Mujer iroqués

viernes, 22 de marzo de 2019

SOBRE GENTE DE MIERDA. QUE LA HAY


En general, la gente es maja. 

No, no flipéis, no estoy de coña. En general, la gente que te cruzas por la calle es maja, es decente: ni estúpida ni maliciosa.

Puede que tengan prejuicios, ideas equivocadas, que crean en cosas que a ti te parecen absurdas, pero, enfrentadas a las mismas situaciones que tú, actuarán de forma similar, intentarán hacer lo correcto y, si pueden ver que se equivocan, probablemente se sentirán avergonzados y procurarán corregirse. Porque se sienten responsables de sus acciones y decisiones. En eso consiste madurar.

Por ello, porque intentamos hacer las cosas correctamente, las reacciones de la mayoría de la gente son previsibles, y eso nos convierte en un recurso. Somos el ecosistema en el que se desenvuelve la Gente de Mierda: personas que se caracterizan por un egoísmo de nivel patológico*, si bien pueden expresarlo en diversos modelos.

Están los gorrones, todo un clásico. El amigo que olvida la cartera y pide que le pagues la copa, y ya si eso te lo devuelvo otro día. Ese otro día se autoinvita a comer contigo. Más adelante te pide dinero porque se le han retrasado unos cobros... y cuando hablas con otros conocidos comunes descubres que todos tienen historias parecidas. Moli escribió sobre un caso que se hizo famoso hace unos años, una menda que decidió vivir a costa de sus amigos y hasta publicó un libro presentándose como un ejemplo a seguir, pero la mayoría son más sutiles. Siempre tienen una excusa, siempre van a hacer cuentas contigo cualquier día de estos, y si les señalas su comportamiento, se ofenden porque no esperaban que tú fueras de esos que anteponen el dinero a la amistad.

Del gorrón al estafador, no hay más que un paso. Ese negocio prometedor, esa oportunidad única, tú confía, que no hay nada que temer**.

Están los narcisistas. Son brillantes, divertidos, molan mucho... y un día notas que no te ven. Necesitan que tú les veas, que les adores, pero ellos no piensan que estés a su altura, sólo condescienden a sonreírte, para que se vean sus perfectos dientes. Si follan contigo, en realidad se están masturbando en tu cuerpo. Van por la vida cargados de privilegios y sin preocuparse porque siempre hay alguien detrás que recoge los destrozos, que justifica sus cagadas, que les perdona, porque molan tanto...

Están las rémoras emocionales. Siempre quejumbrosos, siempre necesitados de atención, siempre reclamando tu apoyo, tu escucha, tu presencia. Siempre víctimas. Siempre recordándonos lo importantes que somos para ellos, cómo se vendrían abajo sin nosotros, porque somos diferentes, no como los que no les escuchan. Y siempre procurando no buscar ayuda real, porque el rol de víctima tiene sus ventajas.

Y están los que vuelcan su mierda sobre quienes les rodean, porque ellos nunca, nunca, nunca tienen la culpa de todo lo malo que les pasa. Siempre es culpa de los demás, que no están a la altura. Éstos son especialmente dañinos en el ámbito que, teóricamente, debería ser el más seguro de todos: la familia. Porque nos han enseñado que la familia siempre estará ahí, pero a veces lo está para robarte el aire. Es literal: te drenan, agotan tus fuerzas, te convencen de que eres culpable. O tonto. O torpe. O feo.

Os preguntaréis ¿A qué viene tanto rollo? Pues bien, resulta que en los últimos tiempos he sabido de algunas personas (un estafador, un narcisista y dos enmerdadores) que están descubriendo el sabor de su propia mierda. Y no ha sido el Karma, ni la justicia divina, es una simple consecuencia lógica de sus elecciones.

He dicho arriba que las personas normales (entendiendo como normal a quien no va por la vida jodiendo a los demás) somos el ecosistema en el que se mueven los que, para resumir, llamaremos parásitos. Vamos a verlo desde un punto de vista ecológico.

A priori, el parásito medra, porque la gente tiende a confiar y nadie va por la vida con un cartel anunciando que nos va a sorber la sangre. Es más, la mayoría de esas personas no actúan así de forma consciente, en plan, ja ja ja, voy a aprovecharme de este inocentón, sólo repiten, de modo instintivo, un comportamiento que les ha funcionado previamente.

Y funciona, vaya si funciona. Quien más, quien menos, todos hemos sido víctimas, después de todo el parásito suele ser atractivo, halagador, te hace sentir especial... un verdadero encantador de serpientes, como me dijo una amiga en twitter. Pero la cuestión es que funciona ... a corto y medio plazo. A largo plazo sólo va bien en contados casos, cuando estas personas alcanzan una posición lo bastante protegida como para no hacer frente a las consecuencias de sus actos.

Para el resto las cosas se complican porque el ecosistema se va reduciendo***. El sablista profesional que estafa a su familia, a sus amigos, a sus compañeros del trabajo, al final se queda sin víctimas, porque la gente puede ser cándida una vez, dos, puede que tres... pero al final abre los ojos y cierra la puerta. Y si te has acostumbrado a derrochar, porque siempre pagaba otro, te vas a ver muy pronto en serios problemas. 

El narcisista ha ido desdeñando en algún momento a todas las personas que han entrado en su vida, porque siempre ha habido gente para tomar el relevo, pero llega un momento en el que el glamour**** se apaga y no queda nadie más dispuesto a ser ninguneado. Es más, dado que los narcisistas suelen socializar con quienes son como ellos, es muy probable que, cuando le vean dar un traspiés, sus supuestos amigos se lancen a degüello.

Las víctimas profesionales dan lastima hasta el día en que quienes les rodean abren los ojos y ven que jamás moverán un dedo para solucionar sus problemas, porque es mucho más descansado lamentarse que buscar ayuda real y tomar las riendas de su vida*****.

Los enmerdadores son los que más suelen aguantar, sobre todo si hay vínculos familiares, porque esos son muy difíciles de cortar: hay demasiada presión en contra. Pero, al final, la mayoría se descubrirán nadando en su propia mierda.

Podríais decirme, sólo tienen que rectificar, pero ese es el problema. Han actuado así durante años porque siempre les ha funcionado, y ni saben dónde está el problema, ni han desarrollado las habilidades sociales que les permitirían relacionarse con otras personas de forma saludable. De hecho la mayoría no pensará que tienen un problema, sino que el problema está en los demás, que somos unos desconfiados egoístas y desagradecidos. Y se quejarán amargamente de la incomprensión ajena.

