Mujer iroqués

miércoles, 30 de septiembre de 2015

VIEJOS AMIGOS

El sol es abrasador. Como siempre.

Los pasos del anciano levantan polvo. Arrastra los pies y ellos arrastran su corpachón. Una vez fue robusto pero ahora no lo parece, hasta tal punto camina vencido. Por los años, por el cansancio. Por las burlas.

_ Madre ¿qué sucede?
_ ¡Tu padre! ¡Otra vez se ha ido de la casa! ¡y andará como siempre, deambulando a pleno sol, sin su sombrero!
_ Tranquilícese, madre, enseguida salgo a buscarle.
_ ¡No puedo más, hija, no puedo más! ¡Ese hombre está intratable! Ya lo estaba antes, pero desde que murió su maldito burro ya sólo balbucea y murmura.

La mujer sale al sol, camina por las calles, pregunta. Sí, algún vecino le ha visto pasar. Sí, murmurando y mirando al suelo, como siempre.

Murmura cada vez que se cruza con alguien, cada vez que se cruza un perro. Murmura cuando les escucha reírse, murmura cuando le señalan. En realidad hace años que ya no le señalan, pero el anciano piensa que las burlas continúan, y murmura su rabia entre dientes.

_ Reid ¡sí, reíd! Burlaos, burlaos de mí... si él estuviera aquí no reiríais. Él acallaría vuestras burlas, él nunca dejó que nadie se riera de nosotros. Con la espada a veces, y vive Dios que nunca vi a nadie tirar de la espada como él. Pero sobre todo con su palabra. Si alguna vez le hubierais escuchado, si una sóla vez le hubierais prestado oídos, lo entenderíais. Me entenderíais

El sol martillea el pueblo, implacable. La mujer apresura el paso, un labrador le ha dicho que el anciano iba camino de los campos, y ahí no hay demasiada sombra.

Hace mucho que el anciano dejó de apresurarse. La vida le fue frenando, y ahora le pesa tanto... le pesa la vida, le pesa el hastío, le pesa la tristeza, esa tristeza que vive con él desde hace demasiados años, que no se mitigó ni cuando llegaron sus nietos... y el calor, el calor que golpea su cabeza ...

Se acerca a la encina, y bajo ella apenas hay sombra, pero es mejor que nada... se deja caer pesadamente, le cuesta respirar. Demasiado calor... descansará un poco, y cuando se sienta mejor volverá a casa.

Cansado... tan cansado... los ojos se le cierran... no ve, a lo lejos, a la mujer que grita, le señala, ni a los vecinos que acuden al oir sus gritos...

Descansar...

_ ¿Otra vez descansando, holgazán? ¡Levanta de una vez, que el alba quedó atrás hace mucho!
_ ¿...mi... mi señor?
_ ¿Pues a quién esperabas, tunante? ¿A algún obispo, a su Majestad? ¿Con tan altos te codeas que ya ni respondes cuando se te llama?

Se levanta, incrédulo, con esa agilidad que creía olvidada, más ligero de lo que ha sido en décadas. Sus piernas, cortas pero fuertes, le sostienen sin dudas. Y ahí está su fiel rucio, con las alforjas, esperando...

...y al mirar atrás le ve, echado a la sombra de la encina, los ojos cerrados, el cuerpo más pesado que nunca...

_ Mi señor ¿y él?
_ Déjale que descanse, su jornada ha sido larga, bien ha merecido su reposo. Y no pierdas más tiempo, partamos ya

Marchan, ajenos al llanto de la mujer, que se agarra al cuello del anciano, intentando en vano que abra los ojos, y a los murmullos de los vecinos, que llegan y se frenan a pocos metros, respetando su dolor. Algunos se quitan el sombrero. Ni ellos, ni ella, son conscientes de las figuras que se alejan hacia el horizonte, una alta y espigada, otra más rechoncha, trotando sin prisa sobre sus desgarbadas monturas. Y tampoco son conscientes de sus voces, que sólo escucha el viento.

_ ¡Vamos, Sancho, con buen ánimo, que aún quedan muchos entuertos por desfacer, y el camino nos aguarda, hospitalario y lleno de encrucijadas!
_ ¡Sí, mi señor!
_ No, Sancho, no más mi señor, no más amo, no más criado. Solos tú y yo, viejo amigo, solos tú y yo.
_ Como deseéis, mi se... como deseéis, amigo Alonso.

El sol se pone, el día llega a su fin. El camino nunca lo hace.

Hice este dibujo hace muchos años, como pareja de uno sobre Don Quijote. No salió como esperaba, pero le tengo especial cariño, el mismo cariño que siento por el pobre y leal Sancho, a su modo tan soñador como su señor, y al rucio, ese burrito sin nombre, tan fiel y paciente con su dueño como con la vida y el camino.

lunes, 28 de septiembre de 2015

EL ESPÍA RUSO, LA ARISTÓCRATA Y EL SUBMARINO


Con esta entrada abro una colaboración con el podcast Antena Historia. Espero que disfrutéis, no sólo de mi intervención, bien breve, sino, sobre todo, del excelente trabajo que hace Antonio y, en esta ocasión, de un tema apasionante: el desastre de la Selva de Teutoburgo y las campañas de Germánico más allá del Rin.

