Mujer iroqués

martes, 28 de diciembre de 2010

Roma y la ambigüedad bíblica (II)


El valor otorgado a la Biblia no supuso una diferencia significativa a lo largo de los siglos XVII y XVIII porque nadie dudaba de su veracidad, pero en el XIX el Libro empezó a hacer aguas. El reverendo Buckland, buscando evidencias del Diluvio Universal, descubrió las pruebas de una glaciación continental, un cataclismo que ni siquiera aparecía a pie de página en el Génesis. Lyell puso las bases de la geología moderna, demostrando que la Tierra era asombrosamente antigua. Y llegó Darwin.

La iglesia anglicana anatemizó a los científicos, el ponzoñoso Pio IX publicó la encíclica Syllabus Errorum, condenando cualquier propuesta que contradijera el magisterio eclesiástico y las diversas confesiones protestantes hicieron otro tanto. No sirvió de mucho: a lo largo del siglo XX los estudiosos de la Biblia, libres de dogmas, demostraron que no era una crónica veraz sino un compendio de mitos mesopotámicos mezclado con otros de origen local.

En 1950* Pio XII escribió la  Humani Generis, aceptando, la viabilidad de la hipótesis darwiniana, y Juan Pablo II lo refrendó en 1996. La iglesia anglicana también suavizó su postura y en 2008 pidió perdón a Darwin. En cambio los luteranos europeos pasan de puntillas por el tema, la mayoría de los calvinistas apoya la literalidad bíblica, las diversas sectas de origen protestante (episcopalianos, adventistas, baptistas, renacidos, pentecostales …) son plenamente literalistas y la Iglesia Ortodoxa, pese a no tener una doctrina clara al respecto, se inclina también por la tradición.

¿Porqué esas diferencia? Porque católicos y anglicanos dejaron de lado el valor doctrinal del antiguo testamento mucho antes del siglo XIX. Además ambas iglesias están jerarquizadas en forma piramidal lo que facilita los cambios. Una vez la jerarquía anglicana o el Papa deciden soltar lastre, soltado queda. Eso explica la ambigüedad de los ortodoxos, ya que su concepto religioso es profundamente conservador y no hay una autoridad central, tomándose las decisiones en Concilios Ecuménicos.

Y llegamos al punto conflictivo. Hoy está claro que la Biblia es obra de hombres y no de Dios, ha conocido varias reescrituras, se basa a su vez en mitologías paganas bien conocidas, y la historia que narra no es más que un relato, y ni siquiera demasiado bueno. La postura de las sectas, aunque irracional, es lógica, ya que la base de su fe es el Libro, y la de los ortodoxos es comprensible, pero ¿católicos y anglicanos? Roma no tuvo problemas en renunciar al latín, aceptar la evolución y abrirse al ecumenismo. La iglesia anglicana acepta además la ordenación sacerdotal y episcopal de las mujeres, lo que se da de hostias con el antiguo Testamento. Así que ¿Porqué mantenerlo como canon?

El problema es que no hay reemplazo. Yahvéh es un impresentable, asesino de niños, vengativo hasta lo indecible, puntilloso, genocida… Roma estaría feliz de sacárselo de encima y librarse de la incongruencia que supone que un psicópata que ordena la lapidación de los que tejen con dos fibras diferentes, se transforme por arte de magia en un padre amoroso. Pero durante veinte siglos han procurado erradicar a todos los demás panteones del imaginario popular, tachándolos de fantasías o encarnaciones de Satán, así que si le rechazan, se quedan sin dios.

Eso no debería ser importante, ya que el cristianismo se basa en el Nuevo Testamento ¿no? Pues sí, pero no. La Palabra de Jesús no es ni demasiado original, ni demasiado coherente, ni demasiado profunda. Es muy buenrollista ¿no? amaos los unos a los otros, poned la otra mejilla y todo eso, pero para ese viaje no hacían falta alforjas. El Nuevo Testamento sólo tiene peso si  Cristo es el Hijo primogénito de Dios, anticipado por los profetas, nacido en el linaje de David y cordero sacrificial por el Pecado Original. Y el único Dios disponible es el viejo cabroncete del Génesis. Así que si no aceptamos las Escrituras en su totalidad, no hay un Padre para el Hijo, ni un Pecado que lavar, ni una Promesa que cumplir, y Jesús pierde su credibilidad. Ergo, si no hay Biblia, no hay Iglesia.

