Bueno, pues algunos os estaréis preguntando (y si no, me da lo mismo, cuando me lanzo a hablar no hay quien me pare) ¿cómo escribe Pratchett? Pues, aparte de condenadamente bien, y de jugar muy bien con la sátira social, hay otrosfactores que explican su éxito. Uno de ellos es el generacional.
Terry empezó a escribir en la ola satírica de finales de los 70, junto a autores que habían bebido de la iconoclastia y el afan gamberro de programas como el Benny Hill Show o el Monty Python FC. Esta generación rompió el molde del humor británico tradicional, sutil y elegante, retratando con crudeza una sociedad cuyas premisas de orden y moral se habían divorciado de la realidad, del día a día. El Wilt de Tom Sharpe es un hombre cuerdo en un mundo enfermo, y la hilaridad surge de la crudeza del conflicto entre sus puntos de vista y lo que se espera de él. Otro tanto puede decirse de los protagonistas de la saga del Autoestopista Galáctico, de D. Adams, intentando sobrevivir en un universo cuajado de burocracias incomprensibles, donde la individualidad parece ser el delito más duramente penado.
Ese es el tipo de locura que encontramos en las novelas de Pratchett. Rincewind, con toda su cobardía, no deja de ser un ser muy racional, que abomina del absurdo que rige sus pasos. El conflicto (o la colisión) de su caracter con el de un personaje como DosFlores, cuya inocente curiosidad y eterno buen humor pueden ocasionar guerras civiles o incendios apocalípticos, genera un montón de risas en nuestra cabeza, pero uno no deja de darse cuenta, quizás con un escalofrío, de que Ríncewind tiene razón.
Al lo largo de la saga se repite el patrón, con una serie de personajes principales (Yaya Ceravieja, Vimes, Susan Sto...) cuya mirada es demasiado lúcida como para no comprender lo absurdo y peligroso de todo lo que les rodea, y cuyo sentido de la responsabilidad les obliga a intervenir. Sí, incluso al pobre Rincewind, que ante la inminencia del apocalipsis acude ante el Patricio Vetinari a ofrecerse NO voluntario para embarcar en la nave que salvará el mundo.
- No deseo presentarme voluntario, señor
- Nadie te lo está pidiendo
- No, pero lo harán, alguien dirá: eh, el Rincewind ése sería el hombre idóneo, y yo me escaparé corriendo, y me esconderé en un cajón que de todas formas cargarán en la máquina voladora, O habrá toda una cadena de accidentes que terminen causando lo mismo. Confíe en mí, señor. Sé como funciona mi vida.
Tanta lucidez a veces es una pesadilla. Y algunos personajes secundarios la comparten, aunque sea de forma limitada, como el Bibliotecario, Vetinari, LA MUERTE o el buenazo de Ponder Stibbons, este último siempre intentando que el entusiasmo del claustro universitario no destruya la Realidad. Ese conflicto entre la lógica y la sensatez por un lado, y el caos de la simple vida, nos cosquillea en lo más hondo y nos arranca una sonrisa, aunque sea nerviosa.
Aparte de lo anteriormente dicho, Pratchett juega con varias herramientas muy poderosas. La primera es su capacidad descriptiva. Cuando nos movemos por Ankh, la tenemos ante nuestros ojos, casi la paladeamos*. El Gran Dragón de ¡Guardias!... es retratado a la perfección, aunque apenas intuímos su presencia, y los personajes se nos hacen tan familiares que nos dan ganas de saludarles al cruzarnos con ellos.**
Otro arma muy penetrante es la habilidad de Terry para los diálogos, en los que alterna comentarios de gran fuerza con respuestas tan simples*** que te dejan parado unos instantes, antes de reir y continuar la lectura. Como cuando las brujas debaten la maldad del nuevo rey de Lancre...
- ¡Es un monstruo! ¡Quema las chozas de los campesinos!
- Bueno, el anterior tambien lo hacía ¿no?
- Sí, pero antes dejaba salir a los campesinos, y cuando se le pasaba la borrachera, se disculpaba.
Y las notas a pie de página. Impagables. Y a veces con su nota a pie de la nota a pie de página. Llegado un momento esperas con impaciencia que aparezca un asterisco, para bajar la mirada y sorprenderte, como cuando alguien explica que los delfines ayudan a los marineros que caen al agua ****
Un último recurso, no muy habitual (después de todo hablamos de libros, es decir, texto) es el grafismo. Pero el caso es que Pratchett tuvo la suerte de trabajar desde el principio con un ilustrador fascinante, Josh Kirby. Sus fantásticas, abigarradas y un poco surrealistas imágenes han acompañado las historias del Mundodisco desde El Color de la Magia hasta Ladrón del Tiempo. Su fallecimiento en 2001 dejó un poco huérfanos a todos los lectores y, consciente de ello, Pratchett hizo de su siguiente obra un relato ilustrado, en el que las imágenes se volvían parte imprescindible del retrato, para que su nuevo artista, Paul Kidby, demostrara que era más que capaz de captar la esencia del Mundodisco.
En El Último Héroe, además de disfrutar de una historia soberbia, pusimos por fin cara a todos los personajes de Pratchett, desde Rincewind al Bibliotecario pasando por Zanahoria, Vetinari, Ridcully, Cohen el Bárbaro, los dragones de pantano... y los dioses, los terribles dioses del Mundodisco. Como Offler, el dios cocodrilo, siempre dispuesto a fulminar a cualquiera de sus creyentes que se atreva a probar El Alimento Prohibido: el broccoli ******.