_ Quintilio Varo ¡DEVUÉLVEME MIS ÁGUILAS!

http://www.ivoox.com/ah-14-aguilas-germania-las-campanas-audios-mp3_rf_8644535_1.html

Hay personajes, en los rincones de la historia, que parecen sacados de un folletín, y el protagonista de esta historia es uno de ellos. Basil Zaharoff era un falso ruso que se dedicaba a la venta de armas en la turbulenta europa decimonónica. Su vida, hasta la década de 1870, fue la de un pícaro de poca monta, estafando a turistas, trabajando de proxeneta y falsificando dinero y antigüedades a pequeña escala por las calles de Estambul. Su historia no habría pasado de las crónicas de sucesos de no ser por que, en 1877, un giro inesperado del destino le convirtió en representante de una empresa sueca de armamento, la Nordenfelt.

Todas las naciones, desde los grandes imperios hasta los países más diminutos, se estaban equipando con los nuevos armamentos, hijos de la revolución industrial. Las potencias navales, en concreto, estaban muy interesadas en el concepto del buque submarino y el señor Nordenfelt, en colaboración con un sacerdote inglés, el reverendo Garrett, había desarrollado y anunciado a bombo y platillo un proyecto de sumergible a vapor. El público se entusiasmó en su momento con la idea, estaba muy reciente la publicación de 20000 leguas de viaje submarino, pero los representantes de las grandes armadas de la época, tras asistir a una demostración del invento, consideraron que aquello sólo podía considerarse como un sumergible por el hecho de que, probablemente, llegaría a hundirse, pero lo de volver a la superficie ya era harina de otro costal.

Y aquí entra en escena nuestro personaje. Como buen estafador, Zaharoff era ante todo un gran vendedor, y logró convencer a la recién nacida marina griega de que disponer de un submarino les convertiría en los amos del Egeo. Tras colarles la moto a los griegos repitió la jugada con los turcos, sólo que a estos logró metérsela por partida doble y les vendío dos. Dicho sea de paso, hay quien opina que uno de esos buques, el Abdul Hamid, merece el honor de ser la primera nave que disparó un torpedo en inmersión,  pero dado que al hacerlo la nave se fue de popa al fondo creo que esta efemérides, como mínimo, necesita ser revisada.

Poco después nuestro personaje logró convencer al ingeniero Maxim para que se asociase con Nordenfeld para comercializar su célebre ametralladora ¿Y cómo le convenció? Saboteando todas las demostraciones que intentó hacer el estadounidense en Italia y Austria, con métodos tan novelescos como llevarse a la comisión evaluadora de garitos y burdeles la noche antes de la evaluación, reemplazando la pólvora de los cartuchos por azucar tostado y haciendo correr inquietantes rumores entre los militares y los miembros de la prensa sobre la inestabilidad del arma y la imposibilidad de producirla en serie. Al final, Maxim se rindió y Zaharoff empezó a vender su ametralladora por toda europa, embolsándose sabrosas comisiones.

El siguiente destino de Zaharoff fue España, a donde viajó por cuenta de la empresa británica Vickers, que intentaba hacerse con el monopolio de la construcción naval. Los ingleses habían repartido ya abundantes cheques entre las élites políticas de Madrid, y uno de sus comisionistas, José María Beranguer, recién nombrado ministro de marina, puso en manos del ruso los planos de un sumergible firmados por un desconocido marino español, un tal Isaac Peral.

Podemos imaginar que cuando Zaharoff vio aquellos diseños se le podrían los ojos en blanco. Él sabía reconocer las oportunidades, y lo que tenía ante sus ojos no era una lata sumergible para estafar a incautos: Peral había logrado resolver todos los problemas que implicaban la navegación bajo el agua e incluso había ido más allá: el prototipo, por si mismo, era una nave letal, un verdadero torpedero submarino, capaz de navegar, orientarse y disparar en inmersión con total seguridad. Su sola existencia  tiraba por tierra las premisas sobre las que se basaba la guerra naval, y las posibilidades económicas de semejante invento eran astronómicas (a su lado las comisiones de la maxim serían como una propinilla de cafetería)

Zaharoff trató de comprar al inventor, pero para su sorpresa se encontró con un muro infranqueable de honradez: Peral no soñaba con hacerse rico, sólo intentaba salvar a España de un desastre, pues conocía demasiado bien el lamentable estado en el que se encontraba nuestra marina, gracias a la corrupción, la desidia y la estupidez de los políticos y los marinos de despacho. Frustrado, Basil informó a la Vickers de que sería imposible hacerse con el proyecto por las buenas, y procedió a intentarlo por las malas. En la mejor tradición del folletín, sedujo a una bella aristócrata, doña María Pilar de Muguiro, consiguiendo así acceso a los salones más influyentes de la podrida España de la restauración, y empezó a repartir sobornos a diestro y siniestro.

Peral hizo frente con buen ánimo a los inexplicables incidentes que tuvieron lugar durante las demostraciones de su nave, como la accidental sustitución del ácido de las baterías eléctricas por agua coloreada de tinta. Él y sus tripulantes extremaron la vigilancia y lograron salir con buen pie de todas las pruebas exigidas por el ministerio de marina, pero, por desgracia, no podían hacer nada contra el sabotaje más allá del puerto. Pronto empezaron a pedírsele pruebas imposibles, y cuando las satisfizo todas, se encontró con que los informes técnicos eran tergiversados, presentando su invento como un despropósito. La prensa, vaya usted a saber por qué, también empezó una campaña de desprestigio, y llegado un momento incluso se acusó al propio Peral de ser un simple estafador.