No es el karma: es el tiempo. Por grande que sea el ecosistema, cada persona tiene un número limitado de contactos a lo largo de su vida y, una vez los ha quemado a todos está bien jodida. Que es lo que les ha pasado a los arriba mentados (bueno, a tres de ellos: creo que el narcisista aún tendrá un largo recorrido una vez se rodee de nuevos adoradores)

También podréis decirme que no está bien guardar rencor ni alegrarse por la desgracia ajena pero ¿sabéis qué? Ver ahogarse a quien hundió a otros es una satisfacción muy reconfortante, así que le dejo los buenos sentimientos a quien los desee. Yo, siguiendo el viejo proverbio árabe, prefiero sentarme cómodamente a ver pasar el cadáver flotando en el río. O, como bien dice nuestra sabiduría popular...

... Arrieros somos, y en el camino nos encontraremos.


* El egoísmo es necesario, es un mecanismo de defensa. El problema está cuando es tan profundo que anula la empatía.

** El sablista suele creerse más listo que los demás, de ahí que puedan acabar pelándoles en estafas en las que no entraría nadie con dos dedos de frente, porque no ve que él puede ser la víctima.

*** Dawkins habló sobre este tema en El Gen Egoísta, desarrollando una interesante hipótesis sobre la ventaja evolutiva del altruismo equitativo, el donde las dan, las toman, frente al egoísmo puro.

**** No uso esa palabra porque sí: glamour significa, literalmente, brillo falso.

***** La gente que ha luchado por salir del agujero sabe que no es un camino de rosas, que hay dolor, recaídas y fracasos, pero esas personas siempre se levantan tras cada caída y siguen intentándolo.



sábado, 2 de marzo de 2019

DIARIO DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE (Apéndices)

Pues a lo tonto casi hace dos años que dimos por finalizada esta serie, pero desde hace un tiempo me rondaba por la cabeza la idea de darle un repaso a cómo se han desarrollado las cosas en este tiempo. Y de paso satisfacer la curiosidad del público fiel que me acompañó a lo largo de varios años de tragicomedia paternofilial, así que allá vamos

Lo primero, los cambios físicos. A día de hoy nuestro mozo puede darme barbilladas en la nuca. Por suerte sigue siendo delgado y fibroso, porque como hubiera crecido proporcionalmente a lo ancho tendríamos serios problemas de espacio. Goza de buena salud, de momento no parece que vaya a necesitar gafas y sigue luciendo una densa y polícroma melenaza.

De cuando en cuando hace chistes sobre mi escasez capilar. Arrieros somos, que yo también estoy muy sano y pienso vivir lo suficiente como para mirarle el cartón con una amplia sonrisa y recordarle que la genética puede ser muy hija de puta.

Era un niño guapo y ahora es un chaval muy guapo. Eso que se lleva de extra, porque por mucho que nos lo quieran vender los pesaos de la belleza está en los ojos de quien mira, lo de ser feo es algo que jode y que te acompaña toda la vida. Y no, no me lo ha dicho un amigo

En cuanto a lo que no es el físico, pues los últimos años en el instituto fueron duros, eso ya lo esperábamos, pero logró salir entero y con la cabeza bien alta (yo habría preparado una coreografía de despedida con alzamiento de dedo y pedorretas, pero él es de un carácter más sobrio) y ahora está estudiando lo que desea, a gusto, motivado, y sacándose unas notazas que a veces le dejan flipando. En uno de nuestros paseos padre-hijo me confesó que nunca pensó que un día él sería el empollón de la clase. Es lo que tiene que dejen de intentar encajarte en un molde que no es de tu medida, que puedes respirar y crecer a gusto

Respecto a él, más allá de sus estudios o su aspecto, lo que vemos nos gusta. Tiene ética, siente empatía, se está formando sus propias opiniones sobre el mundo y va volviéndose una persona responsable. Lo bastante como para, en ocasiones, señalarme de forma madura que me estoy equivocando y no soltar un TE LO DIJE cuando asumo que, en efecto, me he equivocado. Vale, de momento la ropa sucia sigue siendo abandonada a su suerte en el suelo de su habitación* pero de cuando en cuando la dificultad para desplazarse por la maraña textil le lleva a amontonarlo todo en el cesto y el problema se resuelve temporalmente con dos o tres lavadoras

O cuatro, que en invierno se pone muchas capas de ropa.

Y está bien. Le vemos bien, y eso hace que nosotros estemos también bien. Hay mil cosas que nunca podremos controlar, pero en nuestra atípica familia procuramos cuidarnos y protegernos, y a día de hoy poder decir estamos bien es algo muy positivo.

No hay mucho más que añadir. Sólo deciros a quienes tenéis hijos en los estados previos, que de todo se sale, y que un día la adolescencia  se acaba y te preguntas qué ha pasado mientras te frotas los ojos, con un poco de desconcierto. Ojo, no es que se acaben los vaivenes: lo de preocuparte por tus churumbeles es un oficio para toda la vida, sin jubilación. Pero a veces puedes relajarte un poco, y eso se agradece.

Hasta aquí el apéndice. Siento la falta de chascarrillos y ocurrencias, pero eso lo reservaré para otras entradas, que nuestro hijo tiene su propio sentido del humor y no tiene porqué coincidir con el mío.

* Y las deportivas en medio del salón, siempre en la zona de paso. Uno va tranquilo por su hogar y de pronto se tropieza con unas canoas de la talla 46

martes, 12 de febrero de 2019

MIRANDO UN CUADRO (II) Los Cosacos Zaporogos



En el Museo Estatal de San Petersburgo hay un cuadro que suele atraer la atención del público por lo insólito de la escena retratada. Se llama Los Cosacos Zaporogos, y es una de los lienzos más celebres de un pintor nacionalista de finales del XIX, Iliá Repin.

