Mujer iroqués

martes, 26 de noviembre de 2013

POR QUÉ APOYO AL FEMINISMO (II)



Los últimos diez, doce años, me han llevado desde una postura, digamos, concienciada, a una actitud sobre el feminismo más comprometida y activa. ¿Porqué ha sido así?

Como ya he comentado en otras ocasiones, observo y analizo todo lo que me rodea, y lo que veo es que, en estos años, en vez de avanzar en pro de una igualdad real, nos hemos estancado en unas apariencias que le parecen bien a todo el mundo. O mejor dicho, a todo el que no tiene que sufrir la realidad.

Nos bombardean a diario con un ideal femenino. En los medios, en la publicidad, en el día a día... debes ser una gran profesional, mantener siempre tu aspecto impecable, estar en forma, vestir a la moda, tacones vertiginosos, la lencería más atrevida, depilarte, conseguir un peso optimo, ser la amante perfecta y, por supuesto, prohibidas las arrugas, canas, celulitis, ojeras... , envejecer esta vetado.

Claro que hay un modelo ideal masculino, pero sus costuras son mucho más holgadas. El madurito galán puede ligar con jovencitas porque sus canas le sientan bien, y en las comedias el gordo picarón se liga a la maciza. Pero nunca vemos a la chica gorda* conquistar al guapo, y la cincuentona que liga con jovencitos es presentada como una depredadora (¿no las llaman cougar?)

Las niñas no sólo reciben el mensaje de que su misión en la vida es hacer cocinitas, limpiar la casa e ir de compras  sino que además les indican que hay que agradar a los chicos. ¿Creéis que exagero? en el último carnaval pasé por la sección de disfraces INFANTILES del Corte Inglés.Los de niña eran de princesa-enfermera-hada-vampira, o de princesa-enfermera-hada aputonada (el de vampira es aputonado, sí o sí). Y en halloween se suma el de zombie aputonada. Por cierto, varios de esos disfraces incluían tacones altos y relleno en el pecho, al menos en las modelos fotografiadas (de 7 a 10 años)

Si salimos de las pantallas y bajamos a la calle, el panorama es desolador. Al comienzo de la crisis se despidió mayoritariamente a mujeres, y hubo políticos, empresarios y obispos justificandolo como lo normal, porque ese sueldo no era el importante, sino el que usaban las mujeres para sus caprichos, mientras el del marido era para vivir. Ergo lo normal es que la mujer dependa económicamente de otra persona.

La parte más dura es el maltrato. Tenemos a los que dicen que en realidad el maltrato de género no existe. Están los que dicen que sí, pero que antes no lo había**, luego el problema es que las mujeres se han independizado y por eso hay maltrato. Y luego los que afirman que en realidad los maltratados son los hombres y hay miles de muertos pero una conspiración del lobby feminazi con los medios ocultan los datos. Es más, esos miserables se presentan como víctimas y exigen la retirada de la ley al respecto porque hay denuncias falsas.

Sí, hay denuncias falsas, pero con las cifras reales en la mano (no las mentiras que difunden desde las asociaciones de maltratadores) no son más que las que hay en cualquier otro delito, y nadie exige la abolición de las leyes sobre la propiedad privada porque alguien denuncie en falso un robo. Por mucho que psicólogos, políticos o sociólogos busquen explicaciones alternativas, tras de la muerte de una mujer a manos de su pareja está su convencimiento de que esa mujer es de su propiedad.

En nuestra familia hemos vivido otra de las maniobras de ese hatajo de ratas, la exigencia de la custodia compartida. Sobre el papel, algo muy deseable. En la realidad, el modo de dejarle al maltratador un arma para seguir martirizando a su víctima: sus hijos. Como los puntos de encuentro o toda la parafernalia que rodea al falso SAP, la excusa favorita de los pederastas.

Y si señalas estas o cualquier otra injusticia, desigualdad o discriminación, enseguida salta el coro de lamentaciones, con tópicos como...

- La igualdad ya existe, luego el feminismo es innecesario.
- El rol femenino es natural y salirse de el es ir contra la naturaleza.
- Las feministas odian a los hombres y quieren esclavizarlos.
- Es mejor educar a las niñas por separado, porque son distintas a los niños.
Las feministas son.... (póngase feas, gordas, marimachos, malfolladas, tortilleras... cualquier apelativo relacionado con el aspecto físico o la sexualidad)
- Los hombres son tan víctimas como las mujeres porque el maltrato es recíproco.
- El  lobby de las feminazis-hembristas llena los noticiarios de mentiras.
- La culpa es de ellas por vestir como visten.

Traducción: si todo el mundo disfruta de mis mismos derechos y oportunidades, dejaré de ser un privilegiado, luego las cosas están muy bien como están***.