El proyecto de Peral, como todos sabemos, nunca prosperó, y una vez más España perdió una oportunidad de oro. Empero, se negó en redondo a vender el proyecto a Zaharoff.  Entretanto, éste fundó varias filiales de la Vickers en España, como la Sociedad Española de Construcciones Navales, vendiendo al gobierno, a precio de oro, armas y barcos prácticamente inservibles mientras traficaba con todos los secretos militares que la corte de Maria Cristina puso a su alcance.

Zaharoff, años después, se casó con su amante, doña Pilar, y siguió extendiendo sus tentáculos por España durante tres décadas. Si esto fuera un relato de Conan Doyle, Basil sería un agente del malvado Moriarty, y Holmes y Watson habrían truncado su carrera mandándole a prisión. Por desgracia esta historia no es una novela, y las consecuencias para nuestra nación, en general, y la armada española, en particular, fueron funestas. Los cruceros acorazados Oquendo, Vizcaya y Mª Teresa, construidos por la SECN, fueron hundidos en la batalla de Santiago de Cuba sin lograr hacer un sólo blanco digno en los buques estadounidenses que los despedazaron a placer. Por el precio de uno solo de esos pecios flotantes se podrían haber construido cincuenta naves como el Peral. Con muchas menos de cincuenta, el final del siglo XIX no habría sido la tragedia que fue, y miles de familias españolas se habrían ahorrado lágrimas y sangre.

En palabras del almirante Sampson, vencedor de Santiago, si los españoles hubieran tenido en la isla cuatro o cinco submarinos como el que inventó el señor Peral, yo no me habría atrevido a bloquear Cuba ni siquiera por 24 horas.

Si queréis conocer los detalles de esta truculenta y triste historia, os recomiendo que leáis Isaac Peral: Historia de una frustración, de Agustín Ramón Rodríguez González., El submarino Peral. La gran conjura, de Javier San Mateo o El Mercader de la Muerte, de Donald McCormick. Igualmente podéis ver mi recreación del submarino Peral (basada en los planos, ilustraciones y otros documentos publicados por Juan C. Sanchez en 2013, y las fotografías publicadas por el Museo Naval de Cartagena durante la restauración de la nave) en http://www.muyhistoria.es/contemporanea/video/recreacion-del-submarino-de-isaac-peral

domingo, 30 de agosto de 2015

HOY HABRÍA CUMPLIDO 107 AÑOS


La Yaya era delgada, no muy alta. Guapa, con todas esas arrugas en su rostro alargado, muchas de ellas labradas, no a fuerza de años, sino de sonreir.

Menudita, y móvil. A mis amigos les sorprendía que tuviera una abuela tan activa, más de una vez se la encontraban por el parque, paseando, camino de la iglesia, yendo a comprar, y siempre les saludaba. Eso también les sorprendía, porque había muchas personas mayores que ya no reconocían. Ella reconocía, y más, que tenía buena memoria.

La memoria de la Yaya era, a veces, un dolor para mis amigos, porque en esos años jugamos mucho al Trivial, y juntos formábamos un equipo imbatible. Literalmente, no sólo no nos ganaron nunca, además dábamos una vuelta extra tras tener los seis quesitos, en plan humillante (no me miréis así, que yo pasé muchas veces por debajo del futbolín)

También les sorprendía que, a veces, esos fines de semana en que organizábamos una fiestecita en mi casa, aprovechando que mis padres estaban fuera, ella estuviera ahí, sentada en su lado del sofá, tan a gustito, leyendo y charlando con ellos.

Era un gusto compartir una lectura con ella, como lo era charlar, como era agradable verla llegar cada año, para pasar con nosotros seis meses. Rocko era el primero en darse cuenta: antes de que sonara el timbre ya había oído subir en el ascensor a mi padre con ella y las maletas, y estaba en la puerta, con el almohadón en la boca, moviendo la cola como si no hubiera un mañana. El almohadón de la Yaya, nunca se confundía.

Rocko también sabía que no debía entrar en su dormitorio. Era una habitación pequeña, y ella se sentía un poco agobiada ahí con ese perro tan grande que se echaba a sus pies, así que nunca pasaba de la puerta. Años después, cuando ella ya no estaba, él seguía negándose a entrar.

Cuando la Yaya se quedaba en su dormitorio, leyendo, o tocando el piano, con sus auriculares puestos, parecía que no estaba. Era la persona más discreta que he conocido. Todo lo que hacía lo hacía así. También su fe la vivía de forma discreta, callada. Nunca la escuché alardear de cristiana ni escuché beaterías de su boca. Incluso, cuando creía que lo que estábamos viendo en la tele no era adecuado, no decía nada: se limitaba a aprovechar ese momento para rezar el rosario, paseando por delante de la tele.

