Mujer iroqués

domingo, 12 de mayo de 2013

LA CHICA DE LA VENTANA


Tengo muchas amigas. Tengo algunas muy buenas amigas. Y tengo una Amiga. Con mayúscula.

Hace tres años (y tres días, por ser precisos) yo escribía (casualmente) sobre mujeres, y ella puso un comentario. Me gustó. Su nombre enlazaba a un blog y lo seguí.

Así llegué a la Ventana. Así supe por primera vez de Teresa.

La imagen de la mujer tras la ventana, observando el mundo con interés, me gustó. Leí algunas entradas y me gustó también lo que fui viendo: su modo de escribir, su elegancia al narrar reflejos de su vida sin alardear ni exhibirse. Y su firmeza.

Poco a poco fuimos interactuando. No es que nos buscáramos, pero encontrarme un comentario suyo, o su respuesta a uno mío, era refrescante. Luego ambos abrimos cuenta en twitter y empezamos a seguirnos, a hablar más a menudo. Y un día alguno de los dos (no recuerdo cuál) dijo ¿porqué no quedamos? Dicho y hecho.

Estaba muy nervioso cuando llegué, era la primera vez que quedaba para desvirtualizar, y me daba miedo decepcionarla, porque me parecía una persona muy especial. No sé si se me notaba mucho, pero sospecho que sí. Cuando la vi me sorprendió que fuera tan alta, me la hacía tirando a bajita. Sonrió, le di un abrazo y nos fuimos a cenar.

No fue como si estuvieramos conociéndonos en ese momento. Fue... ¿sabéis esa sensación de familiaridad, cuando quedas con un viejo amigo y os ponéis al día? Algo así. Hablamos, nos reímos, nos contamos mil cosas... la tarde y la noche se nos pasaron volando. La acompañé al coche, hicimos propósito de volver a vernos en un par de semanas y nos abrazamos, esta vez ambos. Un abrazo intenso, largo.

Mientras volvía a casa me sentía un poco asombrado. Acababa de conocer a mi mejor amiga.

De ese día hace casi dos años. Lo que nació de forma inesperada se ha convertido en una relación como nunca esperé tener. Una relación que me ha enriquecido de muchas maneras. No voy a decir qué he podido aportar a su vida, porque eso, si acaso, debería decirlo ella. Sí os diré qué regalos he recibido. Bueno, sólo algunos de ellos, porque son muchos.

He recuperado el gusto por la lectura: llevaba un tiempo desganado y Teresa me volvió a despertar el placer de leer . Aunque ya se me ha calmado un poco la fiebre inicial, vuelvo a disfrutar de los libros como hacía mucho tiempo. Sobre todo tras redescubrir de su mano a Galdós.

(y compartimos un secreto de lectura, algo tan, tan exclusivo que he sido incapaz de encontrar ni una sola referencia en toda la puñetera red, y ahí me callo y os dejo con la miel en los labios)

Sin pretenderlo, me ha dado algunas lecciones de escritura. Me quito el sombrero ante ella: con una frase dice mucho más que yo con diez párrafos. Cuenta sin decir, y a veces dice más con lo que no escribe que con lo que escribe. Es zen donde yo soy barroco.

(También es una excelente fotógrafa, tiene instinto para buscar una imagen y plasmarla. Incluso sus autofotos parecen de estudio)

Es una chef excelente y le ha dado un buen revolcón a mis perezosas papilas gustativas. He probado una buena cantidad de exquisiteces, incluyendo deliciosos paseos por la cocina francesa.

Con ella regresé a Barcelona, más de 20 años de la última vez que pisé la ciudad Condal. Unos días relajados, reencontrandome con una ciudad maravillosa paseando a su lado.

Me ha ayudado a ser un poco más organizado, menos disperso, menos caótico. A darle importancia a las cosas importantes.

Nos hemos lanzado juntos (ella primero, yo a su rueda) por los procelosos caminos del pan artesano, y ahora me da un poco de grima comprar pan antes que hacerlo con mis manos. No hay color.

También a su rueda me uní a YELP y eso me ha abierto la puerta a un montón de gente maja de verdad y lugares insospechados.

Podría seguir, pero lo más importante de nuestra amistad hace palidecer el resto: confianza. Confianza total. No la que te da quien se queda en tu lado más positivo, sino la que consigues con alguien que sí, disfruta lo bueno de ti, pero no duda en darte una buena colleja cuando la mereces y espera de ti la misma sinceridad. Alguien con quien compartir momentos geniales, llenos de risas, complicidad, abrazos... pero también los difíciles, los amargos, con la misma cercanía. Sin medias palabras. Sin muros.

(Y como regalo extra, me he encontrado con el cariño de su perrita, Lea, la más adorable, acariciable, besable y achuchable westie a este lado del Mississipi)

No me faltaban motivos para ser feliz antes de conocerla. Ahora tengo uno más: mi Amiga. Mi mejor amiga. La que me perdonará el que ahora le saque los colores, porque sé que cuando lea esto se pondrá como un tomate.

Mi vida es un poco mejor desde que te conozco, Teresa. Gracias.

Te quiero, larguirucha.

sábado, 27 de abril de 2013

PREFIERO LA DULZURA


Los pocos que me conocen de cerca saben que comparto los planteamientos del sex positive. Dado que la mayor parte de mis lectores no están en ese caso, aclararé que ese concepto se refiere a la libertad de expresar, celebrar y disfrutar tu sexualidad de forma abierta, sin miedo ni vergüenza, siempre dentro del respeto a las demás opciones y sobre la base del consentimiento entre adultos responsables.