Por supuesto, la obra en sí es excelente, técnica y artísticamente. Se trata de una composición muy bien planteada, con una excelente iluminación y una atención al detalle que roza lo hiperrealista, pero lo interesante de esta pintura no es ni su técnica ni su ejecución, ni siquiera la historia que hay tras ella, que no deja de ser una anécdota apócrifa del siglo XVII. No obstante, para entender lo que tiene Los Cosacos de especial es preciso conocer esa anécdota

Según se cuenta, a mediados del XVII el imperio otomano trató de expandirse hacia el norte, para ocupar las orillas del Mar Negro, y para ello el sultán Mehmed IV mandó un gran ejército hacia Ucrania, junto con mensajes que solicitaban vasallaje y paso libre a los pueblos que allí habitaban, entre ellos los aludidos cosacos. El mensaje que este pueblo nómada recibió rezaba, más o menos...

Yo, el Sultán: hijo del profeta Mahoma, hermano del sol y de la luna, nieto y virrey de Dios, señor de los reinos de Macedonia, Babilonia, Jerusalén y Alto y Bajo Egipto, emperador de emperadores, rey de reyes, caballero extraordinario jamás vencido, firme guardián de la tumba de Jesucristo, elegido del mismísimo Dios, esperanza y confort del pueblo musulmán, protector y defensor del cristianismo... os ordeno, cosacos zapórogos, que os sometáis a mí de manera voluntaria y sin resistencia alguna, desistiendo de vuestros ataques.

Los zaporogos se tomaron su tiempo, derrotaron y aniquilaron a su ejército y, como se muestra en el cuadro, tras la batalla respondieron a su carta en los siguientes términos

Oh sultán, demonio turco, hermano bastardo de Satanás, amigo y secretario de Lucifer. ¿Qué clase de caballero eres si no sabrías matar un erizo a culo desnudo? El demonio caga y tu ejército traga. Jamás podrás, hijo de puta, someter a los hijos de Cristo; no tememos a tus tropas, te combatiremos por tierra y por mar, púdrete.

¡Sollastre babilónico, loco macedónico, palanganero de Jerusalén, follacabras de Alejandría, porquero del alto y bajo Egipto, cerdo armenio, ladrón de Podolia, catamita tártaro, verdugo de Kamyanéts, tonto del mundo y el inframundo, tonto ante Dios, tonto ante los hombres, nieto de la serpiente, verruga de nuestras pollas, cara de cerdo, culo de yegua, perro de matadero, vómito del Anticristo, que te follas a tu propia madre!

Nosotros, los zaporogos, declaramos, montón de mierda, que no eres digno ni de apacentar a nuestros cerdos. Para terminar, no sabemos la fecha ni tenemos calendario, pero la luna está en el cielo, es el año del Señor, y el mismo día es aquí que allá, así que bésanos el culo

Y ahora, es el momento de observar bien este cuadro y ver qué es lo que tiene de especial, lo que lo hace diferente a la mayor parte de las obras expuestas en este y cualquier otro museo. No os fijéis en los ropajes o las armas (elaborados con minuciosa gracia), ni en la composición. Fijaos en las caras, sólo en ellas.

¿No lo veis?

Cerrad los ojos. Escuchad

¿no las oís?

Carcajadas. Atronadoras.

Se están riendo

En los cuadros, sobre todo en los tipo histórico, como La Rendición de Breda o El Juramento del Juego de la Pelota, los protagonistas se muestran dignos, severos, quizás esbozando una sonrisa serena. En algunas obras como Los Borrachos, vemos risas, pero están vacías, es la risa sin sentido de quien ha embotado su mente.

Estos cosacos ni aparentan dignidad, ni están ebrios: se carcajean a mandíbula batiente, arremolinados alrededor de uno de ellos, quizás el único de toda la horda que sabe escribir, rivalizando por ver quien añade la mejor obscenidad al catálogo de improperios con los que responden a la emperifollada carta de su enemigo

Uno de ellos se sostiene la barriga con ambas manos mientras ríe estruendosamente. Delante de él, su compañero ya no puede más y se deja caer sobre la mesa, sofocado por las risotadas, llorando de la risa. No hay afectación ni decoro entre los reunidos, varios de los cuales lucen las heridas de la lucha reciente. Mañana enterrarán a sus muertos y llorarán su ausencia, pero hoy es hoy, y es el día de regocijarse y literalmente partirse de risa.

Esa carcajada es la clave del cuadro: no ríen porque hayan vencido a un ejército y puesto en ridículo a un imperio. Ríen porque nadie, y menos que nadie el pomposo Sultán, puede negarles la risa.

Se ríen porque son libres. Y Mehmet, en su lejano y lujoso palacio, no lo es.

Este cuadro era, paradójicamente, la obra favorita de Stalin, y digo paradójicamente porque Repin no habla de batallas ni de glorias, sino de libertad, de La Libertad, y encarnada como la enemiga más temible para el dictador del Kremlin

Que no os engañen con imágenes solemnes. La Libertad no es una mujer semidesnuda alzando una bandera guiando al pueblo a la batalla, ni una severa dama con una antorcha iluminando a la ciega Humanidad.

La Libertad es la carcajada. El derecho, conquistado al más alto de los precios, de reirte en la cara de los tiranos.

jueves, 31 de enero de 2019

DIEZ AÑOS MUY MOVIDOS



Cuando empezó el reto ese de subir una foto de hace diez años y una actual para contrastar, pasé bastante del tema. No sé si será o no una estrategia, como han dicho algunos, para probar algoritmos de reconocimiento facial, pero eso me la pela, simplemente no me gustan este tipo de movidas. Tampoco participo en cadenas de esas de "cita tu marca favorita de calcetines y a tres amigos a los que proponer el reto" igual que no lo hacía en aquellas de "reenvía esta carta a diez personas y recibirás bienes y servicios insospechados, pero si no lo haces morirán 10.000 gatitos"

A todo esto ¿alguien sabe quién es el encargado de matar a todos esos gatitos? Porque si ha tenido un puesto de trabajo estable estos años es gracias a mí, y ya podía tener un detallito, vamos, estírate un poco, chaval.

Pero el caso es que hace nada el señor feisbuq, tal vez preocupado al ver que yo no me animaba al reto, me recordó algunas fotos de hace 10 años (nada que sospechar aquí, circulen), y al verme, aparte de los cambios exteriores (notables) me dio por pensar en todo lo que ha sucedido en estos diez años. Y después de darle bastantes vueltas, he decidido retomar mi actividad en el blog hablando, precisamente, de esos diez años.