La última vez en mi vida que fui a misa* fue una Navidad. La Yaya no había ido a la misa del gallo,  estaba muy cansada esa nochebuena, y cuando salió a la mañana siguiente pensé que no estaba bien que fuera sola, así que la acompañé. Volvimos despacio, ella de mi brazo. No me lo pidió, nunca hablamos de ello. Con ella era todo natural. También mi falta de fe, que aceptó sin una mala cara, sin un sólo pero

Era bueno estar con la Yaya, Y hubo un día, un verano, en el pueblo, que estar con ella fue providencial. Estábamos solos con Pili, muy pequeña entonces. La niña se tragó una pieza de un juego y empezó a asfixiarse. Yo tenía ¿14 años? y me quedé congelado, pero me dijo, cógela de las piernas y levántala, rápido, y mientras yo la tenía cabeza para abajo, en vilo, metió sus dedos en la garganta, y logró sacar el trocito de plástico, justo cuando su cara se estaba poniendo azul. Si ese día yo hubiera estado solo, mi hermanita habría muerto delante de mí.

Porque ser suave no significa ser blando, ni frágil.

Nunca he olvidado esas manos. Largas, de dedos finos. Creo que las mías se parecen un poco.

Tampoco he olvidado su cabellera. Un verano estuvo viniendo con nosotros a la piscina de la huerta. A veces se soltaba el pelo: una melena larga, larguísima, resplandecientemente blanca.

Y, finalmente, un año nos dejó. Supo que le quedaba poco tiempo, apenas unos meses, puede que menos, y se volvió a su Zaragoza, para morir allí, tranquila. Sonriendo, como siempre.

Nos dejó sonrisas. Nos dejó esos muebles que siguen en el pueblo y que tan a gusto la hacían sentir en verano, los de su vieja casa, que espero sigan con nosotros muchos, muchos años. Como sus copas, que procuraré mantener a salvo en mi casa. Ahí las tengo, reluciendo en un armario: cristal de más de un siglo, de cuando el champán se bebía en copa abierta.

Y nos dejó recuerdos. He compartido con mis primas muchos de nuestros recuerdos con ella, recuerdos que, en principio, eran sólo de cada una de nosotras**, pero han acabado siendo de todas. Como son de todas las lágrimas que nos atropellan la mirada cuando escuchamos ese mensaje que grabó para toda la familia.

Y fue una de mis primas la que dijo la frase que más me viene a la cabeza cuando pienso en ella.

La Yaya es una hipótesis muy necesaria

* Quiero decir, a una misa normal, no a las de bodas, comuniones, funerales... etc
** Cuando pienso en la familia Artero, aunque hay algunos chicos, nos veo sumergidos en una marejada de primas, así que me incluyo orgullosa en ese nosotras

viernes, 14 de agosto de 2015

MI VIDA COMO EFÍMERA

Si yo naciera efímera, no habría espacio en mi vida para la reflexión, sólo para la acción. Cuando tu vida se reduce a apenas unas horas, no tienes tiempo para lo superfluo.

Si fuera una efímera, tendría breves recuerdos del agua, donde mi anterior yo habría crecido con paciencia, masticando despacio algas y restos. Tal vez rememoraría, como en un sueño, un breve vuelo buscando donde nacer, y poco más, porque nacer, incluso para una efímera, es lento y difícil

Las efímeras nacemos a la última hora del atardecer, y mientras mis alas se secan y estiran, trabajosamente, mis ojos verán, por primera y última vez, la luz perdiéndose a poniente.

Como efímera nazco cuando el día muere. Y cuando remontó el vuelo por primera vez, dejo muerte tras de mí, aunque nunca sepa quién perteneció la cáscara sin vida que queda a mi espalda. Tampoco es importante, porque nunca me haré preguntas. No hay tiempo para preguntas, dudas, ni esperanzas. Sólo tengo el instante, y debo apurarlo.

Las efímeras no notamos el frío, y la noche, incluso en verano, es fría. Tampoco el hambre, y a medida que pasa mi vida el hambre me devora, literalmente. No hay espacio en mi mente para lo banal, sólo una urgencia, que resuena en mi diminuta cabeza: busca, encuentra, ama.

Ama, ama, ama.

Si no tuve suerte, si nací demasiado lejos, o demasiado pronto, o tarde, mi vuelo será en vano, y mi vida se perderá. Pero si todo es correcto, sentiré un perfume. Primero sutil, apenas un trazo perdido en el viento; luego creciente, un brochazo, un camino, un río de fragancia que me envuelve, me atrae, me arrolla como un torrente, emitido por cien, mil, un millón de efímeras que me aguardan, y me invitan a sumarme a su danza.

Frenesí.

Si soy hembra, danzaré sobre el río, llamando a los machos, para que me sigan sobre las aguas. Si soy macho, la llamada embriagará mis sentidos y volaré hacia la noche, fundiéndome en el enjambre que crece y crece.

Éxtasis. Porque no hay espacio en mi vida para el miedo, la duda o la espera: la noche termina, como mi tiempo.

Si soy hembra, buscaré el agua para dejar mi puesta y, agotada, me dejaré llevar antes de que amanezca. Si soy macho, tal vez tenga fuerzas para revolotear unos minutos más, buscando otro enjambre, otra danza, un último instante de pasión.

Si soy una efímera, la noche muere conmigo, y lo último que verán mis ojos será un resplandor naciente, incendiando la mañana. Nacer con la oscuridad, vivir la pasión, morir en el fuego, tal es mi vida como efímera.

Tal vez os parezca una existencia sin sentido. Triste, incluso. No tendré nada más, no veré siquiera un segundo anochecer. Pero no os dejéis llevar por las apariencias, porque yo no tengo nada que lamentar. Como efímera, viviré exactamente lo mismo que cualquiera de vosotros:

Toda una vida.

lunes, 13 de julio de 2015

DISFRUTEN DEL CALOR (disfruten lo votado)


No suelo meterme en temas de política, así que asumo que esta entrada me va a costar muchos lectores. Pero oye, es mi blog y me lo follo como quiero.