Bueno, pues a riesgo de ser señalado con el dedo y atraer sobre mí miradas hostiles, desprecio social y esputos callejeros, voy a hablaros de mis aficiones.

Y no, no me refiero al aeromodelismo ni la filatelia. Pero sé que voy a desilusionar a buena parte de mi público, ya que no soy ningún gurú de las tendencias sexuales más de moda.

Como el empotramiento, tan mentado y festejado desde hace un par de años. Reconozco que el propio término mola, hace innecesarias las explicaciones, las gráficas y los libros de instrucciones. La sencillez encarnada en polvo: rabo dentro y a culear con enérgicos empellones gluteares. Pero...

... no tengo nada en contra de los 100 metros lisos, es una carrera potente y espectacular, muy mediática, que dura entre 9 y 10 segundos. Un poco más si hablamos de la de 200. Y eso es el empotramiento, un metisaca de velocista cachas. Y si es lo que pide el cuerpo, perfecto, pero reducirlo todo al sprint final resulta muy pobre. Para mí el empotrador de oficio es, como mucho, un mal follador bien disfrazado, y la (o él) que sueña con verse empotrada (-ado) ha visto demasiado porno o tiene demasiada ganas atrasadas.

El empotramiento está sobrevalorado. Hala. Yastá. Lo dije. Contra mí las piedras.

Hablemos del bondage,  otro término muy de moda. Aclaro, ante todo, que las puñeteras sombras esas son una birria. Mis amistades aficionadas al BDSM lo consideran una mala novelucha rosa repintada de topicazos, porno light para vainillas maricomplejines que quieren aparentar modernidad. Yo, personalmente, sospecho que la compradora* (que no lectora) usual de esa trilogía adquiere el libro para pasearlo bajo el brazo y que las vecinas, al ver el título, digan, halaaaaaaaa, lo que va leyendo esaaaaaaaaaa, menuda guarronaaaaaaaa.

El bondage verdadero no va de azotes, de posturas extremas ni de dolor. Va de relaciones de confianza y de inhibiciones, de descargar responsabilidades, de entregarte y aceptar, todo ello con un sentido de la belleza notable y ciertas dosis de fetichismo.

De nuevo un pero. No necesito sometimiento para sentir confianza, no me gusta la idea de controlar a otra persona, aunque ella disfrute al dejarlo todo en mis manos. El placer estético que puedo sentir se ve coartado por mi angustia ante la inmovilidad forzada, y no me ayuda saber que la persona inmovilizada no siente esa angustia, la mía es demasiado fuerte, la proyecto y vuelve a mí.

En cuanto a fetiches, bueno, todos los tenemos pero los míos no incluyen tanta parafernalia.

Como he dicho, no estoy de moda. Y podéis llamarme cursi, mariquituso o nenaza. Mi opción es la dulzura.

La dulzura no es brusca. Está en el contacto más leve, en la caricia más suave.  

A veces la siento incluso antes del contacto: mis yemas se han vuelto más y más sensibles con los años y basta notar el calor de la piel justo antes del roce para sentir una suave descarga. Electricidad bajando por tu cuello, guiándome hacia tu lóbulo.

Es confianza. Plena, sin ambigüedades. Por eso va mucho más allá de las manos, más allá de la piel. Una confianza que borra los límites y convierte cada encuentro en una primera vez, y al mismo tiempo sigue siendo la primera vez.

Viajo por un paisaje familiar, no necesito mapa para caminar tu cuerpo. No me serviría, cada vez el camino es diferente. La orografía de tu piel cambia bajo la caricia. Mis dedos encuentran nuevos senderos, mis labios los recorren lentamente, atesorándolos, aunque sepan que mañana los senderos habrán cambiado. Y de pronto, en mitad del camino, un estremecimiento te recorre, y a tu sorpresa se suma la mía, porque se extiende desde mi piel por todo mi cuerpo.

No es tibia. Es un fuego que nace lentamente, apenas una brasa incandescente, pero crece sin cesar y nos atraviesa hasta los huesos. Bastaría un movimiento torpe para apagarlo, pero ambos sabemos como avivarla, sobre todo pasado ese límite más allá del cual cuanto más leve es la caricia, más ardiente es la ola que nos recorre.

Bajo lentamente por la curva que lleva a tus muslos. Me pierdo entre ellos, beso tras beso, y a cada uno le sigue un nuevo temblor, hasta convertirse en una lenta explosión, y soy yo el que tiembla al sentir tu placer en mis labios, tu calor en mi boca.

No necesita ataduras, si quieres sujetarme te basta una sonrisa para dejarme a tu merced, para que tus labios y tus manos me incendien, o tal vez me guíen a ti.

No hay caricia más intensa que compartir tu vientre mientras tus labios buscan los míos, sentir como tu vulva me toma, y también me besa. Entrar lentamente en tu cuerpo, deleitándonos en cada pliegue, en cada llamarada. Olvidar donde acaba tu piel y empieza la mía.

Siempre es distinta, a veces suave de principio a fin, otras intensa, hasta volverse un frenesí en que nuestras caderas se pierden, se enlazan y vibran, danzando enloquecidos hasta caer sin aliento, porque ese incendio ha crecido por todo nuestro cuerpo, y nos abrasamos por entero.

