacer frente a nuevos gastos cada vez que se modificaba una norma por milésima vez.
Intentad caminar hoy o mañana por el centro. Sol inmisericorde por todas partes, salvo los trapos que supuestamente dan sombra en las calles comerciales, como Preciados, no sea que los clientes del Corte Inglés sufran una insolación antes de que hagan gasto. Ni una sombra, ni un sitio donde sentarte, salvo terrazas absurdas donde se instalan sistemas de riego y ventiladores para que los paganos se tomen su cerveza fresquitos. Nada de árboles, bancos, rincones... las calles ya no son lugares donde estar, sino simples tramos de paso. Vamos hacia una ciudad como el barrio de Salamanca: un larguísimo escaparate con aceras, tiendas de postín y terrazas carísimas con aire acondicionado en cada mesa, y el que no pueda o quiera usarlas, que se joda, que ni agua va a encontrar. Sólo hormigón y losetas bien calientes.
Sí, hay que hidratarse mucho para combatir el calor. Y evitar las horas del mediodía, y procurar ir por la sombra, y vigilar a mayores y pequeños.
Y hay que dejar de votar a quien apuesta por robarnos la calle, la sombra y los asientos. Y si aún así os empeñáis en aplaudir a los ladrones una y otra vez, al menos ahorradnos los comentarios de qué calor, esto no es normal, alguien debería hacer algo... porque a votar se va leído
No sé si una legislatura basta para recuperar una ciudad tan maltratada, arruinada y endeudada para varias décadas como Madrid, pero a poco que la calle vuelva a ser de las personas, y hay un poco más de sombra, y bancos donde sentarse y charlar, la señora Carmena contará con mi voto. Aunque tenga que empadronarme con algún amigo para poder votar en la capital.
APENDICE JUNIO 2019: la legislatura de Manuela Carmena hizo mucho por devolver la calle a la gente, pero no fue bastante para la izquierda purista, que decidió, una vez más, dividirse y abstenerse para castigar que no les hiciera casito en todo. El resultado, ya tenemos de nuevo a los ladrones frotándose las manos y disponiéndose a arrasar todo lo que se había restaurado en estos años.
*La primera vez que vi los bancos antipersonas de Zoido pensé que se trataba de una broma. Por desgracia para Sevilla, no lo era.
**Al parecer mantener jardines es carísimo y poco rentable, pero tirar miles de millones en promocionar unas olimpiadas que sólo han existido en la fantasía de Gallardón o Botella es una iversión de futuro.
viernes, 3 de julio de 2015
LOS FOLLASAURIOS (III) Tengo un archienemigo
Querido público, estimada audiencia, muy ilustres integrantes de la Academia, señor Nuncio Apostólico, les he reunido aquí para comunicarles que los follasaurios son, de lejos, el trabajo que más satisfacciones me ha aparejado en los útimos años. No sólo fueron divertidos de concebir y ejecutar, sino que se han convertido en mi gran éxito de ventas, mi obra más publicada, mi carta de presentación de cara al mundo.
Estoy acariciando la idea de hacer una nueva serie de láminas, dedicándola esta vez, en exclusiva, a animalicos encontrados en los subsuelos patrios, como concavenátor, turiasaurus, dacentrurus, mantellisaurus... sería algo así como un homenaje a las pelis de Esteso y Pajares, incluso a las pelis guarreras de nuestrea añorada juventud, en clave mesozoica (Turiasauria bisexual necesita semental, El concavenator, su mujer y otras cosas de meter, Caray con el plecanimimus, que largo tiene el... el .... vale, las rimas me las tengo que trabajar un poco más, pero podéis coger la idea ¿no?)
Pero no es por eso por lo que hoy me ha dado por sacar este tema. A las satisfacciones personales y crematísticas, este pasado junio se añadió una inesperada y gratificante sorpresa: gracias a los follasaurios, ahora tengo un detractor.
Sucede que hace unos años, The Huffintong adquirió los derechos de mis imágenes para un artículo sobre dinosex, que generó una buena cantidad de comentarios y algunas réplicas divertidísimas, como la de Daniel O'Brian. Me encanta su aseveración de que, probablemente, me puse palote preparando las imágenes, y el modo en que me describe
Sure, the scientific illustrations weren't as graphic and deeply unsettling in the old article, but finding an illustrator who was the right combination of scientist and pervert isn't reason enough to rewrite the exact same story and pretend it's new news.