Ante todo, los cambios (muy evidentes) de mi anatomía: como puede verse* abulto bastante menos, y mi cabellera, amén de más escasa, se ha vuelto gris. Lo segundo se debe al inevitable paso de los años, que ya peino 52, y lo primero a unos cuantos miles de kilómetros recorridos al trotecillo corto desde 2013. No porque se me haya despertado una febril afición al running tras leer a Murakami, sino porque en un momento me dije, si no me pongo en forma ahora, luego será tarde, y lo de correr es un muermo pero es barato.

Aparte de los detalles corporales, no hay más cambios exteriores que reseñar: sigo sin operarme los ojos y mantengo mi desaliñado modo de vestir (lo que viene a ser el look "indigente con estilo"). Afortunadamente, sigue estando bien visto que los dibujantes seamos unos zarrapastrosos, así que de momento no me tengo que gastar ni un céntimo en ropa decente.

Pocos cambios, y, sin embargo, entre esas dos fotos han pasado tantas cosas que, si alguien me lo hubiera dicho en 2009, lo mismo me hubiera escondido debajo de la cama de puro vértigo.

Para empezar, nos hemos comido la crisis, y ésta se ha llevado por delante muchas cosas y a muchas personas. La mayoría de mis conocidos han logrado capear el temporal pero eso sólo significa que, como yo, se mantienen a flote, no que naveguen sin preocuparse.

A nivel profesional, he vivido un gran salto. Sigo siendo, sobre todo, ilustrador, pero ahora planteo mis propios proyectos, de principio a fin, incluyendo conceptos, estructura, textos... He logrado hacerme un nombre como profesional y, aunque las cosas están cada vez más difíciles en esta profesión, de momento aguanto y sigo remando

Escribir siempre ha sido una afición muy gratificante, pero ver publicados mis propios textos ha sido un subidón. Y, dado que se está preparando una segunda edición de mi primer libro, yo diría que no he hecho perder dinero a mi editorial, así que, como autor amateur, me puedo dar una palmadita en la espalda. Y también soltando mis majaronadas de viva voz, colaborando con el podcast Antena Historia. Hemos logrado que 30.000 personas se interesaran en el poema de Gilgamesh: si eso no es un triunfo, que venga Ishtar y me lo diga a la cara

Y lo más importante. A nivel personal, ha sido una década muy intensa. En la que personas maravillosas han rozado mi vida, e incluso me han permitido caminar con ellas, aunque sea un trecho. Y no daré nombres, pero quienes leéis estas líneas os reconoceréis

Nos creció la familia sin esperarlo, y con ella crecimos cada uno de nosotros.

He probado diversos sabores de helado, y al final he comprobado que me gusta la vainilla, en ocasiones con algún topping, por darle un puntito, pero en esencia vainilla.

Me encontré con nuevas amistades, vi la fuerza de algunas antiguas, y entendí, por fin, que amar y amistar comparten mucho más que una raíz.

Supe que, a veces, no puedes limitarte a decir "alguien debería hacer algo". Porque no hay otro: alguien eres tú.

He disfrutado de algunas locuras, en la mejor de las compañías. Porque lo hermoso de estar loco es la complicidad con otros locos.

¿Alguna vez habéis sentido como un poema os atravesaba la piel, golpeaba y os dejaba sin aliento? Que alguien, sin pretenderlo, te enamore con unos versos, es un regalo maravilloso.

Ha habido mañanas en las que, al despertar, pensé que todo debía ser un sueño, o un error, que me había caído por equivocación la vida de otra persona mucho más meritoria que yo.

Aprendí a volar. Y ¿sabéis una cosa? estrellarse contra el suelo es terrible, pero la única forma de no estrellarse nunca es no alzar el vuelo jamás. Y por eso sé que, en mi lengua, encore significa toujours.

Y, finalmente: sé que, si alguna vez fui de verdad afortunado, fue cuando conocí a mi pareja. Lo más divertido es verlo en los ojos de otras personas, que a lo mejor, cuando me conocen a mí se dicen "oye, qué tío más guay" pero cuando la conocen a ella flipan en colores y casi escucho como piensan "pero ¿cómo es posible que este pringado esté con esta mujer?"

Las canas, las lorzas... son sólo cambios externos. Lo importante, estos diez años, ha sucedido por dentro. Y lo mejor es saber que, suceda lo que suceda en los próximos diez, también será una sorpresa.

* La foto del fuet en realidad es de 2018 pero es que me encanta mi cara de hacer el gilipollas

lunes, 8 de octubre de 2018

LOS POLIPANES III Revisión

Algunas personas me han pedido tutoriales para mis panes artesanos. Personalmente creo que las mejores referencias son los libros y vídeos de Iban Yarza, pero dado que en los últimos dos años he mejorado bastante mis mañas panarras y aprendido de mis errores, voy a actualizar mi viejo post

Primero, vamos a ver algunos conceptos generales. El primero es la harina: no necesitáis comprar harinas ecológicas molidas artesanalmente con molinos antiguos girados por unicornios de colores. Por supuesto, si os apetece gastar el dinero en eso, estáis en vuestro derecho pero la realidad es que la harina de trigo, cualquiera, es un alimento de gran pobreza. La calidad nutricional del pan no depende de la harina, sino de la fermentación, y a las bacterias y levaduras les va a dar igual la clasificación de la harina que les demos a comer. Sólo necesitáis que tenga un porcentaje proteico del 10 al 11%, y eso os lo dan las harinas básicas del Mercadona o del Aldi, a un precio de risa. Dicho esto, dado que cualquier harina con ese porcentaje sirve para hacer pan, no pasa nada porque compréis harinas especiales a 3 o 4 euros el kilo, es vuestro dinero y no soy quien para deciros como gastarlo

El segundo punto es la capacidad del horno. Tras muchas pruebas he comprobado que la cantidad óptima de pan que se puede hornear en un horno estándar de cocina está en torno a un kilo y medio, es decir, tres piezas de medio kilo. Eso deja suficiente espacio como para que no se peguen entre sí y reciban calor de forma homogénea. No obstante, y dado que no todo el mundo quiere sacar tanto pan de una tacada, vamos a dar cantidades como para un kilo (dos piezas)

Tercer punto: planificar los tiempos: aquí no vamos a andar amasando como locos, sino que vamos a dejar que la fermentación se encargue del trabajo, así que conviene planificar bien. Para hornear un domingo, por ejemplo, empiezo a prepararlo todo la noche del viernes