Sí. Me he radicalizado. Y no creo que vaya a atemperarme. Con la excusa de la crisis algunos sectores políticos (y no siempre de derechas, muchos izquierdistas prefieren a las mujeres en su sitio) intentan volver a los tiempos anteriores a Clara Campoamor, empezando por recortar la libertad sexual. Con la impunidad otorgada bajo mano por el gobierno, y el apoyo descarado de las facciones más rancias de la Iglesia española (Hazte Oir, Foro de la Familia, Camino Neocatecumenal...) los machitos rebuznan más y más. Y día a día, el hecho de ser mujer supone tener que luchar y soportar el doble para conseguir la mitad.

No, la igualdad no existe, y nos queda aún muchísimo por andar.

Me han llamado feminazi, hembrista, sometido, lametacones, marica, y algunas cosas más. Me resbala. Sé quien soy y sé además que cualquiera que use esos términos no merece ni un instante de mi atención.

Soy feminista. Y sólo dejaré de serlo el día en que, de verdad, ser feminista sea innecesario.

* Si es gorda, adelgazará y sorprenderá al guapo, que descubrirá que era una persona mucho más maravillosa que la rubia tetona. Pero antes adelgazará. Si es fea, se operará. Y en ambos casos, si tiene gafas, se las quitará.

** Lo que no había era denuncias, porque no era delito apalear a la mujer o a las hijas. De hecho, hasta primeros de los 70 matar a la esposa sólo era falta (no delito) si se aducían sospechas (que no evidencias) de infidelidad

*** Esto se aplica igualmente a los derechos de los homosexuales, y en los EEUU se usaron esos mismos argumentos en defensa de las leyes segregacionistas. Como si la igualdad de derechos mermara el valor de los mismos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

HIJOS DE TIRO (IV) Gentes libres

Los cananeos procuran mantener el equilibrio entre los poderes de la zona para preservar su independencia. Así, aunque tienen relaciones estrechas con Egipto, su poderoso cliente al Sur, lograrán salir adelante en el largo pulso entre los faraones y los hititas.

La llegada de los Pueblos del Mar lo altera todo. Hatti sucumbe. Egipto logra sobrevivir pero su poder queda mermado. Sidón ve sus tierras asoladas por los invasores y pierde su situación de privilegio a favor de Tiro. Y entran en el escenario nuevos actores con los que no sera posible razonar: los asirios.

Hacia el 740, Tiglath-Pileser invade Canaan, pero no impone condiciones demasiado duras a los puertos. Su hijo Salmanassar, en cambio, exige fuertes tributos en forma de ricas mercancías, púrpura y cedro. Esto enfrentará al Palacio con los navegantes y el Templo, ya que son estos quienes pagan el tributo. Entonces el imperio aumenta sus demandas y ordena que las ciudades acojan guarniciones asirias. Algo que los fenicios no pueden aceptar, sobre todo Tiro.

Tiro, construida sobre una serie de islotes cercanos entre sí y paralelos a la costa, está separada de tierra firme por un canal de unos 700 m. Los islotes, unidos tras años de trabajo, forman un recinto fortificado con un muro que en sus puntos más altos, aprovechando los enormes arrecifes, alcanza los 25* m. La ciudad tiene dos puertos, enlazados por un canal interior en tiempos de Hiram, el constructor del Templo de Salomón. Los astilleros y buena parte de las factorías de murex están en el lado oriental de la isla. Frente a la isla nacerá un puerto hermano, Palae-Tyrus, que absorbe la población excedente, ya que la ciudad no puede crecer más allá de sus muros. Es, probablemente, la mejor fortaleza del Mediterráneo, y el alma de la rebelión contra los asirios.

El alzamiento tiene lugar en el 728. Los fenicios se defienden tras sus muros, y Shalmanassar tardará casi dos años en someter los puertos, uno por uno. Palae-Tyrus cae, pero la isla mantiene su desafío.

El rey ordena al resto de los puertos que le suministren naves y embarca a sus tropas para acabar con el último baluarte. Al verles llegar, los barcos tiriotas salen del puerto y se lanzan contra sus enemigos, dispersándolos pese a su inferioridad numérica y regresando a sus muelles, incólumes, cargados de prisioneros. Furioso, Shalmanassar ordena el asedio. La isla resiste gracias a la pesca, el comercio con sus colonias, la lluvia y los pozos de agua salobre, pero potable, excavados en los propios islotes. En el 722 Shalmanassar es depuesto y el cerco queda levantado. El nuevo rey, Sargón II, necesita consolidar su poder y no puede atender un conflicto tan estéril y prolongado.

Se suceden los reyes: Senaquerib, Assarhaddon, Assurbanipal... todos tratan de meter en cintura a los navegantes. Tiro se mantiene en pie frente a todos, resistiendo asedio tras asedio y alentando nuevos alzamientos a la menor ocasión. Pese al poder asirio, pese a la caída de Egipto y la conquista de todo el Creciente Fértil, los fenicios no están dispuestos a aceptar el yugo, y a cada signo de debilidad del opresor seguirá una nueva intentona.