¿El ilustrador con la correcta combinación de veracidad científica y perversión? QUIERO UNA CAMISETA CON ESE LEMA, Y LA QUIERO YA
Pero no, O'Brian no es mi archirrival, es más, le considero un colega, un amigo, un hermano. Cómo me has calado, cabroncete *guiño *guiño *codazo
El prota de esta historia es un tal J, británico, autor de un libro sobre el sexo en la naturaleza. Pues bien, resulta que J (a quien desde ahora llamaremos el Triste) debió ver el artículo del Huffintong, y su alma de esteta se aterró ante lo que estaba contemplando, y que describe como pornográfica colección de imágenes generadas por ordenador en las que puede verse a los dinosaurios en plena faena. Veamos las perlas que dedica a la cópula de T-Rex que encabeza este texto, en el capítulo denominado Jurassic Pork.
La más grande de todas muestra a un macho de T. rex... ¿como diríamos?... forzando a una hembra desde atrás. Ella parece sometida por completo, inmovilizada por el peso de él, esperando a que todo termine de una vez mientras él la penetra..... el ilustraor "científico" ha dotado al macho de una sonrisa malévola, una mueca levemente psicótica, rayana en el frenesí, cuando no en la degeneración... su cabeza se asoma con mirada demoníaca a sus ojos mientras la embiste... ella, pasiva, está capeando el temporal. Tiene los ojos entrecerrados, la expresión es de resignación, aunque aprita los dientes. Es siniestro.
¿Dónde ve este señor todas esas cosas? él está acuclillado sobre ella, porque me pareció que esa pose era físicamente estable para animales de 10 toneladas. Ella le ofrece su nuca en un gesto de confianza y él la acaricia con los dientes (porque los brazos son demasiado cortos, sólo los usa para sostenerse sin resbalar sobre la espalda de la hembra). La expresión de ella, al menos según las personas (mujeres) que la han visto, es de relajación y placidez, y la de él no es ninguna mueca, o sea ES LA FORMA DE SU BOCA, los tiranosaurios tienen esa expresión hagan lo que hagan, porque su mandíbula tiene exactamente esa curva.
En esta otra opina que el macho está furioso ¿furioso? es un gesto de placer. Ella, según el Triste, pone cara de aburrida. Pues claro, como la de la mayor parte de hembras cuadrúpedas hervívoras, como vacas, ovejas, cabras, búfalas, conejas, ratonas... para las que la cópula es un simple trámite ¿o alguien ha visto alguna vez a una tortuga hembra con los ojos en blanco y poniendo caritas?
Suele decirse que el pecado está en el ojo del que mira. Evidentemente este señor tiene un problema de visión, ya que es capaz de ver psicosis, frenesí y degeneración en la forma de una mandíbula, por no mencionar la mirada demoníaca o los gestos de rabia. Pero no voy a mentiros, ME ENCANTA. He logrado provocar reacciones, escándalo, asombro, indignación, el público es ahora parte de la obra ¡SOY UN DADAISTA DE LA PALEONTOLOGÍA!
En fin, no voy a aburriros con más detalles, sólo quería compartir con vosotros la exultante sensación de tener un adversario, una némesis, un enemigo mortal. Me siento como el dr. Doom frente a Reed Richards, pero en alegre y sin tanta parafernalia. DE hecho, el Triste me define como Hombre armado con una erección, y mi chica encuentra que es una descripción muy acertada.
Os dejo, acaban de encender la Follasaurioseñal, así que corro al Follasauriomóvil para recorrer las calles de Gotham, sembrando la depravación y el mal a mi paso, a la espera de que algún héroe intente detener mi carrera, embutido en pristinas y patrióticas mallas.
Pobre pringado
¡¡¡¡¡¡MUAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAH!!!!!!
jueves, 11 de junio de 2015
VA DE VIÑETAS Las Torres de Bois-Maury
No voy a mentiros: odio a Hermann Huppen. Al principio no, cuando leí Yugurta y Comanche me gustó, sin más. Era un excelente dibujante, con un estilo propio y original, que me llamaba la atención, sobre todo por el modo de trabajar los rostros, muy alejado del realismo idealizado de otros dibujantes (nada de mandíbulas de acero, narices rectas y frentes despejadas). Entonces descubrí Jeremiah, y la cosa empezó a mosquearme. O sea, sí, puedes ser buen dibujante, pero ese señor además era un buen narrador, y a medida que la serie fue avanzando vi que era un GRAN narrador. Y eso jode ¿vale? porque te acompleja ver a alguien tan bueno. Pero cuando Norma publicó en CIMOC el primer episodio de Las Torres... ¿como decirlo? pensé QUÉ CABRONAZO DE MIERDA.