Como todos los veranos, tenemos encima la ola de calor de julio, y las televisiones rellenan su parrilla con los usuales consejos de los expertos. Hidrátense, vayan por la sombra, no salgan a mediodía, cuidado con los mayores y los niños...

Es cierto que este año el calor se está notando mucho más, y hace que muchas personas empiecen, por fin, a tomarse en serio el tema del calentamiento global, y a aceptar que las causas de ese calentamiento somos nosotros. Y lo somos mucho más de lo que la gente está dispuesta a aceptar, al menos en Madrid (y también, sospecho, en Sevilla*, pero dado que no vivo ahí no puedo elucubrar con la misma seguridad)

La Corte y Villa lleva disfrutando de alcaldías del Partido Popular desde 1991, es decir, 24 años seguidos. En ese tiempo se ha producido una transformación paulatina de la cara de la ciudad: la capital del reino ha sido alicatada. Ha habido otras muchas transformaciones, pero esa es la que más nos está afectando ahora mismo.

Los que peinamos canas recordamos la zona de Recoletos sin asolar: el tramo de paseo era de tierra, como buena parte del Paseo del Prado, sin  ir más lejos. Como buena parte de las plazas de la ciudad, donde había arbolado, cesped, tierra, columpios y bancos. Muchos bancos.

Y sombra. Los bancos solían situarse en las zonas de sombra.

Entonces el PP, de la mano de Álvarez del Manzano, empezó a apostar por la modernidad, lo que al parecer consistía en cubrirlo absolutamente todo de hormigón. Como ejemplo de las nuevas plazas duras (un término tan repugnante como el del brutalismo de los años 60 y 70) tenemos la explanada  situada en Goya, frente al Corte Inglés, la plaza de Salvador Dalí: un infierno de losetas refulgentes veteado con algunas pirámides de hormigón. En algunas de esas pirámides agoniza un árbol cuya sombra no sirve de gran cosa, debido precisamente a estar en una pirámide. Intentar pasar por ese erial urbano en julio no sólo te deja abrasado, también medio ciego, por la reverberación del sol.

Ese es el modelo de plaza adorada por los populares. En todas partes hemos visto el mismo proceso, primero se arrasa la plaza original con cualquier excusa (un aparcamiento, unas obras del metro, conducciones de gas... será por excusas, Madrid es una obra permanente) y luego se rediseña de acuerdo a un proyecto moderno e integrador, que consiste en dejar una explanada de cemento y, si hay suerte, algunos árboles en cajoneras, que acabarán muriendo y serán eliminados poco a poco.

El ayuntamiento aduce que esas plazas son más económicas de mantener**, pero la excusa deja de funcionar cuando te planteas qué problema dan los bancos, porque además de quitar hasta el último fragmento de verde, los/las alcaldes peperos parecen tener algún tipo de problema con los bancos, ya que los eliminan. Apenas quedan ya aquellos viejos bancos de madera, como de 1'80 de largo, donde podían sentarse cuatro abuelos a charlar a la sombra. En su lugar hay bancos de hormigón o metal, muchos menos, situados usualmente al sol, y con reposabrazos en medio, delimitando claramente el número de asientos. O bancos unipersonales, de modo que en el mejor de los casos se pueden sentar dos personas, si es que han puesto dos bancos, y colocados de forma que sea incómodo hablar.

Lo de los reposabrazos en los bancos largos es para que la gente sin techo no los use para dormir. La idea es que si no tienen bancos para dormir, ya no habrá gente sin techo. Y para asegurarnos de que eso es así, eliminamos de paso TODAS las fuentes de agua potable que había antes por Madrid, a ver si además de morir de sueño, los mendigos mueren de sed y dejan de afear la ciudad.

Hay otra explicación, pero esa está tapada. Lo que han hecho los alcaldes populares es robarle la calle a los viandantes. Se trata de que la gente no haga vida en la calle, y se limiten a usarla para ir de su casa a comprar, o al restaurante, y de vuelta a casa, sin que queden espacios donde la gente pueda simplemente estar, disfrutando la tarde, la sombra, la compañía. Porque cuando la gente hace eso, no consume.

Haced la prueba, coged un libro e intentad buscar por el centro de Madrid un rincón para leer un rato, sentados a la sombra. En Sol, imposible, en Gran Vía, imposible, en Alcalá, imposible, en Huertas, imposible, en Callao, imposible, en Chueca, imposible, en Embajadores, imposible... quedan algunos reductos, la plaza del dos de Mayo, la de Tirso de Molina, Plaza de España, el parque de Debod... pero incluso esos los van cercando poco a poco de terrazas de pago, como la Plaza de Santa Ana, donde ya no queda un solo sitio donde poder sentarte salvo que vayas a hacer consumición. De hecho, y dado lo que hemos visto en estos últimos años en el Retiro, tal vez haya algún proyecto para alicatar también ese parque, y quitar de una vez todos esos árboles tan peligrosos con tendencia a caerse, casualmente desde que se recortaron los gastos de mantenimiento.