Los señores de Niniveh comprenderán al final que el único modo de pacificar la región sería asolarla y convertirla en un erial. Eso supondría renunciar a los tesoros de allende los mares, así que prefieren aflojar poco a poco su dominio.

En el año 615 medos y babilonios derrotan definitivamente a Asiria. Egipto recupera su soberanía y durante unos años los fenicios volverán a navegar sin amos extranjeros. Es en esos años cuando el faraón Necao financia la fabulosa expedición alrededor de África

Tras derrotar a Egipto, Nabuconodosor lleva sus estandartes más allá del Éufrates, camino de la costa. De nuevo las ciudades van cayendo, una a una, bajo la bota del invasor. De nuevo Tiro, último bastión de los cananeos, queda cercado casi una década y, de nuevo, la lucha termina con un acuerdo.

Los caldeos no disfrutarán demasiado tiempo de su victoria. El año 539, Babilonia cae a los pies de Ciro el Grande, fundador del imperio persa. Los puertos vuelven a gozar de un respiro hasta que el ejército medo, a las órdenes de Cambises, marcha hacia Egipto, a través de la franja costera.

Por primera vez en siglos, los fenicios no se oponen. En vez de imponerse por la fuerza de las armas, Cambises negocia con los navegantes y cumple escrupulosamente con su parte del acuerdo.

Acuerdo, no sumisión. Porque tras pacificar el país del Nilo, Cambises se prepara para conquistar Cartago. Su plan es embarcar al ejército y navegar hasta Túnez, evitando así la marcha por la costa, demasiado larga y aventurada. Pero los fenicios se niegan a ayudarle: no atacarán a una ciudad hermana, a la que les unen años de amistad, lazos de sangre y los más sagrados juramentos. El monarca, aunque a regañadientes, acepta sus argumentos y olvida su empresa, que podría haber alterado toda la historia de Occidente.

Y así da comienzo la larga relación de Fenicia con los persas, los únicos señores aceptados de buen grado por los navegantes.

* Las cronicas de la antigüedad hablan de muros de 35 m de alto, pero esa cifra, a todas luces, parece una exageración

sábado, 9 de noviembre de 2013

POR QUÉ APOYO AL FEMINISMO (I) Primeros pasos


A la hora de justificar los prejuicios, sean cuales sean, siempre es posible encontrar explicaciones complacientes. La mayoría de la gente machista que conozco no lo es deliberadamente. Si les pones un espejo delante y les señalas lo que hacen o dicen, ven que, en efecto, están perpetuando un prejuicio. Sin embargo, enseguida encuentran un camino para justificarse: es lo normal, les educaron así, la sociedad es como es, no es para tanto, ellos también son discriminados en cierto modo... etc.

Yo acepto que esas causas, digamos ambientales, son reales. Están ahí, vivimos en una sociedad que lleva siglos interiorizándolas. Pero también hace sol en julio y no por ello la gente se deja morir de insolación, aduciendo es que es verano y es normal que haga calor. Por el contrario, buscamos la sombra, nos refrescamos, usamos un sombrero... Sí lo único que puedes aducir para justificar tu actitud es que es lo normal, tu problema tiene otro nombre: pereza.

La pereza intelectual es muy cómoda ¿por qué poner en cuestión lo que todo el mundo da por supuesto? Y si lo que dan por supuesto, como hombre, te pone a ti en una situación de privilegio, la pereza es aún más cómoda, casi sacralizable. También hay mujeres que aceptan esa normalidad, pese a ser conscientes de que no tiene nada de justa. De nuevo es por pereza, porque hay personas que esperan que alguien les diga lo que deben hacer, no sólo ahí, sino en todas las facetas de su vida. Porque tomar las riendas de la propia vida y asumir la responsabilidad por nuestras decisiones es, lo primero de todo, muy cansado. Porque hay esclavos que consideran que la esclavitud es mejor que la incertidumbre*.

Yo no nací feminista: me hice feminista. No deliberadamente, no te levantas una mañana y lo decides como quien se dice, hoy me pondré calcetines a rayas. Pero una serie de pasos, a veces conscientes, otras casuales, me trajeron aquí. Podría haberme quedado en mi sitio sin caminar, y no me sentiría culpable. Estaría en la postura más cómoda de todas, pero por suerte o por desgracia, la pereza me da nauseas.

El primer paso no lo di yo, crecí con él gracias a mis padres. No había un hombre de la casa dando órdenes sino una pareja de personas que se querían, se respetaban y decidían juntas. Eso sí, las pocas veces que mi padre se encargó de la comida me hicieron agradecer que casi siempre fuera mi madre la responsable. De hecho aprendí a guisar con ella, y tengo el orgullo de saber que, según mi hijo, mis albóndigas son tan buenas como las de la abuela.