Porque Hermann estaba mostrándonos que era el puto amo.
Las Torres es una gran saga medieval, ambientada en el siglo XI. Su protagonista, el caballero Aymar, viaja por Europa buscando reunir los medios para reconquistar su antiguo hogar, del cual fue expulsada su familia siendo él apenas un niño: el castillo de Bois Maury
... cuyas torres son las más altas de la cristiandad
... como dice continuamente su escudero, el fiel Olivier. Él no ha visto jamás el castillo, pero en su mente es incluso más real que en los recuerdos de su señor. Juntos nos van mostrando una Edad Media muy diferente a la que conocemos. No hay brillantes cortes, palacios, gloria, belleza, sino barro, chozas, hambre, desesperación y violencia. Todas ellas retratadas con crudeza por los lápices de Hermann.Y con un realismo que no se limita a los lápices (impresionantes, esos rostros y cuerpos tan alejados de nuestros cánones) porque no hablamos de personas que piensen como nosotros, personajes que vean la antigüedad con los ojos del siglo XXI. Aymar y Olivier son gentes de su época, y ven el mundo con los ojos de la época, sin anacronismos ni concesiones.
Los protagonistas van cruzando su camino con otros senderos, a veces familiares, a veces ajenos. En ocasiones, implicándose, porque el caballero cree firmemente en sus deberes y su honor, y eso le apareja más de una pesada carga. En otros momentos sólo son testigos de lo que va sucediendo, al igual que el lector, y quizás la historia transcurra a su alrededor sin que ellos sean conscientes, como en Sigurd, donde una vieja maldición vive sus últimos estertores ante los ojos de Aymar.


¡Señores caballeros, sé que soy poca cosa a vuestros ojos, pero si sentís algún aprecio por el señor Aymar, no renunciéis a devolverle su tierra, para que así pueda reposar en ella!
Junto con la intensidad de la historia, el dibujo de Hermann no deja de crecer, álbum tras álbum, casi página a página. Los paisajes son parte de la narración, no un simple decorado. Las planicies sedientas, la grandeza de las cumbres, las espesuras que no han conocido apenas el hacha o el fuego, los castillos sólidos, sin adornos, los pueblos míseros y rebosantes de vida.
Vida que duele. A lo largo del camino, nos acosan el dolor, la miseria, las víctimas... víctimas, víctimas, víctimas. Muerte, violencia, enfermedad, hambre, rabia... la rabia que desborda al pope ortodoxo que, al final de William, alza sus brazos en medio de su aldea en llamas, implorando ¿justicia? ¿venganza? Tal vez solo maldiciendo a ese Dios que no ofrece más que tormentos, tan sediento de sangre como los antiguos ídolos paganos.
La serie debería haber concluido en Olivier, pero Hermann siguió más adelante*, presentándonos en siglos posteriores a diversos descendientes del caballero. Obras excelentes, sin duda, pero la saga hace cumbre en la primera etapa de esta nueva serie, Assunta, en medio del asombroso escenario de la lucha en Sicilia, antes de las Visperas. Esta vez la luz y el paisaje se apoderan de todo. La primavera, con el verde de los campos empapado por la sangre de los campesinos, el asfixiante verano siciliano, la violencia creciendo como el vapor de una olla a presión, el otoño, en el tremendo infierno del Etna, y el blanco manto del invierno, que amortaja la isla preparándola para la muerte que llegará con la próxima estación. Hermann abandona la tinta y se lanza a acuarelar con una brillantez que uno casi desearía ofrecerle mis dos manos por la suya izquierda.
No quiero dejar esta reseña sin mencionar un apartado muy especial: las mujeres. En Jeremiah, apenas hay protagonismo femenino. En Las Torres la cosa cambia. Sí, es un mundo de hombres, donde las hembras (y así las llaman) apenas tienen un espacio en el que respirar, sean campesinas, mendigas o señoras. Pero no son invisibles a los ojos de Aymar, ni a los nuestros. Babette, violada y posteriormente muerta a golpes por su propia familia. Eloise, implacable, a la búsqueda de la venganza. Concetta, tan dura y bella como Sicilia, alma de la revuelta contra los Anjou. Y, para mí, la figura más compleja de todas: Alda, la ladrona, decidida a sobrevivir por mucho que el mundo intente impedírselo.