No desdeño otros modos de amar. No hay un manual, ni una norma estricta. A veces sí, el cuerpo solo pide caña y dejarse llevar así es maravilloso: no hay nada de malo en un polvo potente y cuando surge lo disfruto. Como no hay nada malo en un rato de caricias furtivas y traviesas cuando la ocasión es propicia. La pasión lo abarca todo, la disfruto de mil formas y si otras personas disfrutan de alguna distinta a la mía, yo, sabiéndolo, disfruto con ellos.

Pero conozco mi camino. El que puedo recorrer a ciegas. Si debo elegir, reivindico la dulzura.

*Porque hablamos de un producto lanzado para el público romántico-femenino, una variante más de las novelas con cachas depilados y vientre chocolatinado en la portada. A los highlanders, piratas, bandidos, vikingos, vampiros...  se suman ahora los millonetis aficionados a petar culetes y tirar de correas.

sábado, 20 de abril de 2013

TRES AÑOS YA (por culpa de Pampa y Moli)

Fue mi autoregalo de cumpleaños, ahora hace tres años.

Me dejé convencer por Pampa, ella opinaba que era una lástima dejar que mis chorradas se perdieran en el viento (creo que esas fueron sus palabras, o quizás empleó el témino salideces, no estoy seguro...) Me asesoró Moli, que me dio unas cuantas collejas hasta dejar mi blog pulidito de aspecto. Ellas fueron además las primeras que comentaron, así que a su manera me desvirgaron 2.0

Fondo negro y letras blancas... ¿de verdad se me ocurrió semejante majadería? ... pa matarme...

¿sabeis una cosa? Os debo mucho más de lo que creí entonces. Porque escribir aquí me ha cambiado la forma de ver las cosas, incluso me ha cambiado la vida. Y no esperaba nada parecido.

Pensé que me leerían algunos amigos, que se reirían con mis paridas, que sería un buen ejercicio intelectual darle forma escrita a mis ideas. Que me ayudaría a conocerme mejor.

No me equivoqué, pero la cosa fue mucho más allá. Resulta que lo que escribo, y cómo lo escribo, gusta a mucha gente. A mucha más de la que pensé jamás. Un cuarto de millón de visitas en tres años no es mucho en comparación con los blogs de primera, pero para mí es un puntazo.

Ha habido interés y polémica. Cuando escribí sobre mis vivencias en el colegio quería exorcizar viejos demonios, y en su lugar abrí la caja de los truenos. A día de hoy sigue entrando gente a comentar, parece que no soy el único que necesitaba liberar el veneno acumulado.

En ocasiones el interés ha ido mucho más allá de lo previsto. Mis textos dedicados a la sexualidad femenina han dado muchas vueltas, los han comentado en otros blogs, se han citado en alguna publicación feminista y han aparecido como fuente en la wikipedia (lo que no dice mucho sobre su fiabilidad, francamente). Hace un mes y medio, mientras preparaban en Muy Interesante la documentación para un artículo sobre el clítoris, hicieron la inevitable búsceda en google. La primera referencia de 6000 sobre termografías del clítoris es episcophagus. Acabo de hacer la búsqueda de "clítoris" a secas y sale la duodécima (varía rápido, he hecho tres búsquedas en dos días y oscila entre la décima y la decimosexta).

En tres ocasiones me he encontrado con mujeres que me consideraban un gurú sexual ¿habré equivocado mi carrera? ¿Se liga más rapado y con una túnica azafranada? ¿Es necesario comer chorradas vegetarianas para ser un buen gurú?...preguntas, preguntas...

Tengo el orgullo de ser el primer bloguero español que ha cobrado del huffintong post. Vieron mis follasaurios y compraron los derechos de uso en SPL. Pagaron por las versiones en baja resolución así que les salió tirado de precio, sólo cobré unos 60 euros de derechos ¡pero son míos, sólo míos! MUAHAHAHAHAHAHA!!!!!!...

Me han plagiado: alguién en Francia tuvo los cojonazos (les énormes boules?) de fusilar mi hipótesis sobre la imposibilidad del polvo natatorio de los sauropodos y olvidarse de la fuente de referencia. Como suele decirse, ladran, luego cabalgamos.

Pero eso no ha sido lo importante. Ojo, me agrada saber que lo que escribo gusta, y gusta a mucha gente. Leo mis primeros textos y veo que he mejorado día a día, y sé que aún me queda mucho por mejorar, lo que siempre mola un montón. Pero lo que me ha cambiado la vida no está en las redes, sino fuera.

Es la gente.

He conocido personas, personas geniales, personas con las que nunca me habría topado de no ser por este blog. La mayoría mujeres (también algún hombre), la mayoría de ellas maravillosas (ellos también). Algunas lejanas, como Irene, a quien aún no he podido conocer en persona, pero oye, la vida da muchas vueltas... o unos maestros rurales argentinos que me pidieron ayuda para sacar algunos temas didácticos para sus alumnos. A otras sí las he puesto cara y hemos intercambiado abrazos y risas, en quedadas, en manifas, o por puro azar...

... por puro azar, una tarde saludé a mi mejor amiga. Se llama Teresa, y algún día os hablaré de cómo nos encontramos. Hoy sólo os digo que nunca nos habriamos cruzado de no ser por esta bitácora.

No sé cuanto tiempo seguiré escribiendo, mi idea inicial era hacerlo todas las semanas pero al final suele ser un par de veces al mes. Podría escribir más a menudo, pero no me gusta ponerme al teclado si no me lo pide el cuerpo. Una vez lo hice y el resultado sigue sin gustarme...