Así pues, al cumplir los 18, si bien apenas había tenido trato con chicas, al menos sí tenía dentro el concepto de que nadie está subordinado a nadie por cuestiones de sexo (ni hay ningún motivo específico para que sea una mujer la encargada de guisar, aunque no logré hacer unas croquetas dignas de ese nombre hasta los 20)

El segundo paso vino de forma dolorosa. Me enamoré de una chica llamada A, con una personalidad muy fuerte y un nivel de egoismo casi patológico. Dado mi nivel de empatía, me convertí en una víctima fácil. No creo que lo hiciese a propósito, pero A logró anularme y dejarme casi sin voluntad, recuerdo que al final yo me sentía culpable casi hasta de respirar. Sin embargo saqué dos cosas muy positivas de esa historia: aprendí a protegerme de ese tipo de personas** y empecé a madurar como feminista. A, con todos sus defectos, era una persona inteligente y me abrió los ojos a la realidad que nos rodea: que una mujer, por el simple hecho de serlo, está en desventaja y va a encontrar muchos más obstáculos en su vida que un hombre. No ya discriminaciones abiertas (que siguen existiendo) sino prejuicios de todo tipo, desde el paternalismo hasta el desprecio abierto.

El tercer paso, que llevo dando casi desde que tengo uso de razón, fue observar.

Mientras estudiaba, pude observar un montón de comportamientos machistas. Me alegra decir que en la escuela de agrícolas el volumen era reducido, pero existían. El último año, cuando ya todos empezábamos a buscarnos la vida de una forma u otra, pude ver como mis compañeras, tras tragar más de uno y más de cien sapos mientras estudiaban (y además tener que tragarselos con una sonrisa***) tenían que escuchar en cualquier entrevista de trabajo los consabidos ¿Te planteas casarte? ¿Vas a tener hijos? que, por supuesto, jamás nos preguntaban a nosotros.

Había comportamientos parecidos en mi círculo de amigos, no en todos, afortunadamente, pero existían (y uno de libro, un machito tan repugnante que parecía sacado de un mal guión de Ozores). Dado que todos solían reirle las gracias al gallito de turno, cada día me sentía más marciano en ese aspecto.

Otro paso ha sido la lectura. Nunca he sido lector de Beauvoir, pero si te interesas por la historia, la antropología o el arte es inevitable hacerte muchas preguntas. Dicho sea de paso, entre esas lecturas la más decisiva fue, seguramente, la de los ensayos de Stephen Jay Gould. Porque me llevaron directamente al paso definitivo.

Analizarme.

Gould me hizo ver mi propio comportamiento, los planteamientos micromachistas que estaban adheridos a mi piel sin yo notarlos, incluso en mi labor profesional. Por primera vez me planteé, si en una ilustración debo dibujar a un alce ¿porqué dibujo un macho? ¿acaso una hembra no es un alce igualmente? Y si voy a representar a la humanidad con un individuo ¿porqué se supone que debo poner a un varón caucásico de entre 30 y 40 años****? ¿es que una mujer africana de unos 45 no es EXACTAMENTE igual de representativa*****?

* Cuando los soviéticos se acercaban al campo de Austwizt, no hizo falta usar la fuerza para que los presos marcharan junto a sus guardianes: para muchos, seguir a sus verdugos en fuga era más tranquilizador que esperar al Ejército Rojo. Sólo quedaron (y se salvaron) los que no podían caminar. 

**Literalmente: volvimos a relacionarnos un año después y trató de que volviéramos a ser pareja. Seguía pareciendome una persona magnética, pero lo primero que pasó por mi mente fue NO,  lo que me hizo ver que estaba inmunizado.

*** Porque el machito, cuando se le planta cara, suele alegar que todo era una jocosa broma y procura salir airoso señalando que la ofendida es una borde sin sentido del humor, probablemente reprimida.

**** No exagero, dibujé una mujer representando a la humanidad en una espiral de la vida para el Museo de Cuenca, y los responsables de la exposición, al verlo, se quedaron pensativos un rato antes de darse cuenta de, en efecto, era tan lógico como dibujar un hombre

***** En realidad mucho más representativa, ya que los blancos somos minoritarios, evolutivamente nuestra especie nació en África y Eva Mitocondrial era negra.

miércoles, 30 de octubre de 2013

HIJOS DE TIRO (III) Gentes orgullosas


Al igual que en Grecia, la geografía marca el carácter. La estrecha franja costera de Siria y el Líbano, y las montañas que la limitan al este, separándola del desierto y las llanuras aluviales del Creciente Fértil, configuraron una identidad nacional dispersa, sin una autoridad central, concentrada en las ciudades que fueron surgiendo en torno a las calas susceptibles de acoger un puerto. Los fenicios, siendo muy conscientes del parentesco que unía a todas sus ciudades, nunca se sometieron de buen grado a un poder central, mucho menos a uno impuesto.