INGREDIENTES PARA PAN DE MASA MADRE

Masa madre (150 gramos aprox.)
Harina panificable : 600 gramos. NO USEIS HARINA DE FUERZA*
12 gramos de sal
325 gr de agua

Aperos: un bol grande, la pala de hule flexible (ya sabéis, esa que es verde claro), papel de horno, una fuente plana de barro y un trapo de lino limpio. Un spray como los de limpiacristales lleno de agua limpia (si no queréis comprar uno específico, yo cogí el del cristasol, lo lavé bien y lo uso desde entonces)

Y sin más, vamos allá. Recordad que estamos en la noche del viernes, entre las 21 y las 12

Para la masa madre**, yo guardo en la nevera un botecito con unos 40 gr de masa madre. Está fría e inactiva, así que hay que refrescarla para que las bacterias se pongan a currar como locas. Pongo esos 40 gr en el bol y añado 80 gr de agua y 80 de harina. Yo suelo poner integral de centeno, le da más sabor, pero si lo preferís sirve la harina normal de trigo. Lo mezclo todo y lo dejo tapado con un plástico. Por la mañana (calculad entre 9 y 12 horas de fermentación) ya estará operativa, y tendremos una masa más o menos fluida y llena de burbujas, con olor a yogur (ácido láctico). Esa es nuestra masa madre activa

Estamos en la mañana del sábado: apartamos unos 40 gr de la masa madre en un botecito y a la nevera con él, para la próxima vez. Puede conservarse durante varios meses, así que no os preocupéis si dejáis pasar una temporada sin hacer pan. Eso sí NO LA CONGELEIS

Nos quedan en el bol 150 gr de masa madre, ahora añadimos los 600 de harina y los 325 de agua. EN función de la harina y la temperatura puede que requiera menos o más agua, pero hablamos de variaciones muy pequeñas, del orden de los 10-20 gr.. Si sumamos las proporciones de la masa madre (75 de harina y 75 de agua) al agua y harina que hemos añadido (600 y 325) nos sale un total de 675 y 400, es decir, tenemos una masa con una hidratación de, más o menos, un 60%. Os doy este dato porque hay quien prefiere usar masas más hidratadas, hasta de un 75%. Lo que pasa es que esa masa es más difícil de manejar, ya que es mucho menos densa y se pega bastante más, así que no os recomiendo aumentar la hidratación de golpe: una vez halláis probado este porcentaje, si queréis, id aumentando poco a poco las cantidades de agua (a más agua, pan más esponjoso)

Añadimos también la sal, y lo mezclamos todo bien, hasta que no quede harina suelta. Con la mano o moviéndolo todo con una cuchara.

Una vez mezclado, plegamos la masa. Podéis ver la técnica de plegado (que es sencillísima) en este vídeo de Yarza, en torno a los minutos 6 y 7.

Una vez plegado, tapamos con un paño húmedo (sobre todo si hace calor) y esperamos veinte minutos, media hora. Volvemos a plegar. Si la masa os parece muy densa, mojaos las manos, así la humedecéis un poco más. Tapad de nuevo y esperar otros veinte minutos. Volvemos a plegar.

Y ya está. Con el tiempo aprenderéis, al tacto, si le ha bastado con tres plegados (es lo normal) o necesita uno más. Os lo dirá la textura, que debe ser mucho más suave que al comienzo.

Si os apetece podéis darle ahora un breve amasado, yo suelo hacerlo aunque no sea estrictamente necesario: la masa, en sí, está ya amasada. Pero es gratificante darle unas vueltas sobre la encimera, es un momento muy zen. Usad la técnica que se ve este video, minuto 13.50

Tanto si habéis amasado como si no, tapad bien el bol con un plástico de cocina, que quede lo más cerrado posible (si es un bol liso es facil poner un plástico y dejarlo hermético) y dejadlo a temperatura ambiente unos 45-60 minutos. Y ya, sin más, a la nevera con ello

El pan debe reposar en frío unas 18-24 horas, más o menos. Pasado es tiempo, despejad la encimera, poned en un lado un papel de horno y enharinad tanto la encimera como el papel. Sacad el bol y, con la mano o con la paleta de hule (la típica que se usa para pastelería) extraed la masa y dejadla sobre la encimera, procurando que se rompa lo menos posible.

Enharinad un poco la parte superior de la masa, y desgasadla un poco apretando con las manos. Os quedará una especie de torta más o menos redondeada de unos 3 cm de grosor. Vamos a darle ahora una forma sencilla, ya tendréis tiempo de experimentar otras.


Con un cuchillo verdulero bien afilado, cortadla en dos. Tenemos algo así como dos medias lunas. Coged la primera, pasadla por la harina de la encimera de modo que toda la superficie de la pieza quede enharinada y con las manos dadle un poco de forma oval, es tan fácil como mover las puntas de forma que parezca un pez
Ahora, asegurándonos de que la parte superior esté bien enharinada, lo plegamos longitudinalmente. Ese enharinado servirá para que en el horno el pan se abra por ahí sin necesidad de darle cortes

Repetimos el proceso con la otra pieza y las ponemos sobre el papel de horno (enharinado) con el pliegue hacia abajo. Dejamos reposar un total de dos horas.

Cuando haya pasado una hora y cuarenta***, ponemos el horno a tope, 250 grados con calor arriba y abajo. SI tenemos una piedra de horno, la metemos. Si no, usaremos la bandeja metálica, se trata de que la superficie donde va a ir el pan esté muy caliente. Cuando quedan 10 minutos para las dos horas, le damos la vuelta a los panes para que ahora el pliegue quede arriba. Se abrirán un poco, no es preocupante: de hecho, si se abren un poco es que la cosa va bien (si la masa es demasiado húmeda puede que, incluso con la harina, se quede sin abrir, y en ese caso conviene darle un corte siguiendo el pliegue)
Y, a las dos horas, con el horno a 250º, adentro con ello. En el primer vídeo que os enlacé podréis ver al final cómo se mete el pan de forma sencilla, por si os da yuyu. Cuando lo meto cojo el spray y espolvoreo bien de agua para formar vapor. Cierro el horno y bajo la temperatura a 170 gradosA los 10-15 minutos abro un instante vuelvo a espolvorear un poco de agua. Es para que la corteza no se endurezca antes de tiempo y suba mejor. Cierro de nuevo y esperamos media hora más. En total el pan estará en el horno entre 40 y 45 minutos. 