No creáis ni una palabra de lo que acabáis de leer. De verdad, no confiéis en mí, sino en vuestro propio criterio: buscad Las Torres y leedlas. Descubrid la fuerza de un verdadero narrador. Disfrutadla, y viajad. Es un viaje apasionante, de millas y de siglos. Merece cada céntimo que gastéis en él.
Odio a Hermann, muy cierto, por eso sigo buscando cada una de sus obras**, cada vez que saca un nuevo trabajo: así puedo seguir pasmándome, envidiándole y odiándole con más ganas y motivos.
* Personalmente recomiendo leer la saga inicial, diez volúmenes, y rematar con Assunta. El resto de los álbumes son más dispares y no los considero imprescindibles, aunque el siguiente, Rodrigo, tiene la peculiaridad de estar ambientado en la Castilla de la Reconquista y es una delicia para los sentidos.
** En particular os aconsejo buscar Caatinga, una historia soberbia sobre los Cangaçeiros
lunes, 4 de mayo de 2015
LA ANTICIENCIA EN LOS MEDIOS (II) El verdadero pecado
Leí El moderno Prometheo hace ya muchos años, y lo releí más
de una vez. Lo tengo delante de mí, ahora mismo, en una edición magnífica, por
cierto, ilustrada por uno de los últimos genios del grabado, Bernie Wrightson.
Y, a riesgo de que me acuséis de hacer spoilers, os diré que la historia que se
nos cuenta está a años luz del cliché infantiloide inmortalizado por la
Universal en 1931.
No esperéis encontrar en esta novela jorobados, laboratorios
llenos de luces incandescentes, tormentas eléctricas, gruñidos semihumanos o
cerebros defectuosos. La parte científica de la obra apenas está esbozada, lo
importante sucede casi de improviso: Victor Frankenstein da vida a una
criatura, y al abrir los ojos, tras un sueño reparador, la ve ante él, inmóvil,
su mente en blanco, incapaz de pensar, hablar, sentir, siquiera de ser, velando
el sueño de su creador. Expectante.
Y Victor la ve fea.
Fea. Ese es el pecado de la criatura. No responde a las
altas espectativas estéticas* de Victor, así que éste se deshace de ella. La
abandona en un bosque, confiando en que muera de hambre y no deje rastro tras
de sí. Luego, sintiendo que su trabajo ha sido un fracaso, retoma su vida tal y
como era antes de iniciar su investigación. Poco después, empiezan a suceder
cosas, muertes extrañas, y una noche una silueta surge ante él.
La criatura no ha muerto, después de todo. Ha sobrevivido,
ha crecido, ha aprendido poco a poco a entender el mundo, y ha entendido que
no pertenece a ese mundo. Es diferente a los otros seres vivos, sobre todo a los
otros seres humanos. Esa diferencia le convierte en algo horrible, un ser
rechazado y perseguido, algo que debe ser aniquilado. Y en su corazón, siente
que eso es injusto. El no pidió vivir, alguien le dio la vida. Si tan diferente
es de los demás, es porque no fue creado igual, así que vuelve sobre sus pasos,
busca una respuesta, y encuentra a su creador. No para buscar venganza, sino
para pedir justicia.
La criatura pide a Víctor que no le deje así, porque la
soledad y el dolor le están volviendo malvado. Es tarde para deshacer lo hecho,
para que Víctor pueda darle una vida con un sentido, con afecto, con lazos,
pero su creador puede reparar el daño si le da una compañera, alguien como él,
alguien que le vea con los mismos ojos, y que no le sienta extraño. Y Víctor,
finalmente accede. Viaja, aprende, y vuelve a trabajar, esta vez en una mujer,
una Eva para su Adán.
Y, de nuevo, siente que lo que está creando no es bello.
Piensa que la criatura se equivoca, que al ver su fealdad reflejada en otro ser
como él, se volverá aún más malvado**, y decide romper su promesa. La mujer no
llegará a ver la luz: Victor la destruye antes de darle la vida, y luego trata
de justificar lo que ha hecho ante su anterior creación, explicándole sus vagas
razones estéticas y morales. Intenta que entienda que la soledad es lo mejor
para el, dada su deformidad, incapaz de entender que lo que le ha arrebatado
es, ni más ni menos, que la
Esperanza. Es entonces, y sólo entonces, cuando empieza la pesadilla, porque
la criatura no dará a su creador la muerte, sino el mismo trato que ha recibido de
él. Víctor le condena a la soledad, y le pagará con la misma moneda,
arrebatándole todo lo que ama, todo lo que le vincula al mundo y a los hombres,
empezando por el amor.