Al igual que en Grecia, por supuesto, unas ciudades ejercen más peso que otras. Pero mientras Atenas, Esparta y, posteriormente, Tebas, tratarán de imponerse por la vía de la fuerza y la conquista a sus vecinos, las ciudades-estado fenicias no intentan dominar militarmente, usando su potencial naval y sus redes comerciales para aumentar su influencia. Primero Biblos y Ugarit, luego Sidón y Tiro. Estas dos últimas, que apenas distan entre sí una treintena de kilómetros, rivalizan además por su antigüedad. Herodoto nos relata el pasmo que sintió ante la majestad del templo de Melkart en Tiro, y añade en ese punto una reflexión sorprendentemente racional, ya que tras corroborar in situ que el culto a Melkart es similar al de Hércules en Grecia, y asumiendo que la antigüedad del templo de Tiro es asombrosa (su estimación retrasaría la fundación de la ciudad al 2700 A. C), deduce a continuación que el hijo de Anfitrión no es sino uno más de los personajes que han llevado ese nombre, y desde luego no el único, ni mucho menos el primero.

Sidón domina la costa durante la primera parte de la edad del hierro, pero a la larga Tiro acaba imponiendo su influencia sobre la región. Los demás puertos simplemente asumirán la pujanza de su poderoso vecino, y aunque nunca dejarán de intentar afirmarse (sobre todo Sidón), no habrá guerras como las que asolarán el Peloponeso y quebrarán la fuerza de Atenas y Esparta.

Otra diferencia entre fenicios y griegos es la apertura de su sociedad. La imagen que nos llega es la de un pueblo asiático típico, con una monarquía de carácter divino, un sistema de templos y una religión cruel, que incluía el sacrificio de niños. Pero bajo esa fachada hay detalles muy significativos.

Las familias de navegantes van ganando importancia a medida que crece la dependencia exterior de los fenicios. Al principio el comercio se organiza desde el Palacio, pero tras las invasiones de los Pueblos del Mar el poder y prestigio de los reyes quedará menoscabado. Con apoyo de los sacerdotes (en particular de los de Melkart) y en unión de las corporaciones de artesanos, convertidas a partir del S. VIII en una verdadera clase media, se forman asambleas de notables que arrinconan a la aristocracia tradicional y lograrán el control de las ciudades a través de magistrados civiles (sufetes). Esta organización social pasará a las colonias y en algunas de ellas evolucionará a un sistema de tipo senatorial.

La propia sociedad es bastante abierta. Lógico, ya que, dependiendo para su existencia de artesanos y marinos, la iniciativa, el esfuerzo y la dedicación están bien vistos (al contrario que en Grecia, donde el trabajo con las manos es visto desprecio). Incluso los esclavos gozan de ciertos derechos, como el de fundar una familia.

Quizás lo más sorprendente sea el papel de la mujer. Los semitas son rígidamente patriarcales, pero aquí las mujeres gestionan el hogar durante los largos viajes de los marinos. Así, tienen derecho a heredar y a establecer sus propios negocios. Las reinas actúan como regentes y, de acuerdo a la tradición, Cartago será fundada por una mujer, Elisa, regente de Tiro obligada a exiliarse al ascender al trono su hermano.

El resultado de todas estas peculiaridades es la formación de una extraña sociedad relativamente igualitaria, incluso en los momentos más siniestros. Porque el culto de Baal y Melkart (sobre todo el primero) exige vidas humanas. Vidas de niños. Y las familias nobles, llegado el día, entregan a las llamas a sus primogénitos al igual que la del artesano o el esclavo. 

Una vida dura forjará un pueblo aún más duro, orgulloso y celoso de su libertad. Un pueblo que no va a avenirse bien con nadie que quiera someterles.

jueves, 24 de octubre de 2013

LIMPIEZA



En el día mundial de las bibliotecas, la mía presenta en algunos estantes ese desangelado aspecto que podéis ver en la foto de arriba. Y os preguntaréis ¿qué ha pasado?

Mi relación con los libros siempre ha sido muy intensa. No recuerdo un momento de mi vida desde, más o menos, los 8-9 años de edad, sin uno en la mano. Eso no quiere decir que no leyera antes. pero eran mayoritariamente tebeos y libros de cuentos orientados a niños, mucho dibujito, poca letra y moraleja cursi.

Entre los 8 y los 9 empecé a leer las novelas de Julio Verne y sobre los 12 años la fiebre lectora ya me había poseído. Dado que se mentaba tanto El Quijote siempre que se hablaba de libros, me decidí a intentarlo. Para mi sorpresa no fue nada trabajoso, de hecho a partir de la Segunda Salida (cuando Sancho se une a la aventura) se me hizo fluido y sólo cuando llegué a la novela del Curioso Impertinente me dio un bajón. Por suerte tras ese ladrillo volvió lo bueno y ya no se detuvo hasta el final. En total El Quijote me tuvo atrapado durante dos maravillosas semanas.