¡Pero a vosotros si os gustó, cabrones, que ésa ha tenido varios miles de visitas! ¡Obsesos, que se os van a caer los ojos y la pilila a cachos! (porque tengo muy claro que esos miles sois tíos, a mí no me engañáis)

...pero creo que tengo cuerda para rato, aunque sea a pequeñas dosis me encanta escribir, y me gusta especialmente cuando, por lo que escribo, alguien me manda una sonrisa o un comentario sincero, o ambos, que no son excluyentes.

Así que, sí, Episcophagus me ha cambiado la vida para mejor, y todo empezó porque dos señoritas ni muy altas ni muy rubias se tomaron un poco de interés conmigo.

Gracias, no sé si era vuestra intención, pero el resultado ha superado mucho mis expectativas.

p.d.: Y como ya han pasado tres años, voy a darle una vuelta al diseño, a ver si no me lo cargo y queda más chulo

viernes, 29 de marzo de 2013

LA CUISÍN DE LA TETERA (hoy, la blasfeburguer)

Esta historia arranca con una protagonista de lujo. Una tarde, en casa de mi amiga S (mi amiga creyente) le comenté que en el grupo de la Tetera de Russell pensábamos hacer alguna cosilla aludiendo a las prohibiciones alimentarias. Ella, en broma, me sugirio que empezáramos por las hamburguesas con bacon, ya que seguro que eran impuras a ojos de alguna religión. La pobre ignoraba que su sugerencia iba a ser tomada en serio así que, querida S, este menú no hubiera sido posible sin tu ayuda.



(el texto original fue publicado en el blog teteril, ésta es una versión ligeramente editada y personalizada)

La gastronomía, queridos niños, es una de las artes más nobles que conoce la humanidad. pues satisface una perentoria necesidad, y elaborada con amor y cuidado nos ofrece placeres sin cuento. En estas señaladas fechas vamos a presentar una receta que, amén de acariciar nuestros paladares, nos ofrece el sabroso retrogusto de la blasfemia multicultural. El plato que tenemos a bien ofreceros, digno embajador de la cocina estadounidense ante el mundo, vulnera las prohibiciones alimentarias de la mayoría de los libros sagrados que en el mundo han sido.

THE BLASFEBURGUER
INGREDIENTES PARA CUATRO PERSONAS (customizable, ésta es la versión de luxe)
  • 800 gr de carne de buey
  • 8 lonchas de bacon
  • 8 lonchas de queso cheddar
  • 3 dientes de ajo, sal, pimienta negra, perejil, canónigos
  • Dos cebollas rojas
  • Tres cucharadas de miel
  • 200 cl de jerez
  • 1 tomate
  • Salsa barbacoa importada
  • 4 bollos de hamburguesa
  • Pepsy Light
Como se explica en el vídeo, es preferible que la elaboración corra a cargo de una fémina que esté en esos días del mes, ya que de acuerdo a normas religiosas y sociales repartidas por todo el planeta, la mujer menstruante es impura, y cualquier alimento tocado con sus manos quedará contaminado, pudiendo incluso esterilizar al varón que lo consumiere. Y a todos los que han esbozado esa sonrisita de “como son esos salvajes” les recuerdo que aquí siempre se ha dicho que si la cocinera tiene la regla, se le corta la mahonesa, así que menos risas*.
Aunque la receta se detalla en nuestra dramatización, vamos a exponer brevemente los pasos, junto a las ofensas que infligiremos a cada uno a nuestros amiguitos imaginarios
  1. Picamos la cebolla y la pochamos con miel y jerez, atentando así contra las sectas que claman por la abstinencia etílica, como Testigos de Jehova, mormones y otras gentes que insisten en llamar a nuestra puerta con sonrisa bobalicona.
  2. Mezclamos el buey** y las especies ante el horror de todos los hinduistas, ya que Brahma, Shiva y Visnú condenan el sacrificio del ganado vacuno (aunque no dicen nada de corderos, conejos, pollos, patos… hinduistas, que no vegetarianos)
  3. Doramos el bacon para nuestra eterna condena, ya que judíos y musulmanes reniegan del cerdo, animal impuro por excelencia.
  4. Hacemos nuestras hamburguesas en la grasa rezumada por el bacon, colocamos éste sobre la carne y, con él, unas lonchas de queso, vulnerando un sagrado principio del judaismo, que es el de no mezclar jamás los lácteos con la carne.
  5. Preparada ya nuestra blasfeburguer, procedemos a devorarla con fruición EN VIERNES DE CUARESMA, que es cuando la Santa Madre Iglesia prohibe terminantemente el consumo de carne. Por supuesto podemos comernos una blasfeburguer en cualquier otro día de la semana, pero la palatabilidad se resiente sin ese pecaminoso aderezo.
  6. Acompañamos nuestro menú con una Pepsy Light, que, según intereconomía, está bien petadita de fetos humanos…mmmmmmmm…el refresco de los campeones.
  7. Como colofón, recomendamos el uso de salsa barbacoa importada, ya que en EEUU este producto se elabora a base de maíz transgénico, lo que la hace ideal para provocar la ira de todos los abrazaárboles.
Por supuesto no faltará el que diga eeeeehhhh, no hay cojones para meteros con los budistas, a lo que tenemos que decir, ya nos gustaría, ya, pero es que los jodíos, pese a su inmerecida fama de vegetarianismo, en realidad no tienen ninguna prohibición alimentaria real… ¿será por eso que a buda siempre se le representa así como orondo y feliz?