Hay lugares como Callao que ya solo sirven para que el Corte Inglés ponga sus promociones, convirtiendo una vía pública en un escaparate privado. Ese es el sueño de los alcaldes de la gaviota: una ciudad donde la gente no tenga espacio para vivir, sólo para consumir. Un espacio donde las aceras pertenezcan a las empresas, no a los viandantes

¿Pensáis que exagero? Pensad en vuestros lugares nocturnos favoritos ¿cuantos siguen abiertos?  De noche la gente de bien debería quedarse en casa,  así que desde hace veinte años los locales nocturnos han sido sometidos a acoso y derribo por parte del municipio, que se ha dedicado a cambiar la reglamentación una y otra vez, de forma que los dueños, en demasiadas ocasiones, han tenido que tirar la toalla al no poder hacer frente a nuevos gastos cada vez que se modificaba una norma por milésima vez.

Intentad caminar hoy o mañana por el centro. Sol inmisericorde por todas partes, salvo los trapos que supuestamente dan sombra en las calles comerciales, como Preciados, no sea que los clientes del Corte Inglés sufran una insolación antes de que hagan gasto. Ni una sombra, ni un sitio donde sentarte,  salvo terrazas absurdas donde se instalan sistemas de riego y ventiladores para que los paganos se tomen su cerveza fresquitos.  Nada de árboles, bancos, rincones... las calles ya no son lugares donde estar, sino simples tramos de paso. Vamos hacia una ciudad como el barrio de Salamanca: un larguísimo escaparate con aceras, tiendas de postín y terrazas carísimas con aire acondicionado en cada mesa, y el que no pueda o quiera usarlas, que se joda, que ni agua va a encontrar. Sólo hormigón y losetas bien calientes.

Sí, hay que hidratarse mucho para combatir el calor. Y evitar las horas del mediodía, y procurar ir por la sombra, y vigilar a mayores y pequeños.

Y hay que dejar de votar a quien apuesta por robarnos la calle, la sombra y los asientos. Y si aún así os empeñáis en aplaudir a los ladrones una y otra vez, al menos ahorradnos los comentarios de qué calor, esto no es normal, alguien debería hacer algo... porque a votar se va leído

No sé si una legislatura basta para recuperar una ciudad tan maltratada, arruinada y endeudada para varias décadas como Madrid, pero a poco que la calle vuelva a ser de las personas, y hay un poco más de sombra, y bancos donde sentarse y charlar, la señora Carmena contará con mi voto. Aunque tenga que empadronarme con algún amigo para poder votar en la capital.

APENDICE JUNIO 2019: la legislatura de Manuela Carmena hizo mucho por devolver la calle a la gente, pero no fue bastante para la izquierda purista, que decidió, una vez más, dividirse y abstenerse para castigar que no les hiciera casito en todo. El resultado, ya tenemos de nuevo a los ladrones frotándose las manos y disponiéndose a arrasar todo lo que se había restaurado en estos años.

*La primera vez que vi los bancos antipersonas de Zoido pensé que se trataba de una broma. Por desgracia para Sevilla, no lo era.

**Al parecer mantener jardines es carísimo y poco rentable, pero tirar miles de millones en promocionar unas olimpiadas que sólo han existido en la fantasía de Gallardón o Botella es una iversión de futuro.

viernes, 3 de julio de 2015

LOS FOLLASAURIOS (III) Tengo un archienemigo


Querido público, estimada audiencia, muy ilustres integrantes de la Academia, señor Nuncio Apostólico, les he reunido aquí para comunicarles que los follasaurios son, de lejos, el trabajo que más satisfacciones me ha aparejado en los útimos años. No sólo fueron divertidos de concebir y ejecutar, sino que se han convertido en mi gran éxito de ventas, mi obra más publicada, mi carta de presentación de cara al mundo.

Estoy acariciando la idea de hacer una nueva serie de láminas, dedicándola esta vez, en exclusiva, a animalicos encontrados en los subsuelos patrios, como concavenátor, turiasaurus, dacentrurus, mantellisaurus... sería algo así como un homenaje a las pelis de Esteso y Pajares, incluso a las pelis guarreras de nuestrea añorada juventud, en clave mesozoica (Turiasauria bisexual necesita semental, El concavenator, su mujer y otras cosas de meter, Caray con el plecanimimus, que largo tiene el... el .... vale, las rimas me las tengo que trabajar un poco más, pero podéis coger la idea ¿no?)

Pero no es por eso por lo que hoy me ha dado por sacar este tema. A las satisfacciones personales y crematísticas, este pasado junio se añadió una inesperada y gratificante sorpresa: gracias a los follasaurios, ahora tengo un detractor.

Sucede que hace unos años, The Huffintong adquirió los derechos de mis imágenes para un artículo sobre dinosex, que generó una buena cantidad de comentarios y algunas réplicas divertidísimas, como la de Daniel O'Brian. Me encanta su aseveración de que, probablemente, me puse palote preparando las imágenes, y el modo en que me describe

Sure, the scientific illustrations weren't as graphic and deeply unsettling in the old article, but finding an illustrator who was the right combination of scientist and pervert isn't reason enough to rewrite the exact same story and pretend it's new news.