En los últimos años, el tono de los relatos de Pratchett se ha hecho más duro. El humor ha ido cediendo espacio a reflexiones sobre un mundo que cada día se va volviendo un poco más sombrío, aquí y en el Mundodisco. Además, nuestro autor sufre las primeras fases del Alzheimer, lo que hace que la espera entre título y título se esté volviendo angustiosa, con la duda de si éste que acabamos de terminar no será el último libro de la saga. No obstante, él no se ha rendido y dice que aún le queda cuerda. Cuando llegue el momento, se irá de su propia mano, ya que no desea convertirse en un muerto viviente, pero hasta entonces seguirá escribiendo. Sus últimas obras las ha ejecutado en colaboración con su hija, Rhianna, en la idea de que ella continúe la saga cuando su padre ya no pueda hacerlo. Si funcionará o no, eso es algo que sólo el tiempo nos dirá.
Antes de terminar, no quiero dejar de mencionar las obras de Pratchett ajenas al Mundodisco. La más célebre es Buenos Presagios, escrita en colaboración con Neil Gaiman. El Ángel y el Demonio que protagonizaron la escena del pecado original (uno, con su espada flamígera, el otro, vestido de serpiente) se enteran de la inminencia del apocalipsis y, tras cuatro mil años cogiéndole cariño a los humanos, deciden hacer todo lo posible para evitarlo.
La trilogía de El éxodo de los Gnomos relata la odisea de unas pequeñas criaturas atrapadas en un mundo demasiado grande. Es una escelente obra juvenil, ideal para animar a un chaval aburrido a iniciarse en la lectura, al igual que las novelas de Johnny Maxwell, protagonizadas por unos adolescentes de clase baja enfrentados a situaciones tan absurdas como la rendición incondicional de los marcianitos de un videojuego, o la posibilidad de impedir que su pueblo sea arrasado durante la Segunda Guerra Mundial.
Finalmente, hay una serie paralela al Mundodisco, protagonizada por una niña de mal caracter, brazo firme y una contundente sartén de hierro en la mano. Las aventuras de Tiffany Aching son una pura delicia de fantasía y fuerza, sin el humor que caracteriza a la serie principal, pero con todo el vigor del mejor Pratchett.
No lo dudeis. Buscad sus títulos y disfrutadlos. Pero pagad por ellos, por favor. Cada libro vendido supone una pequeña ayuda a los orangutanes a través de la fundación Ourang-uté de Borneo. Puede parecer un detalle nimio, pero todo buen lector del Mundodisco sabe de sobras que, si tienes una buena historia, y le añades un orangután, consigues una GRAN historia. Y para despedir este texto, cedo la palabra al miembro más erudito del claustro de la Universidad Invisible.
Bibliotecario, si nos hace el honor...
-Oooooooooook!!!
* Lo que no siempre es una ventaja, sobre todo si pasas cerca del gremio de mendigos.
** Bueno, excepto al cabo Nobby. Francamente, no me gustaría estrechar su mano sin llevar un guante de plomo.
***Ojo, simple no es lo mismo que tonto. Una espada es una herramienta muy, muy simple.
**** Siempre y cuando haya marineros fuera del agua que lo vean. Si no hay testigos, los delfines hacen lo que cualquier animal sensato al ver un humano indefenso: matarlo de forma lenta e innecesariamente dolorosa *****.
*****Nunca te fíes de un pez que te sonríe.
****** Offler es un dios bastante amigable, no le gusta ponérselo difícil a sus adoradores.
3 comentarios:
De los derechos de autor
-parece un detalle nimio-
con alegría y humor
ayudarán a un gran simio.
Y algo de eso ya sabía E. A. Poe, que para hacer una gran historia de "Los crímenes de la Calle Morgue", puso, precisamente, un orangután.
No sé porqué, una entrada de HG no se ha publicado, como si Blogspot identificase su nota como spam (que no lo es)
Mis disculpas, HG. Copio y pego tu nota
De los derechos de autor
-parece un detalle nimio-
con alegría y humor
ayudarán a un gran simio.
Y algo de eso ya sabía E. A. Poe, que para hacer una gran historia de "Los crímenes de la Calle Morgue", puso, precisamente, un orangután.
El humor es la mejor manera de reírse de la vida en sus narices y salir con vida del empeño, hasta que te mueres.
Me gusta mucho la descripción del cambio de tipo de humor que haces al comienzo.
Libros ilustrados?, mejor que mejor, si yo todavía compro el libro por las estampitas.
Me encantan los orangutanes, más los gorilas, pero oye, hay que reconocer que los orangutanes son más coloridos. Que reciben una ayuda por cada libro que se compre, ay!, absurdos protectores de los animales, si con ese dinero se pueden imprimir 3 kg de panfletos políticos.
Y maldito Alzheimer. Sí, conozco a mucha gente muy mordida, algunos presentan batalla, otros se dejan llevar a una tierna tranquilidad.
Gracias por la recomendación, againagain.
(La Mangosta que ha perdido el profile y el Sandwich, ainss ¿donde estará mi perfil?).
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