Mujer iroqués

miércoles, 28 de mayo de 2014

UN MUNDO FELIZ (y IV) El día a día


El nazismo también ha modificado el día a día de los alemanes. Cada poco tiempo hay grandes demostraciones del partido, y ¡ay de quien no acuda a ellas, sea como partícipe, sea como público! Cada manzana, además de obedecer las normas municipales, depende de la autoridad de un jefecillo de las SA, que debe dar el visto bueno a todo lo que sucede, y ese TODO es muy amplio. Después de todo los camisas pardas* no se sacrificaron por un desagradecido.

Los niños no tienen demasiado tiempo para ser niños. En el colegio se les inculca el espíritu nacional, y su tiempo libre está bien organizado por las Juventudes Hitlerianas, para que se disciplinen desde su más tierna infancia. En cuanto a la educación en sí, lo importante es saberse los principios del nazismo de pe a pa, el resto tampoco importa mucho.

Las iglesias no sólo han visto expropiados todos los colegios: También han pasado por el aro del Partido. Hitler no tuvo nunca demasiada buena opinión de los luteranos así que ordenó que todos los cultos protestantes se unieran, quisieran o no, a la nueva megaestructura religiosa construida en torno a la iglesia católica alemana, el movimiento del Cristianismo Activo**, que sólo nominalmente acepta la autoridad papal, y se limita a arianizar a Jesús (que ha pasado a ser el descendiente de María y un mercenario germano alistado en las legiones) y decir amén a todo lo demás. .

Hay muchos otros aspectos que, con nuestros ojos, parecen surrealistas, como los tres días de vegetarianismo obligatorio por semana***, el movimiento para erradicar la vegetación no aria **** ,los tediosos estudios dirigidos por Himmler sobre el pasado remoto de los alemanes (que implican, entre otras cosas, la destrucción de todo vestigio arqueológico que no encaje en las ideas que el criador de pollos tiene sobre cómo debe ser ese pasado) o la preservación de las tradiciones rurales, es decir, que los campesinos deben vestir como campesinos, hablar como campesinos y vivir como campesinos, de acuerdo al estereotipo que los pensadores nazis (que jamás han cogido un azadón y probablemente no saben ni como se llama) tienen sobre la feliz gente de los campos.

Por supuesto, los hijos de los campesinos deben ser campesinos, salvo que los jefes locales de las HitlerJugend se fijen en ellos y los promocionen en el Partido. El resto, salvo los primogénitos, que pueden heredar las granjas paternas, forman la masa de braceros que cuida los inmensos latifundios formados a base de expropiaciones y compras forzosas por los gerifaltes del partido y del ejército (o del partido y el éjército, porque el Reichsmarshall Goering es dueñode buena parte de Prusia y media Polonia)

Si el entorno rural vive constreñido a un idealismo bucólico las ciudades son también un reflejo de las obsesiones del Führer: la arquitectura es su pasión y Albert Speer es el ejecutor de sus inmensos sueños. Inmensos en todos los aspectos, las ciudades favoritas***** han sido reconstruidas para acomodarse al ideal de magnificencia encarnado por la nueva Berlín, ahora llamada Germania, cuyos ciudadanos caminan como hormigas a la sombra de bloques de 100 metros de altura, y monumentos que dejan enanos a esos bloques, como el Arco de Triunfo de 120 metros o la Cúpula del Pueblo, que se eleva a casi 300. Las ciudades rechazadas como Viena conservan su estilo, aunque de cuando en cuando aparecen monstruos de hormigón aquí y allá, ya que cada gauleiter quiere tener su propio edificio gigante.

La tumba de Hitler ya está en construcción: una columna de 60 m de altura en lo alto de la cual se alzará el catafalco que contendrá sus cenizas, para que todos deban alzar la mirada para verle

Gigantes son también las corporaciones industriales. Los nazis cantaban las loas del individuo ario antes y durante la guerra, pero los jugosos cheques de los industriales pesan mucho más que los ideales y, como vimos antes, con una poltrona asegurada para cada carguito de las SA, la revolución se considera algo ya logrado. Los trabajadores tragan con lo que hay, porque no hay sindicatos fuera de las oficinas del doctor Ley, ni defensa alguna contra los patrones. Así que, fuera de esas vacaciones que cada cierto tiempo les echa el partido a modo de caramelo, y las demostraciones laborales, a las que está prohibido faltar, sólo les queda pasar por el aro. Lo que incluye pagar una parte de sus sueldos a los camisas pardas si quieren asegurarse un puesto mejor.

Quejarse en las fábricas es peligroso. Quejarse en las casas lo es aún más: no faltan vecinos dispuestos a hacer méritos ante el partido ****** y, quien sabe, tal vez tu propio hijo sea quien le vaya con el cuento de lo que murmuras a su jefe disciplinario de las Juventudes Hitlerianas. Porque, ante todo, los niños le deben lealtad al Führer, después al partido y sólo después a su familia.

Esa es la vida, el día a día de los alemanes. No es un infierno ni una continua pesadilla, ya que el nivel de vida es razonable, pero sí un paisaje estéril, sin creatividad ni iniciativa. La cultura, la ciencia, la vida pública y la vida privada se modelan de acuerdo a las ideas y gustos de Hitler y su camarilla de aduladores, y cualquier cambio o avance es considerado una herejía. Una sociedad congelada en base a un pensamiento fosilizado.