Y nada más, querido público. Ya sabéis, disfrutad de la buena mesa, con la satisfacción de condenar vuestras almas ante todas las religiones habidas y por haber.

*Evidentemente, si ninguna de nuestras compañeras está disfrutando en ese momento del placer de ser mujer, oler las nubes y esas cosas, dara igual el sexo de la persona encargada de elaborar la blasfeburguer.

** Si tenemos algún amigo Sijh y ganas de putearle***, podemos proceder a bendecir la carne antes de la mezcla, ya que los sijhs tiene prohibido consumir carne de animales consagrados. Y sí, si estás bautizado estás en condiciones de bendecir la carne.

 *** Si tienes un amigo vegano-animalista no hay ni que bendecir la carne. A sus ojos estarás cometiendo un animalicidio atroz. De hecho un doble animalicidio, ya que consumimos cerdo y buey. Me diréis que el veganismo no es una religión, pero francamente, a mí le lo parece, ya que sus practicantes se caracterizan por un escasísimo sentido del humor, tal vez motivado por sus carencias alimentarias.

sábado, 23 de marzo de 2013

DIARIO DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE (XV) Alimentar al adolescente talibán



Ya he dejado caer en algunas ocasiones que dar de comer a un niño puede ser una tarea ardua, tediosa y, en ocasiones, mala para los nervios. Como en otros aspectos de la crianza, hay paladas de cal y paladas de arena, pero a fecha de hoy la arena sigue gozando de preeminencia. Nuestro menú sigue repleto de viandas cuya sola aparición en la mesa provoca un recital de resoplidos, protestas airadas, miradas de indignación y expresiones de asco y nausea.

Debo reconocer que no soy quien para tirar la primera piedra en cuestión de gustos: quien me conoce sabe que soy un pozo de manías, empezando por mi rechazo a todo alimento animal invertebrado, sea marisco, sea molusco, sea... qué se yo... saltamontes a la parrilla  

Sí: he comido saltamontes a la parrilla. No preguntéis. 

Igualmente siento una profunda aversión a toda la casquería, y aunque no tengo reparos en general con los productos de origen vegetal, hay algunas verduras cuya existencia me parecen un claro insulto al buen gusto.

Las putas endibias ¿Se puede saber que tipo de enfermo decidió que una achicoria mal sembrada podía ser comestible? Los belgas tienen mucho de qué responder ante el Tribunal de la Haya.

Pero esa no es la cuestión: si algo aprendí de niño es que, me gustara o no lo que hubiera en el plato, había que comérselo. Esa es nuestra política al respecto, pero nos cuesta un batallar casi diario.

Por supuesto nuestro retoño tiene sus preferencias culinarias  y hay una serie de platos que nunca son mirados con desdén. Por desgracia son pocos y no demasiado variados.

La omnipresente cocina italiana es acogida con palmas orejiles, ya sea en forma de macarrones, espaguetis, lasaña o pizza. Sobre todo esta última, elaborada artesanalmente por aquí su humilde servidor, es alabada como manjar de dioses y alimento perfecto. No obstante esta selecta muestra de delicias carbohidratadas tiene que seguir una serie de normas cuasirreligiosas cuya alteración provoca un aluvión de protestas. Por ejemplo...

Los macarrones son con atún y los espaguettis con bolognesa. Cualquier intento de alterar esta sagrada disposición recibe vituperios y palabras soeces.

La lasaña debe incluir espinacas. Si la bolognesa que preparo para el relleno no lleva una abundante dosis de espinacas picadas, me enfrento a ceños fruncidos y miradas del tipo me lo como porque no tengo más remedio pero esto es maltrato infantil.

La pizza debe ser de atún o salchichas, y no hay más opciones. Cuando en casa de algún amigo o en el colegio piden telepizzas (puaj) se come con deleite y ruidos guturales la de jamón y queso. Si sugiero hacerla en casa de jamón y queso mi propuesta es acogida con un silencio glacial.


Por no mencionar sus miradas horrorizadas si nos ve a nosotros aprovechar la masa para hacernos una coca de verduras.

El arroz, los pimientos rellenos, los garbanzos.. no suelen plantear problemas, siempre que incluyan atún. Sé que es un producto bastante saludable, pero empiezo a estar preocupado ¿seguro que no es adictivo? ¿hay estudios al respecto? si se extingue alguna variedad de túnido ¿qué parte de responsabilidad tendrá mi hijo?

Sólo le gustan mis judías verdes. No lo entiendo: si en casa se las come y repite ¿porqué nunca le gustan las demás? No puede ser que el resto del planeta ignore como preparar un plato tan bobo ¿no?

Los guisos de cuchara siempre levantan protestas. SIEMPRE. Salvo el estofado, y aun así mi insistencia en las zanahorias como parte fundamental de ese plato produce gestos torcidos y disimulados intentos de dejárselas en el plato.

Hace cosa de medio año confesó que, siendo las albóndigas uno de sus platos favoritos, sus preferencias iban en este orden: campeona albondiguera, mi madre; honrosa segunda posición, casi rozando la primera, las mías (aprendí a guisar de mi madre #ejem #ejem) y a mucha distancia en el tercer puesto, las de su otra abuela. Tiene terminantemente prohibido mencionar ese tema en casa de mis suegros.