Puede pasar que vuestro horno sea una cámara crematoria como el mío, si os parece que la corteza se está tostando demasiado abrid un instante y poned un papel albal sobre el pan, eso impedirá que se achicharre.

Y una vez pasado el plazo, apagamos y afuera con ello. Dejadlo reposar al menos una hora sobre una rejilla para que se enfríe bien en toda su superficie. Yo suelo esperar dos horas para cortarlo, así le da tiempo a asentarse, pero confieso que a veces cedo a la tentación y le meto el cuchillo en cuanto deja de quemarme las manos, porque el placer del pan caliente es muy tentador

Y ya está. SI no ha habido problemas, deberíamos tener algo tal que así. Un par de panes aromáticos, crujientes y con una miga firme, elástica y muy alveolada. Ojo, hay muchas cosas que pueden cambiar el resultado, así que si introducís variaciones de algún tipo (en la masa, en los tiempos... ) hacedlo siempre de uno en uno. No cambiéis todo a la vez, porque si sale mal no sabréis cual ha sido la razón
Un último consejo: no os agobieis si de pronto, al llegar el verano, el pan os empieza a salir peor: sube menos, la miga es más densa, sabe más ácido: sucede que la temperatura ambiente es importante, y si bien no pasa nada con temperaturas bajas (entre 18 y 25 grados) en cuanto empiezan los calores, los procesos de fermentación se descontrolan, y en una cocina es difícil mantener una temperatura aceptable durante el verano. Sobre todo en sitios como Madrid, donde pasamos de los 30 grados en un pis pas. La época óptima para panificar es de septiembre/octubre a junio: de julio a septiembre, puede haber sorpresas.

Y eso es todo, ánimo y a darle caña a la harina


* Si queréis probar con harina de espelta, las cantidades y pasos son similares pero seguramente necesitéis añadir un poco más de agua: empezad con los 325 gr y, si veis que necesita más, mojaros las manos y moved la masa hasta que se os sequen, repetid ese proceso hasta que noteis que la masa ya está en condiciones. Yo lo hago durante los plegados.

La espelta, que solo es un tipo de trigo más vasto que el usual, sale a un precio prohibitivo, parece que la cague un unicornio. Yo uso la integral del mercadona: la tamizo, quitandole con el colador todo el salvado posible, de forma que saco unos 700 gr de harina panificable de un paquete de kilo. El resultado es un intermedio entre pan blanco y pan integral, como os digo es una harina vasta

** Hay muchos tutoriales para hacer masa madre en la red. U os puede pasar una poca algún amigo que ya la tenga hecha. EN algunas webs hasta te la venden. De todas formas, si no os apetece liaros de partida con la masa madre, usad levadura desecada de panadería, basta con 2-3 gramos para 600 gramos de harina (más omenos media cucharilla de café, lo veréis en el primer video de ivan yarza)


*** (calculad en función de lo que tarde vuestro horno en alcanzar los 250 grados

domingo, 2 de septiembre de 2018

TANGENCIAS



Hoy me me he decidido a hacer una limpieza en mi lista de contactos de Facebook. He eliminado a casi la tercera parte de las personas que había en mi lista de amigos, asi que puede que algunas de las personas que me leéis estéis entre los borrados. No es por nada personal, simplemente he entresacado aquellos perfiles con los que no tenía interacción. Pero no es de eso de lo que quería hablaros.

Quería hablaros de Ana.

Nos contactamos en Facebook hace ya unos cuantos años, por azar. Revisamos nuestra filiación porque compartíamos apellidos y resultaba raro que no tuviéramos parentesco, pero el caso es que no lo encontramos. En cualquier caso hubo buena química y, durante un año, tal vez año y medio, hablamos a menudo, en abierto y en privado.

No llegamos a conocernos en persona, aunque alguna vez dijimos de acercarme a S para ponernos cara y abrazo, y tomar algo juntos en alguna terraza. Sé que las cosas le resultaban difíciles, sufría una enfermedad muy dura y su situación personal no era fácil.

Un día desapareció

Pasaron unos meses hasta que me di cuenta de que hacía bastante tiempo que no hablaba con ella. Su perfil seguía abierto, así que pensé que se habría tomado un descanso. Siguió pasando el tiempo y Ana se convirtió en un recuerdo. Un recuerdo agradable que se fue haciendo poco a poco más borroso. Hoy, al hacer la limpieza, me encontré cerrado su perfil. Me dije ¿que fue de ella? e hice una búsqueda en la red.

La encontré.

Murió en 2014, apenas unos días después de nuestra última conversación. Un accidente, según decía el periódico que lo reseñó. Aunque alguna vez ella me comentó que un día no podría más y terminaría con todo, así que no sé qué pensar. Bueno, en realidad sí lo sé.

No llegué a ver su rostro. A veces subía fotos, pero siempre con la cara escondida. Como se suponía que un día nos veríamos, nunca le di importancia. Tampoco llegué a escuchar su voz. En realidad, pese a todas nuestras conversaciones, sólo puedo suponer cómo era Ana, porque saberlo, no lo sé. Creo que era una persona decente, y pese a su dolor era capaz de sonreír y de hacerme sonreír.

Lo único que de verdad sé es que nunca pudimos conocernos, ni despedirnos.

Hoy, recordándola por primera vez en mucho tiempo, pienso también en la gente que ha rozado o cruzado mi vida a través de las redes. Facebook llama a esas personas Amigos, Twitter los denomina Seguidores, pero lo cierto es que la mayoría no somos ni siquiera conocidos. No voy a soltaros el típico rollo sobre la vida ficticia que se crea la gente en las redes y blablabla. La cuestión, para mí, es que esos contactos, por livianos o artificiales que parezcan, puede ser importantes. En ocasiones esa persona a la que no ves es quien te escucha justo cuando necesitas que te escuchen, quien comparte contigo una broma privada, una afición, un libro, un poema

No podemos intimar con todas las personas que se cruzan con nosotros en el 2.0, pero a veces vale la pena saber más. Una de mis amigas reales se animó a hablar conmigo por que vio en la red una ilustración que subí mientras preparaba un trabajo. La persona más importante que haya entrado en mi vida en los últimos 30 años lo hizo a través de este blog, y, aunque hace años que dejamos de hablar, sé que ese día todo cambió, y nunca dejaré de agradecérselo.