 También a los 12 años tuve mi primer libro propio, regalo de mi padrino Tato: Nuestro Hombre en la Habana, de Graham Greene. Me dejó tan impresionado que revisé la biblioteca de mis padres para ver si había algo más de ese señor, y tuve suerte: El americano impasible, en una colección de bruguera que incluía además Ficciones de Borges y El Otoño del Patriarca, de Márquez, aunque debo confesar que este último tuve que releerlo años después para disfrutarlo de verdad, me temo que lo cogí demasiado pronto.

De mano de Chacho, nuestro extravagante profesor de lengua y literatura, descubrí a los Grandes de nuestra literatura (salvo a Galdós, eso tuvo que esperar varias décadas) y me sentí escalofriado ante Quevedo y Miguel Hernandez. Puede parecer una combinación extraña, pero creo que tuve mi primer Stendhal leyendo juntos el Amor Constante y la Elegía a Ramón Sijé.

Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.


El amor por la fantasía y la CIFI me llegó sobre los 16, cuando mi madre me recomendó leer El Señor de los Anillos, y la afición por la Historia o la divulgación ... bueno, creo que esa me ha acompañado siempre, no sabría decir cuando brotó, quizás con una enciclopedia de Fauna que compraron mis padres.

El caso es que de resultas de ese amor por la palabra escrita me convertí en un yonqui de la lectura, y como buen adicto siempre fui a la busqueda de nuevas dosis. Sumémosle mi caracter tirando a obsesivo y tenemos el escenario perfecto para acumular una ingente y siempre creciente cantidad de libros, unos 1400 en el último censo, antes de la gran criba.

Sí, como suena: LA GRAN CRIBA. He hecho de cuando en cuando entresaques de mi biblioteca, para poder hacer sitio a nuevos títulos, pero esto no es un ramoneo marginal. En mis estanterías ha empezado una liquidación que, a veces, me recuerda a la extinción del límite KT.

Llevo más de treinta años amontonando papel y hará poco más de un año miré mi habitación de trabajo y me dio un agobio tremendo. Como si todos esos libros (y tebeos) pesaran sobre mí. Y pesaran mucho. De pronto me dije ¿De verdad voy a arrastrar detrás de mí ese lastre toda mi vida?

A esa incómoda sensación se unió un adelanto técnico: el libro electrónico. Al principio lo usé para leer cosas que no iba a encontrar en papel por mucho que buscara, como los textos de Thomas H. Huxley y libros especializados de historia que podía consultar a través del Proyecto Guttemberg, pero cuando me entró la necesidad de hacer limpieza comprendí que esta vez iba a ser mucho más radical: si puedo almacenar cientos de obras en un cacharrillo que cabe en el bolsillo, mis ansias de lectura no necesitan toneladas de papel para satisfacerse.

La primera deforestación fue muy metódica y contó con la valiosa colaboración de Miss Honky. Ella me ayudó a elaborar un listado de todos los títulos que iban a salir de mi casa, a fin de publicarlo en la red, confiando en que el buen corazón de los internautas les encontraría un hogar. Debo decir que la mitad de la lista de tebeos resultó casi innecesaria ya que las dos primeras personas que llegaron arramblaron con todas las colecciones márvel/DC y marcharon de aquí, no con bolsas, sino con capazos de cómics. El resto recibió igualmente buena acogida y me he pasado meses entregando pilas de libros a amigos y conocidos.

En esa primera oleada cayeron unos 300 libros y más de 600 tebeos. Había de todo, desde ensayos de Borges y clásicos latinos (¡incluso la Geografía de Estrabón encontró quien la quisiera!) hasta las obras completas de Robert E. Howard (no fue una sorpresa, ya sabía yo que la vieja colección negra de Conan el bárbaro sería muy golosa). Me sentí... liberado, así que mi más sincero agradecimiento a todos los adoptantes.

El caso es que una vez empiezas, comprendes que lo difícil es dar el primer paso. Ahora mismo estoy en mitad de la segunda escardada y esta es mucho más radical que la primera. Voy repasando y releyendo, no ya con criterios de calidad, sino prácticos. Por un lado cojo un título y descubro que el recuerdo que me dejó es mucho mejor que la relectura, así que fuera con él. Por el otro me planteo, me gusta mucho, sí, pero ¿me lo voy a volver a leer? ¿no? Pues al montón. Y si además puedo conseguir (o comprar, que soy así de raruno) la edición digital, sayonara, baby.