Las zanahorias no son la verdura más denostada. La sola imagen de los guisantes se traduce en amotinamientos tanto por parte del chaval como de su madre ¿se puede saber qué tiene la humanidad en contra de esas redondas e inocentes legumbres?

Un adicto al atún debería degustar con placer otros pescados ¿no? Pues no. Ya sea al horno, en guiso, a la romana o en forma de hamburguesas (vease foto superior) el resto de habitantes del mundo submarino son aborrecidos de forma estentórea, salvo quizás el pez espada, y creo que eso es porque nunca le dijimos que no era atún blanco (no tengo la culpa de que la publicidad se haya inventado esa estúpida categoría, así que me considero con derecho a emplearla a mi favor)

No le gusta la bechamel, lo cual no es raro, a su madre tampoco le gusta, pero me plantea serias dudas sobre sus genes. Si algo caracteriza a mi estirpe es el afan croquetil. A veces me pregunto si no nos lo darían cambiado...

¿Alguien sabe de alguna familia con fobia por la bechamel, cuyo hijo de 12 años sienta desenfrenadas ansias de comer croquetas? Si es así ponednos en contacto, please.

Pero, de todos los alimentos odiados, ninguno alcanza las cimas (o abismos) del huevo en cualquiera de sus formatos o presentaciones. Frito, cocido, a la plancha, en tortilla... el único modo de calzárselo sin excesivos problemas es en tortilla de patatas. De hecho hasta hace dos años ansiaba las tortillas de patatas. Por desgracia su abuela, incapaz de decirle que no, una tarde le hizo tres, se las comió casi sin respirar y de resultas del empacho le cogío tirria.

Nos queda el consuelo de que es un frugívoro impenitente y no ha salido demasiado goloso, así que las chuches no suelen ser un problema. Aunque ultimamente las mira con mas interés ¿estará falto de azucar? ¿de gelatina? ¿de ácido ascórbico y otros estabilizantes?

Por supuesto todo lo que se salga de sus platos selectos es una abominación, y la introducción de novedades siempre es recibida con escepticismo. Desde hace un año he iniciado una renovación en mis fogones, ampliando mi recetario con algunos platos novedosos (gracias sobre todo a Chez Thérèse ) y los resultados han sido desiguales: aplausos para la tartiflette, aceptación de los garbanzos al curry, miradas de odio ante la soupe a l'oignon... lo esperable.

Y así seguimos. Luchando el día a día, rindiéndonos a veces en aras de la comodidad y aguantando la pataleta en otras (las más).

Por suerte mi madre no sólo me enseñó a guisar. También me enseñó la respuesta perfecta para zanjar cualquier debate gastronómico

Cocino yo, así que te aguantas y te lo comes. Y si no te lo comes ahora te lo comerás en la merienda o en la cena, y frío.

Gracias, mamá.

viernes, 8 de marzo de 2013

...Y ROSIE APLASTÓ AL FASCISMO


Una mañana, trasteando en el armario donde mi madre guardaba sus cosas, vi una caja grande y en ella una muñeca. No era como las mías, en vez de vestidito llevaba un mono azul y un pañuelo rojo en el pelo. En vez de bolso, una caja con herramientas. Le pregunté a mi madre si podía dejármela para jugar a las casitas, y ella me dijo _cariño, Rosie no juega, Rosie gana guerras_ ¿Y quién es Rosie, mamá?_Todas éramos Rosie.

Durante la Guerra las naciones del Eje no contaron con las mujeres. De acuerdo a las consignas de Goebbels, su deber era encargarse del hogar, tener muchos hijos y estar bellas y deseables cuando sus hombres volvieran del frente. Los aliados hicieron lo contario.

Las inglesas se implicaron en el esfuerzo bélico muy pronto, en la industria, la agricultura, la sanidad, la vigilancia... y desempeñaron un importante papel en retaguardia del frente y logística. Las soviéticas trabajaron hasta el agotamiento, en condiciones tan duras que resulta difícil imaginar. Las obreras de Tankograd, en el invierno del 41, dormían bajo sus máquinas mientras otro turno trabajaba, reemplazando a sus agotadas compañeras según se despertaban y comían algo, a veces a cielo abierto, en talleres a los que aún no se les había puesto techo. Miles de ellas, de hecho, combatieron y murieron. En ambas naciones la guerra era real, se vivía día a día, se masticaba en forma de bombardeos, destrucción y muerte, nadie se planteaba que la mitad de la población estuviera de manos cruzadas mientras la otra mitad luchaba. Pero en América la guerra no era visible.

EEUU necesitaba reclutar millones de hombres para combatir en tres continentes y dos océanos, y debía producir inmensas cantidades de armas y equipamientos, ya que mantenía su esfuerzo y el de sus aliados. Había que movilizar a las mujeres en la industria. Hubo voces airadas:  la lujuria reinaría en las fábricas, los hombres se desmoralizarían, las delicadas manos femeninas no podrían con el esfuerzo, sus pobres mentes no sabrían hacer el trabajo, se perdería la femineidad... La primera ola de trabajadoras disipó las quejas y demostraron que podían desempeñar cualquier tarea, por dura o complicada que fuera. Funcionaba, pero hacían falta más, muchos más brazos. Se necesitaba un símbolo.