He tenido la fortuna de abrazar en persona a una parte de mis contactos. Lo llaman desvirtualizar pero yo prefiero el verbo Conocer: mirarnos a los ojos, escuchar nuestras voces, compartir un momento que sea real y nuestro, abrazarnos, si se tercia.

No podré conoceros a todos, y no creo que eso sea algo negativo. Muchos me consideraríais un cretino, otros me pareceríais insoportables. Nunca sabes cómo será, como saldrá, y si surgirá algo de ahí. Lo más probable es que no haya nada en común, y cada uno siga después su camino sin más. Pero al menos lo intentaré, en la medida que me deje el tiempo, porque, de cuando en cuando, te encuentras con alguien a quien realmente merece la pena encontrar.

Sólo recordad que, si lo dejas para más adelante, si piensas que ya habrá tiempo, tal vez te equivoques. Tal vez no tengas, no tengamos tiempo.

Y, llegado el día, si tengo tiempo, intentaré despedirme, aunque sea a través de esta ventana artificial. No quiero que alguien me busque y descubra que ya no puede decirme adiós.

Adiós, Ana.

Ojalá hubiera podido decírtelo de viva voz.

domingo, 15 de julio de 2018

EL NEGRO Y EL MILAGRO



Lo que sigue es una transcripción de un recuerdo: hace unos años, a la muerte de Eduardo Galeano, mi amiga D me invitó a una sesión de cuentacuentos en su honor. Ella narró un breve relato y luego se arrancó con esta historia, que me dejó con el corazón acelerado y lágrimas de emoción en los ojos. El caso es que luego la busqué y descubrí que no había recitado realmente un relato de Galeano, sino que había compuesto una historia enlazando varios fragmentos de los relatos futbolísticos de ese autor. Hace unos meses, hablando, ella me dijo que no lograba recordar bien cómo lo narró, así que me dije, tengo que intentar sacarla de mi cabeza y transcribirla
Si no conocéis la obra de Galeano, haced acto de contrición y corred a buscar a las librerías

Sé que muchos de vosotros venís a este blog para alejaros del coñazo de los deportes y, sobre todo, de la murga del fútbol. Pues bien, tengo malas noticias, ya que hoy hablaremos, precisamente, de futbol

Eduardo Galeano dijo una vez, el fútbol es esa religión de la que ningún uruguayo es ateo. Aunque a veces la fe puede tambalearse, como ese día de julio de 1950, cuando el niño Galeano, a sus 9 años, estaba, como tantos cientos de miles de uruguayos, con la oreja pegada a la radio, esperando a que diera comienzo la final del Mundial de Fútbol de Brasil.

Cuando una nación organiza un mundial, salvo que se trate de España, hace lo posible para que su selección llegue a la final. En el caso de Brasil, eso se había cumplido sobradamente: la selección brasileña tras un leve tropiezo al comienzo, se había transformado en una apisonadora futbolística, una picadora de carne que había dejado por el camino los cadáveres aplastados de yugoslavia, México, España, Suecia... y llegaba a la final invicta y acelerada, como una locomotora imparable.

Todo el mundo sabía lo que iba a suceder. Los periódicos brasileños ya tenían impresas las portadas del día siguiente con los titulares anunciando la victoria.Los jugadores de la selección habían recibido relojes de oro con sus nombres grabados para conmemorar el triunfo. El presidente de la FIFA, Jules Rimet, llevaba en el bolsillo el discurso para cerrar el mundial, en portugués. Por toda la ciudad, las carrozas estaban listas para dar comienzo a una celebración que eclipsaría al carnaval más enfebrecido de todos los tiempos. Y el estadio Maracaná, inaugurado en ese mundial, destinado a ser el templo de la mayor victoria futbolística de la nación, era una inmensa olla a presión en la que 245.000 brasileños cantaban gritaban y bailaban, a la espera de que su selección saltara al campo con sus inmaculados uniformes blancos

245.000 brasileños y, tal vez, un centenar de uruguayos. Contando con la selección uruguaya y los diplomáticos de la embajada. Sí, Uruguay había logrado llegar a la final, de forma callada, casi inadvertida, y ahora se preparaba para el partido final, ese que, a ojos del mundo, sería un mero trámite antes del comienzo de la fiesta.

Media hora antes del partido, las autoridades uruguayas se acercaron al vestuario para agradecer a sus jugadores el esfuerzo que les había llevado a la final. Antes de despedirse, les recordaron que todo Uruguay estaba orgulloso de ellos y les pidieron, por favor, que intentaran que no fuera muy humillante, que no perdieran por más de cuatro goles. El señor Juan, el entrenador, les dijo, ánimo muchachos, defiendan la portería, aférrense al arco, no les dejen pasar.

Y el partido dio comienzo. Imaginad  un cuarto de millón de gargantas saludando a sus campeones, la presión en el momento del primer pelotazo, el ataque feroz y continuo de los delanteros brasileños, porque en caso de empate, la victoria era para Brasil, pero ellos sabían que su público no quería un empate, sino una victoria absoluta.

Para pasmo de todos, Uruguay resistió. Los jugadores de azul contuvieron una y otra vez los impresionantes ataques brasileños. Roque, el arquero, se multiplicaba bajo los palos, callando una y otra vez los gritos del público cuando ya se arrancaban con un ¡¡¡GO.....

Así llegó el descanso, con empate a cero, y entonces, nada más empezar el segundo tiempo, en el minuto 47, Friaça se plantó ante la puerta uruguaya y marcó el primer gol de Brasil.

El estadio se vino abajo con las ovaciones, la música, los petardos... y allá lejos, muy lejos, el niño Galeano suplicó la ayuda de aquel a quien creía el único capaz de salvar el partido, y le prometió a Dios todo, absolutamente todo, si se personaba en Maracaná para darle la vuelta al marcador con su poder. Años después, Eduardo comentó, menos mal que no tuve que cumplir, porque le prometí tantas cosas que aún estaría pagando el milagro.

Pero Dios sólo hace milagros para los ricos. Los pobres tienen que hacérselos ellos solos. Y, si hubo un milagro esa tarde, en Maracaná, no fue cosa de Dios, porque todo lo hizo un negro pobre, feo y analfabeto, que para más inri se llamaba Obdulio. Sí, Obdulio, nada menos.

Obdulio Varela, capitán de la selección Uruguaya. El Negro Jefe.