¿El  ilustrador con la correcta combinación de veracidad científica y perversión? QUIERO UNA CAMISETA CON ESE LEMA, Y LA QUIERO YA

Pero no, O'Brian no es mi archirrival, es más, le considero un colega, un amigo, un hermano. Cómo me has calado, cabroncete *guiño *guiño *codazo

El prota de esta historia es un tal J, británico, autor de un libro sobre el sexo en la naturaleza. Pues bien, resulta que J (a quien desde ahora llamaremos el Triste) debió ver el artículo del Huffintong, y su alma de esteta se aterró ante lo que estaba contemplando, y que describe como pornográfica colección de imágenes generadas por ordenador en las que puede verse a los dinosaurios en plena faena. Veamos las perlas que dedica a la cópula de T-Rex que encabeza este texto, en el capítulo denominado Jurassic Pork.

La más grande de todas muestra a un macho de T. rex... ¿como diríamos?... forzando a una hembra desde atrás. Ella parece sometida por completo, inmovilizada por el peso de él, esperando a que todo termine de una vez mientras él la penetra..... el ilustraor "científico" ha dotado al macho de una sonrisa malévola, una mueca levemente psicótica, rayana en el frenesí, cuando no en la degeneración... su cabeza se asoma con mirada demoníaca a sus ojos mientras la embiste... ella, pasiva, está capeando el temporal. Tiene los ojos entrecerrados, la expresión es de resignación, aunque aprita los dientes. Es siniestro.

¿Dónde ve este señor todas esas cosas? él está acuclillado sobre ella, porque me pareció que esa pose era físicamente estable para animales de 10 toneladas. Ella le ofrece su nuca en un gesto de confianza y él la acaricia con los dientes (porque los brazos son demasiado cortos, sólo los usa para sostenerse sin resbalar sobre la espalda de la hembra). La expresión de ella, al menos según las personas (mujeres) que la han visto, es de relajación y placidez, y la de él no es ninguna mueca, o sea ES LA FORMA DE SU BOCA, los tiranosaurios tienen esa expresión hagan lo que hagan, porque su mandíbula tiene exactamente esa curva.

En esta otra opina que el macho está furioso ¿furioso? es un gesto de placer. Ella, según el Triste, pone cara de aburrida. Pues claro, como la de la mayor parte de hembras cuadrúpedas hervívoras, como vacas, ovejas, cabras, búfalas, conejas, ratonas... para las que la cópula es un simple trámite ¿o alguien ha visto alguna vez a una tortuga hembra con los ojos en blanco y poniendo caritas?

Suele decirse que el pecado está en el ojo del que mira. Evidentemente este señor tiene un problema de visión, ya que es capaz de ver psicosis, frenesí y degeneración en la forma de una mandíbula, por no mencionar la mirada demoníaca o los gestos de rabia. Pero no voy a mentiros, ME ENCANTA. He logrado provocar reacciones, escándalo, asombro, indignación, el público es ahora parte de la obra ¡SOY UN DADAISTA DE LA PALEONTOLOGÍA!

En fin, no voy a aburriros con más detalles, sólo quería compartir con vosotros la exultante sensación de tener un adversario, una némesis, un enemigo mortal. Me siento como el dr. Doom frente a Reed Richards, pero en alegre y sin tanta parafernalia. DE hecho, el Triste me define como Hombre armado con una erección, y mi chica encuentra que es una descripción muy acertada.

Os dejo, acaban de encender la Follasaurioseñal, así que corro al Follasauriomóvil para recorrer las calles de Gotham, sembrando la depravación y el mal a mi paso, a la espera de que algún héroe intente detener mi carrera, embutido en pristinas y patrióticas mallas.

Pobre pringado

¡¡¡¡¡¡MUAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAH!!!!!!


jueves, 11 de junio de 2015

VA DE VIÑETAS Las Torres de Bois-Maury


No voy a mentiros: odio a Hermann Huppen. Al principio no, cuando leí Yugurta y Comanche me gustó, sin más. Era un excelente dibujante, con un estilo propio y original, que me llamaba la atención, sobre todo por el modo de trabajar los rostros, muy alejado del realismo idealizado de otros dibujantes (nada de mandíbulas de acero, narices rectas y frentes despejadas). Entonces descubrí Jeremiah, y la cosa empezó a mosquearme. O sea, sí, puedes ser buen dibujante, pero ese señor además era un buen narrador, y a medida que la serie fue avanzando vi que era un GRAN narrador. Y eso jode ¿vale? porque te acompleja ver a alguien tan bueno. Pero cuando Norma publicó en CIMOC el primer episodio de Las Torres... ¿como decirlo? pensé QUÉ CABRONAZO DE MIERDA.

Porque Hermann estaba mostrándonos que era el puto amo.

Las Torres es una gran saga medieval, ambientada en el siglo XI. Su protagonista, el caballero Aymar, viaja por Europa buscando reunir los medios para reconquistar su antiguo hogar, del cual fue expulsada su familia siendo él apenas un niño: el castillo de Bois Maury

... cuyas torres son las más altas de la cristiandad

... como dice continuamente su escudero, el fiel Olivier. Él no ha visto jamás el castillo, pero en su mente es incluso más real que en los recuerdos de su señor. Juntos nos van mostrando una Edad Media muy diferente a la que conocemos. No hay brillantes cortes, palacios, gloria, belleza, sino barro, chozas, hambre, desesperación y violencia. Todas ellas retratadas con crudeza por los lápices de Hermann.Y con un realismo que no se limita a los lápices (impresionantes, esos rostros y cuerpos tan alejados de nuestros cánones) porque no hablamos de personas que piensen como nosotros, personajes que vean la antigüedad con los ojos del siglo XXI. Aymar y Olivier son gentes de su época, y ven el mundo con los ojos de la época, sin anacronismos ni concesiones.