Había una canción con cierto éxito, Rosie the Riveteer, y alguien pensó en ponerle cara. La encontraron en una factoría de Michigan, construyendo bombarderos. Rose W. Monroe no era bella o glamourosa, pero desprendía fuerza y alegría. Vestía un mono azul y se sujetaba el pelo con un pañuelo. Así la fotografiaron y así llegó a todos los rincones. El éxito fue abrumador: más de veinte millones de mujeres respondieron





All the day long, whether rain or shine
She's a part of the assembly line
She's making history, working for victory
Rosie, brrrrrrrrrrr, the riveter

Keeps a sharp lookout for sabotage
That little frail can do more than a male can do
Sitting up there on the fuselage
Rosie, brrrrrrrrrrr, the riveter

Rosie's got a boyfriend, Charlie
Charlie, he's a Marine
When they gave her a production 'E'
Rosie is protecting Charlie

Workin' overtime on the riveting machine
She was as proud as a girl could be
There's something true about, red, white, and blue about Rosie, brrrrrrrrrrr, the riveter


Rosie tiene muchas caras: la más célebre es la del poster de Howard Miller, para el cual posó la tornera a la que vemos a la izquierda, Naomi Parker: desafiante, muestra sus brazos con firmeza. Brazos que mueven fábricas. Brazos de mujeres. Un mensaje sencillo: PODEMOS. Es uno de los mejores iconos del siglo XX,  tan poderoso y directo como el tío Sam

Rockwell la retrató en un instante de reposo, almorzando sin soltar sus herramientas: sudorosa, sucia, fuerte, grande, una mujer titánica que pisa con desprecio el MeinKampf. Inspirada, por cierto, en el Isaías de Miguel Ángel, y a riesgo de ser tachado de iconoclasta diré que Isaías palidece ante la contundencia de Rosie
.
20 millones de mujeres fueron Rosie. Algunas por patriotismo, otras tenían a alguien en el frente y querían ayudar, muchas porque por primera vez ganaban un sueldo de verdad, un sueldo que les permitía mantenerse y prosperar sin depender de nadie. No sólo blancas: chicanas, negras, chinas*... manos de todos los colores sacaron de las factorías un torrente inacabable de armas, carros, camiones, aviones, barcos, combustible, municiones, provisiones... una ola de acero que sepultó al nazismo bajo sus propias cenizas.

Y el gobierno empezó a preocuparse. La guerra acabaría pronto ¿qué pasaría entonces?

Rosie había sido demasiado eficaz: las mujeres habían mantenido en marcha el país ya en 1917, pero esta vez habían tomado conciencia de que PODÍAN hacerlo, y eso daba miedo en Washington. Ya en el 45 empezaron las campañas de desmovilización femenina. Rosie fue desapareciendo poco a poco de los medios y se volvió a la letanía del ama de casa, la novia, la madre, la hija que esperaban ansiosas en el hogar el retorno de sus seres queridos.


La administración Truman dio la vuelta a las tornas poco a poco y la de Eisenhower consolidó la idílica imagen del American Way of Life, con amas de casa felices que esperaban el regreso de sus maridos del trabajo limpiando y guisando en casas ideales, vestidas con gracia y delicadeza. Faldas amplias y cinturita de avispa, peinados complicados que requerían horas de peluquería. Bellas, sin cerebro, sin voluntad. Un cliché multiplicado por el cine y la televisión hasta hacerlo cotidiano y casi real.

Pero no todas las Rosies olvidaron. El movimiento femenino que nació a finales de los 60 tiene sus cimientos en esas mujeres que demostraron que el trabajo y el esfuerzo es el camino para contruir una vida real, no un papelito secundario a la sombra de un hombre. Ya era así antes: las mujeres, salvo las de clase alta, protegidas como flores de invernadero, siempre han trabajado de sol a sol. Pero nunca se les había reconocido ese mérito, no hacían trabajo de verdad. Rosie fue el punto de inflexión, el momento de tomar conciencia. Por eso hubo que esconderla, como si nunca hubiera existido. Por eso no lograron hacerlo, porque lo que simbolizaba era demasiado grande como para enterrarlo y olvidarlo.

Rosie es universal. Hoy vuelven a oirse voces cavernarias que hablan de que la mujer debe regresar al hogar y dejar el trabajo a los hombres. Me da risa sólo pensarlo. Todas mis amigas son Rosie, aunque no lo sepan. Yo lo sé, lo veo día a día, y me alegra que sea así.

Rose Will Monroe siguió trabajando en las factorías Ford tras la guerra. Con 50 años, deseando volar los aviones que construia, se hizo piloto. Murió a los 77. En su tumba no están grabados sus apellidos. Sólo se lee Rosie the Riveteer, 1920-1997.

Sí, la chica de la última imagen es Marilyn Monroe, a los 18 años, en una factoría de municiones. Ella también fue Rosie.

Actualización, febrero de 2018: , hace unos días murió Naomi Parker. Espero que no olviden grabar en su tumba quién fue, al igual que se hizo en la de Rose.

* Las mujeres de origen japones no pudieron trabajar: estaban encerradas en campos de concentración por su propia seguridad, prisioneras en el país en que nacieron.

jueves, 28 de febrero de 2013

ROCKO


Verano del 81. Se casaban los príncipes de Gales y el Hekla entró en erupción. Mis padres me dijeron que le recogeríamos en Madrid: lo traían mis padrinos de Lisboa, porque ahí costaba casi la mitad. Vivían en el mismo edificio que nosotros. Bajé, la puerta estaba entornada, entré y me oyó, acudiendo al trote a ver quién llegaba.