¿Hubiera sobrevivido una sociedad como la que hemos visto? Probablemente hubiera salido adelante al menos durante un par de siglos. Con una economía más o menos autárquica, una estructura de sometimiento social bien establecida, y sin un enemigo exterior, sobrevivir no es tan complicado. Recordemos que lo que hundió a la URSS, que tenía un proyecto social bastante más coherente, fue la presión económica de la guerra fría, que imposibilitó la evolución hacia una economía de bienes de consumo. Recordemos, asimismo, que Roma sobrevivió durante siglos por el simple hecho de que no había nadie que rivalizara con ella, e incluso los pueblos germanicos no tenían la intención de destruirla, sino de integrarse en ella. La apatía puede acabar con una sociedad, pero lleva su tiempo.

A la larga, la tendencia del nazismo a formar reinos de taifas, administraciones paralelas e imperios personales habría acabado por disgregarla. Entretanto, el Reich de los mil años se habría arrastrado lentamente, como hizo en su tiempo la España de los Austrias, pero sin los destellos de brillantez que conformaron nuestro Siglo de Oro.

Habrá quien considere algo así como el summum de sus aspiraciones. Seguramente esas personas consideran que en un mundo así ellos serían los elegidos para los privilegios, y puede que no se equivoquen: donde es imposible que destaquen la sensibilidad, la inteligencia, el esfuerzo o el genio, los mediocres, los aduladores y los envidiosos medran sin dificultades.

Yo, personalmente, creo que tuvimos mucha suerte en 1945. Aunque hoy vivimos un presente gris y helado, sabemos que es posible hacer las cosas de otra manera y, quizás, lleguen a hacerse así algún día.

Sólo me preocupa una cosa. Que si, como dicen, vuelve a alzarse el fascismo, ya no estará ahí el Ejército Rojo para pararle los pies.

* La revolución, tan mentada por los nazis en sus discursos, consistió en que los miembros veteranos del partido, los que se habían sacrificado para llevar a Hitler al poder, se adueñaron de los bienes de las familias judías y luego se autonombraron vigilantes de la pureza política de sus vecinos, con el consiguiente flujo de chantajes y sobornos. Una vez eliminada la amenaza política de Ernst Rhöm, Hitler se despreocupó del partido y sus miembros veteranos pudieron hacer lo que les apeteciera, mientras no se inmiscuyeran en política. De hecho el NSDAP entorpeció una y otra vez el esfuerzo de guerra para garantizar sus prebendas, con la eficaz ayuda de Martin Bormann, y en los momentos finales del conflicto sus lideres locales sabotearon muchas medidas de defensa (como planes ordenados de evacuación) , por considerar que implicaban falta de fe en la victoria final. Luego, huyeron a la carrera en cuanto escucharon el primer disparo ruso, dejando a sus administrados a merced del enemigo.

** Heinrich Himmler quería constituir una religión heroica de nuevo cuño, basada en mitos pangermanos. Bormann y Goebbels abogaban por la erradicación de las iglesias. Hitler se burlaba del pseudopaganismo de Himmler, y opinaba que los otros eran demasiado radicales, ya que consideraba que la religión era útil para mantener contenta a la población. Veía más fácil llegar a entenderse con la iglesia Católica, mucho más jerarquizada, que con el resto de cultos. El concepto de Cristianismo Activo era una de las muchas elucubraciones de Rosenberg, el pensador del Partido.

*** Hitler esperaba imponer esa norma por ley tras la guerra, para salvaguardar la salud del pueblo alemán. Según sus propias palabras, desde que dejó de comer carne se había vuelto mejor persona y había dejado atrás todos sus malos instintos. Además, también según sus palabras, los pueblos que habían dominado el mundo en la antigüedad, como romanos y vikingos, eran vegetarianos.

**** Por ejemplo, el roble es claramente ario, mientras que la encina sería un roble degenerado, así que las encinas deben desarraigarse del territorio del Reich, como malas hierbas.

***** Por ejemplo Linz. Estaba decidido a convertir Linz en la capital cultural de Austria, para que Viena, donde su talento como artista no había sido reconocido, se convirtiera en un suburbio de segunda clase.

****** La Alemania nazi, como la rusia de Stalin en los años de las purgas, era el paraíso de la delación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Reitero mis felicitaciones.
De todas esas cosas que has expuesto aquí, muy bien pensadas e hiladas todas ellas (llámame insensible por no horrorizarme completamente por la falta de libertad de los artistas, o la disciplina férrea a los niños que al fin y al cabo es lo que se vive en muchas partes del mundo) me han horrorizado dos cosas por encima de todo:
La idea de que la ciencia, en el ejemplo que tu pones la arqueología, sea manipulada desde fuera para acomodarla a unas ideas preestablecidas. Me parece una abominación increíble, la ciencia debe ser ante todo los datos y los hechos y hacer todo a partir de allí, sin prejuicios. Evidentemente creo que es inevitable que las convicciones personales del científico y del resto de la comunidad científica entren un poco de por medio y puedan hacer variar en distinto grado los resultados. Pero de ahí a tener un censor que diga "Sí, si, parece que este trabajo es muy bueno... si, si... pero no importa que hayas demostrado que no hay una relación tan intensa entre los arios y los japoneses como se supone, este trabajo no es apropiado".
De nuevo ese tipo de cosas, lo de atar a la ciencia, fue lo que más me impresionó también del mundo feliz de Aldous Huxley. Es que me escandaliza de verdad.
Y el otro punto tiene que ver con que soy un verdadero amante de los árboles... imaginarme a alguien diciendo, "Lo sentimos, ese roble sedoso (Grevillea robusta) es típico de las antípodas dónde viven salvajes incivilizados, debe ser cortado, como ese olmo siberiano de las nefastas tierras más allá de los Urales... y no hablemos de ese asqueroso ginkgo tan poco típico de Europa".
Para vomitar, esas dos cosas por si mismas me bastarían para unirme a la "resistencia" XD