La paradoja no tiene solución. Los mitrados están demasiado ocupados tratando de mantener a flote su barca como para preocuparse de cuestiones de detalle. Además son muchos siglos de nadar y guardar la ropa así que tampoco pasa nada por chapotear un poquito más. Pero al afirmar que razón y cristianismo son compatibles se equivocan, porque éste se asienta sobre el pilar de la verdad bíblica, y la razón ha tirado por tierra ese pilar. De hecho, en España la mayoría de los creyentes rechaza la autoridad papal, un 40 % no cree que Jesús fuera hijo de Dios y un 40% de los creyentes no practicantes no cree en Dios**. Al relativizar la base de su fe, se han saboteado a sí mismos.

No me gusta jugar a profeta, pero voy a hacer un vaticinio: la tendencia a la baja seguirá y se acelerará no porque aumente la racionalidad de la gente (qué más quisiera yo) sino porque la incoherencia del cristianismo socava su posición. Despojada de su manto sagrado, la Iglesia tiene que competir en igualdad con todo tipo de supercherías tan incongruentes como ella, pero más cómodas para sus seguidores y no va a dejar de perder terreno. Dudo que yo viva lo bastante para verlo, pero un día el Vaticano tendrá que echar el cierre por impago del alquiler, y mi hijo o los suyos podrán brindar por el entierro de una de las instituciones más aburridas y sucias que ha conocido la Humanidad.

* 90 años entre ambas encíclicas. No está mal si tenemos en cuenta que Roma aún no le ha pedido perdon a Giordano Bruno.

** El concepto  creyente no practicante está muy traído por los pelos, pero el de creyente no creyente me resulta dadaista.

6 comentarios:

Newland23 dijo...

He visto el título en el blog de molinos y no me he podido resistir :)

Casi completamente de acuerdo en todo lo que escribes, va a ser una verdadera putada morirse para no todo lo que cuentas.

José Antonio Peñas dijo...

Gracias, Juanjo, aunque no acabo de entender el sentido de tu última frase.

Newland23 dijo...

Vaya, me he comido una palabra, la frase es:

"va a ser una verdadera putada morirse para no VER todo lo que cuentas"

Creo que ahora mucho mejor

Anónimo dijo...

Creo que dejar de creer en Dios es como dejar de creer en San Nicolás... Queda un "y si fuea cierto... ya no me traerá regalos?"

José Antonio Peñas dijo...

DIos es un señor demasiado complicado, que si nos da libre albedrío pero nos castiga si lo usamos, que si es todopoderoso pero no mueve un dedo, que si es uno y tres y su hijo es él mismo y fue engendrado por el palomo que también es él...

Papa Noel, o cualquiera de sus alias (San Nicolas, Santa CLaus...) es un personaje muy siniestro: fiscaliza la conducta de los niños, les espía, hurga en sus debilidades, busca sus secretos, y en función de tu conducta tendrás o no tu recompensa ¡es orwelliano! Y encima entra de noche en las casas, lo dicho, huele mal, pero mal, mal.

El ratoncito Pérez sí que mola. Su historia no tiene flecos sueltos, como la de Dios, ni se dedica a analizar el comportamiento de nadie: lo suyo es una transacción equitativa, tú dejas un diente, yo te doy un dinero por él.

Evidentemente luego saca beneficio de los dientes, a lo mejor los vende al peso por el marfil, ya que si no se le acabaría la pasta enseguida, pero eso no es más que ley de la oferta y la demanda.

Sr.Belizón dijo...

Jo! me encanta esta reflexión dios, san nicolas, ratoncito peréz, es increiblemente buena sobre todo lo que concierne a Papa Noel, uno de los más grandes discriminadores de este mundo, se olvida siempre de los niños que viven donde no hace frío....