Tras su periplo desde el Pacífico, Bligh se presentó ante una comisión de la Armada para declarar sobre el motín, que le exoneró y le devolvió su grado. Tras esto recibió el mando de un nuevo velero, el HMS Providence, y volvió a Tahití para completar su misión, transportando arboles del pan al Caribe entre 1791 y 1793. La misión se completó satisfactoriamente y con los ejemplares que se trasladaron en este y otros viajes, fue posible aclimatar la planta a las islas del Caribe, tal y como deseaban los plantadores antillanos, que no sólo confiaban en incrementar sus beneficios al abaratar la alimentación de sus esclavos, sino que también esperaban hacer pingües negocios vendiendo frutos del pan a los plantadores franceses.
Ambos planes fracasaron, y no porque el árbol no produjera suficiente fruto, sino porque mientras el Bounty iba y venía por el océano había tenido lugar la Toma de la Bastilla.
Las antillas francesas, inicialmente, quedaron al margen de los vientos revolucionarios, pero cuando rodó la cabeza de Luis XVI la situación en las colonias del Caribe empezó a convertirse en un polvorín. Los negros esclavos eran más de las cuatro quintas partes de la población, y los libertos y mulatos eran tan numerosos como los blancos. Cuando en 1790 se negó a los libertos el derecho al voto empezaron las revueltas y, llegado el momento, las haciendas azucareras ardieron por los cuatro costados tras el manifiesto del Bois Caiman. Tras una década de revueltas y baños de sangre, los antiguos esclavos lograron hacerse con el poder y proclamaron la República de Haití en 1804
Esa situación, como ya puede suponerse, no llenó de entusiasmo a los esclavistas ingleses, ya que la demografía de las Indias Orientales era muy parecida a la de sus vecinos. De hecho, tropas inglesas apoyaron en vano a los franceses durante las revueltas para intentar evitar lo que, a sus ojos, era la destrucción del orden natural del mundo, con los blancos en la parte de arriba. Es más, los ingleses empezaban a ver el humo bajo sus pies: en Jamaica había una importante población de negros independientes, la comunidad cimarrón, que ya habían combatido a los ingleses en 1739, y que volvieron a luchar en 1795.
El plan de usar los árboles del pan para multiplicar los beneficios de las colonias se vino a pique. Los esclavos, que pese al velo de silencio impuesto por sus amos sabían lo que estaba pasando en las islas francesas, se negaron a cosechar y comer los frutos. Con las guerras napoleónicas encima, la revuelta de Haití a las puertas y los cimarrones en armas, los hacendados ingleses no se atrevieron a emplear la fuerza para restablecer su autoridad y la idea quedó olvidada. La abolición del tráfico humano por parte del Parlamento en 1807 sólo marcó un paso más en el declive de las plantaciones, que llegó a su final cuando la esclavitud quedó definitivamente abolida en 1834 tras un nuevo y sangriento levantamiento de esclavos.
Los plantadores confiaban aún en mantener su modo de vida, usando a la población recién liberada como mano de obra barata y sin derechos reales, como sucedería décadas más tarde en el Sur de los Estados Unidos tras la guerra civil, pero la mayoría de los exesclavos se limitaron a abandonar las plantaciones y establecerse en el interior, lo más lejos posible de cualquier campo donde creciera la caña de azucar.
Y he aquí que la historia del Bounty y el capitán Bligh llega a su final, porque la aclimatación del árbol del pan, en sí, había sido tan exitosa que la planta, de forma bastante azarosa, se había extendido y asilvestrado a partir de los jardines botánicos y los viveros particulares, y los antiguos esclavos no tuvieron demasiados problemas en cultivarlo y aprovecharlo. Después de todo no lo habían rechazado en su momento porque fuera un mal alimento, sino porque aceptarlo en ese momento hubiera supuesto que además de trabajar de sol a sol en los campos de caña tendrían que haber cultivado y cosechado su propio alimento, y darle los mejores frutos parte a los hacendados para su venta. Pero ahora trabajaban para sí mismos, y con buenos resultados, ya que como hemos dicho antes, es una planta muy, muy productiva y pronto su uso se expandió por todo el Caribe.
Así que, si alguna vez viajáis a Jamaica, y os ofrecen a probar el fruto del árbol del pan* (que es delicioso y permite preparar una amplia variedad de platos) recordad que esas plantas no están ahí por casualidad, que las grandes historias del cine nos ocultan las partes más sucias, que ni el capitán Bligh era un monstruo ni el oficial Christian un héroe, que lo que sucede en un extremo del mundo puede influir al otro lado del globo, y que el ansia de libertad, una vez despierta, no puede pararse con cadenas, látigos ni pólvora.
*Si os ofrecen otros cultivos muy típicos de Jamaica eso ya a vuestro aire, aunque me dicen que también es un producto de gran calidad
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