Unos meses atrás, el Negro había encabezado la primera huelga de futbolistas del mundo, forzando a los clubes a pagar, al menos, una nómina decente a los que llenaban de plata sus arcas semana tras semana. Todos se habían reído de él, pero había ganado. Y no estaba dispuesto a que ahora le dijeran qué se podía y qué no se podía ganar

Esa tarde, cuando se fueron los delegados y el entrenador, Obdulio se volvió a sus compañeros, y les dijo, Juan es un buen hombre, Juan es un amigo, pero no sabe una mierda. ¿Defender el arco? ¡Eso hicieron los españoles, y los suecos! ¿Y de qué les sirvió? ¡les pasaron por encima! ¿perder por menos de cuatro? ¡Y UN CARAJO! ¡NO SE ENTRA VENCIDO AL CAMPO! ¡AL CAMPO SE ENTRA A GANAR! Y luego trajo un montón de periódicos, proclamando la victoria brasileña, los echó al suelo y meó sobre ellos, y hizo que todos le imitaran

Y, cuando salían al campo, en medio de los aullidos de 245000 brasileños, les gritó a sus futbolistas ¡Miren pabajo, que esa gente no juega! ¡nunca pasó nada por ganar un partido! ¡esos son de palo y el partido se gana con los huevos en la punta de las botas!

Recordaréis que en el minuto 47 Brasil acababa de marcar, y con ese ambiente y esa furia, estaba claro que los siguientes goles caerían uno detrás de otro, así que Obdulio cogió el balón, y se fue caminando sin prisa, pausadamente, al centro del campo, a protestar un fuera de juego imaginario al linier, que siendo inglés no entendía qué quería aquel negro que sólo chamullaba español.

El Negro Jefe sabía lo que quería: enfriar el partido, ganar tiempo, sólo unos minutos, los justos para que a los brasileños se les bajara la euforia un poquito, y los suyos recogieran el ánimo del suelo. Y luego, cogió a su equipo, se lo echó a los hombros, y lo lanzó hacia adelante.

Y en el minuto 65, Ghiggia corrió la banda derecha, amagó un tiro hacia el arco, y cuando el portero brasileño corrió a cubrir el hueco, pasó al centro, para que Schiaffino clavara el balón entre los postes ante el pasmo de toda la afición.

En Uruguay nadie daba crédito a sus oídos. Porque, aunque con el empate Brasil se proclamaba igualmente campeón del Mundo, menuda diferencia, regresar a casa invictos en vez de apaleados.

Pero Obdulio no había dicho nada de empatar: habían salido a ganar....

... así que diez minutos más tarde Ghiggia volvió a correr la banda, Schiaffino volvió a situarse, y cuando el guardameta, previendo el pase, salió a interceptar, Ghiggia disparo directo a la esquina de la puerta

El arquero Barbosa dio un salto imposible, y por un segundo creyó que había logrado rozar con sus dedos el cuero. Pero cuando cayó al suelo, supo que no lo había logrado. Décadas después, dijo, En Brasil, la pena de cárcel más alta es de 30 años, y yo llevo 50 pagando por un delito que no cometí

El presidente de la FIFA se había ausentado del palco y estaba en los pasillos del estadio cuando de pronto tuvo la sensación de que el mundo se había detenido. Donde un instante antes rugían un cuarto de millón de gargantas, ahora se oía.... nada

Ghiggia diría al final de su vida, sólo Sinatra, el Papa Juan Pablo y yo, hemos callado Maracaná. 

Sólo se escuchaban los gritos incrédulos y extasiados de Carlos Solé, el comentarista uruguayo, anunciando el gol a Montevideo. El locutor brasileño, Ary Barroso, cantó el tanto con voz ahogada, y nunca volvió a transmitir un encuentro.

Los delanteros brasileños lo intentaron, se lanzaron adelante con todo lo que tenían entre los rugidos de su afición, que exigía el empate. Pero ahora sí, Obdulio cerró la defensa, convirtiendo al once uruguayo en un muro infranqueable. Y, cuando el árbitro pitó en el minuto 90, el silencio volvió a aplastar el estadio. Sólo se escuchaban un murmullo de sollozos, y los gritos de los jugadores azules

La orquesta no tenía la partitura con el himno de Uruguay.

Los periodistas habían reservado asientos cerca de la puerta por la que debían salir los jugadores brasileños, y con el público paralizado, no podían llegar a entrevistar a los campeones.

Los jugadores brasileños se quitaban la camiseta blanca con los ojos vacíos. Brasil no volvería a vestir jamás ese color

El presidente de la FIFA, con su discurso en portugués, no sabía qué hacer, no entendía qué estaba pasando y nadie le respondía cuando preguntaba. Al final, intentó darle la copa al capitán brasileño, pero Obdulio se acercó y la cogió mientras Rimet se alejaba de ahí casi a la carrera, muerto de vergüenza.

Y Obdulio, agotado y feliz, se volvió a sus compañeros, que no se atrevían a salir del estadio por miedo al público, y les dijo, Bien jugado, muchachos. Diviértanse, que se lo han ganado. Yo volveré al hotel y ya me tomaré una copa por el camino. Y se marchó, tras calzarse su vieja gabardina

Pero no logró llegar al hotel

Porque cada vez que entró en un bar, para pedir un trago, se lo encontró lleno de gente callada, tan pobre como él, tan negra como él. Murmurando y llorando. Llorando por su culpa, porque, aunque no entendía lo que decían, sabía lo que querían decir.

Nos lo quitó. Obdulio nos jodió. Fue él. El Negro Jefe nos lo robó.

Y, poco a poco, la alegría de la victoria se fue desvaneciendo, dejando paso a la tristeza, la misma tristeza que le rodeaba por todas partes, anegándole como un océano

Y así le encontró la mañana. Todavía de bar en bar, borracho como una cuba, llorando a lágrima viva...

... y abrazando a los vencidos.


El Negro Jefe nunca quiso decir nada de esa victoria, excepto que de haber jugado 100 veces ese partido debieron perderlo 99, pero ese día jugaron la 100. Los señorones que horas atrás les pedían a Obdulio y sus compañeros que no perdieran más que de cuatro se otorgaron a sí mismos medallas de oro, mientras que los jugadores las recibían de plata.

Obdulio murió como había vivido: en la pobreza. El gobierno, que derrochó dinero a raudales en su entierro, jamás gastó un céntimo en su vida. Ya lo dijo una vez: nadie hace puchero de la fama.

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