... I shall be with you on your wedding night.
A partir de ahí la vida de Victor empieza a desmoronarse, la
criatura va dando muerte a todos los que le aman, y el doctor se ve obligado a
huir, perseguido a todas partes por la venganza, hasta que encontrará,
finalmente, la muerte, en los hielos del ártico. Allí vemos por última vez a la
criatura, y por última vez escuchamos sus palabras, mientras maldice, no a su
creador, a quien ha perdonado póstumamente, sino a su destino, que nunca
eligió.
My heart was fashioned to be susceptible of love and sympathy, and when wrenched by misery to vice and hatred, it did not endure the violence of the change without torture such as you can not even imagine.
I had no choice but to adapt my nature to an element which I had willingly chosen. The completion of my demoniacal design became an insatiable passion. And now it is ended; there is my last victim!
For while I destroyed his hopes, I did not satisfy my own desires. They were forever ardent and craving; still I desired love and fellowship, and I was still spurned. Was there no injustice in this? Am I to be thought the only criminal, when all humankind sinned against me?
Se pueden extraer lecciones morales de esta obra, por supuesto, pero no son las que nos han transmitido machaconamente. Estamos muy lejos de sacrilegios o conocimientos prohibidos. El pecado de Victor no fue su desmedida curiosidad, sino su necia frivolidad. No hubo maldad en la criatura hasta que su creador se desentendió de ella, no es la ciencia quien se equivoca, es el hombre el que no es capaz de asumir sus actos y responsabilizarse de ellos.
My heart was fashioned to be susceptible of love and sympathy, and when wrenched by misery to vice and hatred, it did not endure the violence of the change without torture such as you can not even imagine.
I had no choice but to adapt my nature to an element which I had willingly chosen. The completion of my demoniacal design became an insatiable passion. And now it is ended; there is my last victim!
For while I destroyed his hopes, I did not satisfy my own desires. They were forever ardent and craving; still I desired love and fellowship, and I was still spurned. Was there no injustice in this? Am I to be thought the only criminal, when all humankind sinned against me?
Se pueden extraer lecciones morales de esta obra, por supuesto, pero no son las que nos han transmitido machaconamente. Estamos muy lejos de sacrilegios o conocimientos prohibidos. El pecado de Victor no fue su desmedida curiosidad, sino su necia frivolidad. No hubo maldad en la criatura hasta que su creador se desentendió de ella, no es la ciencia quien se equivoca, es el hombre el que no es capaz de asumir sus actos y responsabilizarse de ellos.
Los medios nos han transmitido un mensaje facilón y
edulcorado: saber demasiado es malo, mejor vivir una cómoda mediocridad, a
salvo tras nuestra ignorancia. Mejor no hacerse preguntas, porque los que se
las hacen, los que buscan las respuestas, son diferentes de nosotros. Cooper,
Brennan, Grissom... Frankenstein... se nos presentan como sólo aparentemente
humanos: son fríos, incapaces de sentir, están separados de nosotros y, en
última instancia, son amenazadores.
Sólo es un cliché, cierto. Un cliché muy triste, que invita
a la pereza y la comodidad. Y un cliché sostenido por una mentira: el daño que
hizo Victor Frankenstein, a sí mismo y a los que le rodeaban, no fue
consecuencia de la Ciencia, sino de su humanidad. Sus pecados fueron la
indolencia, la incoherencia, y la incapacidad de asumir las consecuencias de
sus decisiones.
Y esos, son pecados muy, muy humanos.
* Victor, probablemente, pertenecería a la corriente conocida como Naturphilosophie, que, entre otras cosas, incorpora un ideal de belleza a la ciencia, a partir de una filosofía finalista.
** Porque, siendo deforme, necesariamente es malvado, y ese mensaje sigue también lloviendonos desde las pantallas.
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domingo, 3 de mayo de 2015
LA ANTICIENCIA EN LOS MEDIOS (I) Frankenciencia
Este muestrario de miedos no ha surgido de la nada. Los medios de comunicación favorecen la difusión de todo tipo de noticias del tipo ¡vamos a morir todos!, la red está llena de textos e imágenes que muestran los terrores que la ciencia desencadena sobre la humanidad, y el cine, las series, los tebeos y los libros rebosan de científicos jugando a ser Dios y arrastrando a la humanidad a un agujero de horrores y exterminio.