Había visto otros cachorros de pastor y me esperaba un bultito torponcete de orejas gachas. Pero por el pasillo venía uno especie de minizorrito, con orejotas gigantes y erguidas, patorras gordotas, mirada despierta y moviendo el rabo tan rápido que costaba verlo. Me cubrió la cara de lengüetazos. Tenía una curiosa manchita en la lengua, negra, del tamaño de una lenteja. Rocko. Mi hermanito peludo.

De vuelta al pueblo fue el caos, mis hermanas estaban alucinadas con el cachorrote y él alucinaba con todo lo que veía. Mi madre decidió que como mis otros hermanos estaban de campamento, Rocko dormiría en mi cuarto, en un cesto. A los cinco minutos lo volcó y se vino bajo mi cama. Yo tenía el pantalón doblado en el suelo: se tumbó sobre él y se hizo un ovillo, mordisqueando la hebilla del cinturón hasta dormirse. Creo que le tranquilizó notar mi olor a su alrededor.

Somos cinco hermanos, pero Rocko era cosa mía y de mi madre. En otoño, ya en Madrid, le di sus primeros paseos. Debió dar conmigo las nueve décimas partes de todas sus caminatas.

Al cumplir el año el cachorro era un alsaciano de casi 30 kg de peso. Plenamente desarrollado rozó los 50, era muy compacto. Empecé a hacer amistades en el parque, como mi vecina Helena, con la que apenas había hablado hasta entonces, y que fue mi primera amiga de verdad. Allí conocí años después a M y a PW, también paseando chuchetes. Sí, el de la foto soy yo. Y sí, tenía una capa (y un dudoso gusto en el vestir)

Verle correr y jugar era un gozo. A la vuelta del parque, al llegar al portal, cogia un curioso trote elástico, que yo llamaba el paso del perro feliz y despreocupado. Sólo se metió a pelear voluntariamente una vez: había otro pastor igual de grande, Lennon, y se llevaban bien, pero un día se les cruzaron los cables. Ambos dueños les llevábamos sujetos por la correa. Ambos rodamos por el suelo segundos después, mirando asustados como nuestros perros se enzarzaban. Nos costó miedo, dios y ayuda separarlos.

En el pueblo era el amo. Se debió follar a todas las perras de la zona: con lo cachas que estaba no había ningún macho que le hiciera sombra. Volvía de sus expediciones amorosas cubierto de basura porque solía ir de ligoteo al vertedero, y tocaba limpiarlo a manguerazos. 

Echaba la siesta conmigo, sobre mi cama. Recuerdo el corpachón a mi lado, su respiración tranquila, su mirada cuando notaba que me despertaba, como diciendo ¿vamos? Y su carita de porquéseñorporqué cuando le bañaba, las orejas gachas y el rabo caido hasta que le secaba bien y salíamos a la calle. Y de noche, sus ronquidos, en la puerta del dormitorio de mis padres, casi acompasados con los de mi padre, por cierto.

Mi abuela enseguida se llevó bien con él: se sentía a gusto con ese animalote peludo y cariñoso, que se echaba a sus pies y le daba calorcito en el invierno. Sólo hubo un pequeño incidente al comienzo. Cuando llamaban a la puerta, Rocko ladraba muy fuerte y muchos se asustaban al oírle y verle. Entonces le enseñé a coger un cojin al ir a la puerta, y sus guoufs amortiguados, más la estampa del perrazo ofreciendo un almohadón, tranquilizaba  a la gente. La yaya no sabía que el cojín en el que se había apoyado esa tarde era el favorito de Rocko y cuando llamaron al timbre, la pobre se llevó un susto cuando el cojín voló de su espalda. Pronto llegaron a un buen entendimiento, y cuando alguien llamaba el perro esperaba a que ella se echara para adelante antes de dar el tirón, y luego se lo devolvía meneando el rabo.

La niña de la foto es mi sobrina C. Con año y medio la encontré en el salón, untada de manos de chocolate, de pies a cabeza. Dije ¿qué ha pasado, C?. Ella, apurada, señaló al perro, que dormía feliz en el sofá, y dijo ¡el guau!. La miré muy serio y pregunté ¿el guau? y ella, avergonzada, bajo los ojos y murmuró ...la nena...

Al cumplir 9 años descubrimos que tenía un problema en las caderas. A los 10 empezó a costarle saltar, y meses después las escaleras eran toda una prueba. El verano siguiente no se fue al pueblo con mis padres: quedó conmigo en Madrid. Una tarde, tras la siesta, ya no pudo incorporarse: le dolía demasiado. Le bajé en brazos a la calle, allí se animó un poco, pero a la vuelta no pudo con los peldaños y le cogí de nuevo. Esa noche le metí en mi cama, el pobre temblaba como una hoja hasta que se calmó en mis brazos. Al día siguiente le llevé al veterinario.

La doctora me dijo que podía esperar fuera. Me quedé con él. Era mi perro, confiaba en mí, no quería dejarle solo en ese momento. Le abracé mientras le ponía la inyección. Sentí como se relajaba y su respiración se hacía más lenta. Se durmió. Luego noté como su corazón se detenía. Tenía 11 años. Yo tenía 26. Lloré toda la tarde. Ahora mismo, al escribir estas líneas, estoy llorando.

A veces sueño con Rocko. Me gusta. Sé que sólo es un sueño, pero es genial tenerlo conmigo por unos instantes. Y él siempre está contento de verme.