Ya no hago listas. Si creo que a algún conocido le puede interesar, pregunto. Si no es el caso, hago una pila al lado del contenedor de papel y, más o menos en media hora, han desaparecido todos, en manos de algún viandante afortunado. En vez de un vándalo destructor puedo considerarme como un anónimo mecenas, proveyendo de cultura a otros hogares.

¿Dónde me detendré? Bueno, hay libros que van a seguir conmigo, ya que tienen algún valor personal especial. Regalos de personas muy queridas, lecturas que, de alguna forma, se quedaron grabadas, ediciones que tal vez no sean muy allá pero me traen recuerdos muy personales... Y obras que prefiero seguir disfrutando en papel: textos que difícilmente encontraré en digital, ediciones que desmerecerían en electrónico (los libros de arte, por ejemplo)... y tebeos, porque ahí el papel sigue mandando, y los sucesivos entresaques han despejado ya casi todo aquello que no tuviera verdadera calidad.

La cuestión es que no sólo estoy aligerando mucho mi petate sino que no hay necesidad de volver a cargarlo. Los bits no pesan y apenas ocupan espacio.

Seguiré comprando algún libro en papel de cuando en cuando, y alguno de ellos se quedará conmigo, no lo dudo, pero he logrado salir del círculo vicioso del acumulador, y no volveré a caer en él. Hay mucho para leer en el mundo y no necesito amontonarlo sobre mi espalda. Viviré más ligero.

No pongáis esa cara: un libro no es el papel en que está impreso.

viernes, 18 de octubre de 2013

IRENA (II) La vida en un frasco



El proyecto de los estudiantes se concretó en una obra de teatro. Life in a Jar ha sido representada más de 300 veces desde el año 2001, cuando unos jóvenes cumplieron su sueño y volaron a Varsovia, emocionados porque iban a conocer a su ídolo, y seguramente muy nerviosos porque ignoraban qué iban a encontrar.

Encontraron a una ancianita pequeña, de luminosos ojos azules e inmensa sonrisa. Un rostro sencillo pero inolvidable, de mejillas sonrosadas, veteado de arrugas: no las que simplemente inflige el peso de los años, sino ese tipo de líneas que dibujan una vida llena de alegría.

Una anciana con los huesos doloridos, llenos de heridas mal curadas y acompañadas de las que la vida siguió sumándole tras la guerra, pero al mismo tiempo tan llena de energía, tan lúcida y tan vivaracha a sus 91 años de edad, como para cubrir de besos a los muchachos y llevarles a recorrer las calles de su ciudad, para que conocieran los rincones que fueron mudos testigos del holocausto.

Una anciana un poco asustada, incluso indignada, del revuelo montado de repente en torno a su persona, como si de una superheroína se tratara. Un revuelo que dejaba en la sombra a todas las personas que la ayudaron, cientos de valientes que, como ella, se arriesgaron para salvar a los indefensos. Y feliz, sí incluso un poco más feliz aún, de conocer a aquellos niños que venían del otro lado del océano a conocerla y escucharla. Y tenía mucho que decir.

Irena nunca se calló. No se calló cuando las botas nazis pisoteaban su patria, ni cuando los sucesivos gobiernos comunistas volvieron a reavivar el tradicional antisemitismo polaco. No se calló cuando los vecinos murmuraban de ella y de su familia, y se sintió feliz de poder hablar con gente que, a tantos años vista, deseaban saber sobre el dolor. No hablaba de odio ni de venganza, sino de recuerdo, de justicia y de responsabilidad. Porque a los que se escudan en el ¿qué podría hacer yo? ella respondía haz lo que puedas: todo lo que puedas.

La fama revivida le trajo algunos trastornos. En sus últimos años muchos periodistas viajaron hasta su puerta, para entrevistar a la Madre de los Niños del Holocausto. Nunca tuvo una mala palabra ni un gesto de fastidio para ellos, les aceptaba con amabilidad y esa maravillosa sonrisa que no lograron borrar ni las torturas ni el olvido. Su hija también les acogía con amabilidad, y les advertía, antes de dejarles pasar al salón, de que no se avergonzaran si salían de ahí llorando. Todos lo hacían.

Como lloraban los supervivientes. Niños que, ya mayores, podían volver a ver a la mujercita que les salvó la vida, que quizás les pareció entonces enorme, como parecen los adultos a los ojos infantiles, y que ahora, diminuta como era, les seguía pareciendo inmensa.

El año 2007 el gobierno polaco solicitó el Nobel de la Paz para Irena. Los miembros de la Academia prefirieron entregárselo a Al Gore, sin que haya quedado nunca muy claro que hizo nunca ese hombre por la paz*. Hubo mucha indignación en Polonia, pero no trascendió fuera de sus fronteras. Irena no lo lamentó, nunca le preocupó demasiado el recibir aplausos.

En un mundo justo, alguien como ella, al menos, se habría ganado el derecho a dormir en paz ¿acaso no salvó miles de vidas?