Dado que hoy tenemos muchas series de éxito protagonizadas por científicos, podría parecer que lo que he dicho es exagerado, pero si las observamos con detenimiento, veremos que hay un patrón: el científico, el cerebrín, es un anormal. Los protagonistas de TBBT son cuatro tarados encabezados por un perfecto autista, y la gracia del argumento es ver como esos inadaptados chocan con la gente normal y trata de adaptarse a la vida real. El doctor House es un científico brillante, con una mente afilada como un bisturí, pero la fuerza de su intelecto le lleva a pisotear incluso a las personas que más le quieren. La doctora Brennan es capaz de desentrañar un asesinato partiendo de un rasguño en un hueso, pero no es capaz de entender una metáfora, y la dinámica de la serie se centra en cómo su compañero Booth logra reconducir su frío intelecto hacia la realidad gracias a su fuerza emocional. El caso más paradigmático es Grissom, el protagonista central de CSI: su intelecto es una herramienta casi perfecta, tan objetiva que no hay matices que se le escapen, ni en lo científico ni en lo emocional. Pero fuera de su trabajo es un completo alien, un obseso del orden cuyas principales aficiones son la cría de cucarachas de carreras o las visitas a una granja de muertos, y cuya vida sentimental es un desierto hasta que empieza a relacionarse con una compañera tan inexpresiva como él (en esencia, Sara es Grissom con tetas)
El reflejo del científico como un ente extraño, incluso una fuerza negativa, nació, más o menos, en el periodo de entreguerras, y se consolidó durante los años de la Guerra Fría. Podemos rastrear hacia atrás en busca de la fuente original del miedo a la ciencia, pero no es necesario: hay un término que se popularizó en los años 60, primeros 70, que, si bien está hoy en desuso, señala certeramente a la causa primigenia. La FrankenCiencia (Frankenscience), la ciencia del doctor Frankenstein.
Victor Frankenstein es el prototipo, el MadDoctor original, tan obsesionado en su búsqueda de la sabiduría que no duda en hollar los senderos prohibidos y sacar a la luz conocimientos que la humanidad no debería poseer. Víctor es un Fausto sin Mefistófeles...
...a man of science who sought to create a man after his own image without reckoning upon God.
El castigo a su desmedido orgullo es el caos y la destrucción: ha desencadenado fuerzas imprevisibles que le arrastrarán, a él y a los suyos, a la condenación. Es la misma idea argumental que subyace, un siglo después, bajo el agumento de JurassicPark, El Hombre Invisible o Prometheus (un nombre elegido a conciencia, como veremos en el párrafo final). Los científicos clonan monstruos, investigan un suero maléfico o investigan en conocimientos arcanos más allá de lo humano, y en lógica consecuencia, hay gritos, terror y muerte. En la película del 93, el doctor Malcolm resume muy bien la idea: la naturaleza ya eliminó a los dinosaurios, luego resucitarlos es ir contra la naturaleza (de nuevo el sagrilegio, reemplazando a Dios por Gea).
La figura del doctor Frankenstein se ha vuelto universal. Cuando, en una narración, aparece un científico obsesionado con la investigación, podemos afirmar, con casi un 99% de seguridad, que sus descubrimientos se volverán contra él y morirá de forma horrible. Al buscar el conocimiento, el MadDoctor se alejará de sus seres queridos, perderá el contacto con la moral y romperá todos los límites. Desencadenará epidemias, creará monstruos, abrirá portales, indagará en el corazón de la materia... todo en nombre de la Ciencia, aunque eso signifique condenar a la humanidad a la extinción.
Este cliché muy triste, por dos motivos. El primero, porque entroniza la ignorancia como algo positivo: mejor no saberlo todo, hay conocimientos que el hombre no debe poseer. Y el segundo, porque la universalidad del mito de Frankenstein demuestra la universalidad de la pereza: nadie se ha molestado en leer la impresionante novela de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometheo.
* Siempre que leo el típico mensaje el bicarbonato/los limones/el agua hexgonal...cura el cáncer me pregunto a qué cáncer se referirán, porque los vendedores de humo parecen pensar que el cáncer es una sola enfermedad, no docenas y docenas.
** La época feliz y paradisiaca en la que el 75% de los niños morían antes de cumplir los 5 años, cuando cultivar la tierra significaba vivir agarrado a un arado de sol a sol, y un hongo de la patata podía significar el casi exterminio de una población
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