Los protagonistas van cruzando su camino con otros senderos, a veces familiares, a veces ajenos. En ocasiones, implicándose, porque el caballero cree firmemente en sus deberes y su honor, y eso le apareja más de una pesada carga. En otros momentos sólo son testigos de lo que va sucediendo, al igual que el lector, y quizás la historia transcurra a su alrededor sin que ellos sean conscientes, como en Sigurd, donde una vieja maldición vive sus últimos estertores ante los ojos de Aymar.

El tono de la historia cambia cuando Bois-Maury decide viajar a Tierra Santa. Asistimos a un inacabable viaje, donde conoceremos la parte que nadie nos ha narrado de las cruzadas: la atroz devastación que fueron dejando a su paso cruzados y peregrinos. Luego, de pronto, descubrimos un aspecto de la obra de la que hasta entonces no hemos sido conscientes: la luz. La luz del Oriente que lo llena todo, y nos muestra que gris y helada era, por comparación, la Europa de la Cristiandad.

Aymar conseguirá allí las riquezas necesarias para recuperar sus tierras, cerrando así la saga. Una saga donde no es la acción la que nos guía (aunque la acción nunca nos abandona, y Hermann la retrata de forma impecable) sino las personas. Como Germain, el albañil convertido en saqueador, Reinhardt, el impetuoso caballero del norte, Khaled, el joven musulmán de quien todos se burlan... y Olivier. Olivier nunca nos deja indiferentes, siempre fiel, siempre constante, siempre sacrificado y, en el capítulo final, por fin protagonista, hasta el punto de ser el verdadero artífice de la reconquista de Bois-Maury

¡Señores caballeros, sé que soy poca cosa a vuestros ojos, pero si sentís algún aprecio por el señor Aymar, no renunciéis a devolverle su tierra, para que así pueda reposar en ella!

Junto con la intensidad de la historia, el dibujo de Hermann no deja de crecer, álbum tras álbum, casi página a página. Los paisajes son parte de la narración, no un simple decorado. Las planicies sedientas, la grandeza de las cumbres, las espesuras que no han conocido apenas el hacha o el fuego, los castillos sólidos, sin adornos, los pueblos míseros y rebosantes de vida.

Vida que duele. A lo largo del camino, nos acosan el dolor, la miseria, las víctimas... víctimas, víctimas, víctimas. Muerte, violencia, enfermedad, hambre, rabia... la rabia que desborda al pope ortodoxo que, al final de William, alza sus brazos en medio de su aldea en llamas, implorando ¿justicia? ¿venganza? Tal vez solo maldiciendo a ese Dios que no ofrece más que tormentos, tan sediento de sangre como los antiguos ídolos paganos.

La serie debería haber concluido en Olivier, pero Hermann siguió más adelante*, presentándonos en siglos posteriores a diversos descendientes del caballero. Obras excelentes, sin duda, pero la saga hace cumbre en la primera etapa de esta nueva serie, Assunta, en medio del asombroso escenario de la lucha en Sicilia, antes de las Visperas. Esta vez la luz y el paisaje se apoderan de todo. La primavera, con el verde de los campos empapado por la sangre de los campesinos, el asfixiante verano siciliano, la violencia creciendo como el vapor de una olla a presión, el otoño, en el tremendo infierno del Etna, y el blanco manto del invierno, que amortaja la isla preparándola para la muerte que llegará con la próxima estación. Hermann abandona la tinta y se lanza a acuarelar con una brillantez que uno casi desearía ofrecerle mis dos manos por la suya izquierda.

No quiero dejar esta reseña sin mencionar un apartado muy especial: las mujeres. En Jeremiah, apenas hay protagonismo femenino. En Las Torres la cosa cambia. Sí, es un mundo de hombres, donde las hembras (y así las llaman) apenas tienen un espacio en el que respirar, sean campesinas, mendigas o señoras. Pero no son invisibles a los ojos de Aymar, ni a los nuestros. Babette, violada y posteriormente muerta a golpes por su propia familia. Eloise, implacable, a la búsqueda de la venganza. Concetta, tan dura y bella como Sicilia, alma de la revuelta contra los Anjou. Y, para mí, la figura más compleja de todas: Alda, la ladrona, decidida a sobrevivir por mucho que el mundo intente impedírselo.

No creáis ni una palabra de lo que acabáis de leer. De verdad, no confiéis en mí, sino en vuestro propio criterio: buscad Las Torres y leedlas. Descubrid la fuerza de un verdadero narrador. Disfrutadla, y viajad. Es un viaje apasionante, de millas y de siglos. Merece cada céntimo que gastéis en él.

Odio a Hermann, muy cierto, por eso sigo buscando cada una de sus obras**, cada vez que saca un nuevo trabajo: así puedo seguir pasmándome, envidiándole y odiándole con más ganas y motivos.

* Personalmente recomiendo leer la saga inicial, diez volúmenes, y rematar con Assunta. El resto de los álbumes son más dispares y no los considero imprescindibles, aunque el siguiente, Rodrigo, tiene la peculiaridad de estar ambientado en la Castilla de la Reconquista y es una delicia para los sentidos.

** En particular os aconsejo buscar Caatinga, una historia soberbia sobre los Cangaçeiros