No es el caso. Muchas noches despertaba llorando tras verles en sus sueños. Sus rostros, sus miradas. Los otros niños, los que no logró sacar del infierno. Y las dudas de tantas y tantas noches... si hubiera sido más prudente... si no se hubiera confiado... si tan solo hubiera podido volver un día más...

Pude hacer más... debí hacer más...

Hay una vieja leyenda judía que habla de los treinta y seis, los Lamed vav Tzdadikim. Dice que en cada generación hay treinta y seis hombres y mujeres humildes, sencillos, tal vez un sastre, una panadera, un albañil... Pasan desapercibidos pero, sin que nadie lo sepa, ni siquiera ellos mismos, sostienen el mundo sobre sus espaldas. Su bondad ilumina el camino para el resto de los mortales, su firmeza nos da fuerzas. Su esfuerzo nos hace más ligera la carga de vivir. Son los verdaderos reyes de la creación, sin corona ni ambición. La luz en la oscuridad que aleja la desesperación.

Irena se apagó el 12 de mayo de 2008. Se fue como había vivido, discreta y sonriente, rodeada del amor que ella misma había sembrado.


No plantes semillas de comida. Planta semillas de bondad. Trata de hacer un círculo de bondad, la bondad lo rodeará y crecerá más y más.


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* En realidad no está muy claro que nunca haya hecho nada de nada
** El árbol de Irena, en el jardín del Yad Vashem

jueves, 10 de octubre de 2013

IRENA (I) Jolanta



Estos días en los que la Academia Sueca otorga sus galardones, son un buen momento para recordar a una mujer que fue nominada al Nobel de la Paz, y cuya candidatura fue desechada en favor de Al Gore.

En 1999 unos estudiantes de una escuela pública de Kansas iniciaron un proyecto de historia sobre el Holocausto. Al investigar, se encontraron con un nombre: Irena Sendler. Indagaron sobre su figura y se quedaron anonadados.

Irena era enfermera y trabajaba en el Guetto de Varsovia. Entraba y salía diariamente, llevando medicamentos y sacando cadáveres de niños, muertos del tifus, la disentería, el hambre... o eso pensaban los guardias nazis. En realidad no sacaba muerto, sino vivos. Sabía que los nazis tenían horror a las enfermedades contagiosas y con la excusa del tifus podía moverse sin obstáculos. Sacaba niños en ataudes, capazos, bolsas, camiones, escondidos bajo maderas, camuflados entre basuras, bajo su propia ropa... 

Durante 18 largos meses viajó día tras día al infierno, incansable, sin mirar jamás por sí misma. Fuera del Guetto, bajo el pseudónimo de Jolanta, organizó una extensa red de acogida para los niños, con ayuda de la resistencia, las Monjas de María Inmaculada y cientos de familias que arriesgaron sus vidas para esconder a los fugitivos. De cada uno de ellos, Irena guardó sus datos: su nombre, sus apellidos, sus familiares vivos, su historia. Así, algún día, podrían recuperar su pasado, o lo que quedase de él. 

2.500 niños. 2500 nombres. 2500 vidas en sus manos.

La Gestapo la capturó en octubre de 1943. La torturaron durante semanas para saber de sus cómplices, sus rutas, sus niños... destrozaron sus huesos, pero no pudieron romper su voluntad.

De sus labios no salió ni un solo nombre.

Fue sentenciada a muerte. Esa noche un guardia, sobornado por la resistencia polaca, la sacó de la prisión y la dejó en un descampado. Luego tachó su nombre como ejecutada

Tras ser rescatada, Irena escribió dos largas listas con todos los datos que tenía sobre los niños. Las guardó en frascos de cristal y las enterró en un huerto. Acabada la contienda, los desenterró y los entregó a las autoridades

Los estudiantes, asombrados por lo que iban descubriendo, buscaron más sobre aquella desconocida. Querían saber si de verdad una sóla persona pudo hacer algo así, qué pasó tras la guerra, dónde estaba enterrada... indagaron, preguntaron, y a primeros del año 2000 recibieron una carta desde Polonia: con 91 años, Irena Sendler residía en Varsovia.

Había vivido durante décadas en un relativo anonimato. La administración de postguerra nunca vio con buenos ojos a las personas que ayudaron a los judíos durante la guerra, quizás recordando con vergüenza que la mayor parte de la población católica obvió (y algunos colaboraron con entusiasmo) el exterminio de sus vecinos. Incluso hubo quien en los 50  les señaló, a ella y los suyos, como amigos de judíos. 

Aún así no fue olvidada por todos: en 1965 fue reconocida Justa entre las Naciones por Israel. En esos años fue mencionada en los periódicos de Varsovia y algunas personas la recordaron: nunca podrían olvidar su rostro.

Una llamada telefónica, una voz temblorosa al otro lado del hilo: Te vi en la prensa, eres Jolanta. Tú me salvaste.